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Diego Suárez: «He vuelto a recordar mis orígenes, algo que no es nada malo»

B. Pallas REDACCIÓN / LA VOZ

TELEVISIÓN

Diego Suárez preside una empresa que elabora un exclusivo cava.
Diego Suárez preside una empresa que elabora un exclusivo cava.

El nuevo espacio de La Sexta integra a a personas ricas en proyectos sociales

28 may 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Diego Suárez es un hombre rico hecho a sí mismo que aparcó por una semana su vida acomodada para infiltrarse de forma anónima en distintos proyectos sociales de voluntariado. Este ingeniero de telecomunicaciones madrileño que preside la empresa Vin Doré 24K, que embotella un exclusivo cava que contiene polvo de oro de 24 kilates en suspensión, pasó a ocuparse de la atención a lesionados medulares, de niños en riesgo de exclusión social y de personas sin recursos económicos. Su experiencia será el argumento del primer programa de Millonario anónimo, que mañana estrena La Sexta.

-Millonario es una palabra cargada de connotaciones. ¿Convive a gusto con esa etiqueta?

-El nombre del programa es frívolo para lo bonito que es el fondo. No tiene nada que ver con la frivolidad del millonario que vive la vida de una determinada manera. En mi caso no es la vida de un millonario al uso. Yo soy un trabajador cualificado. Me levanto a las seis y cuarto cada día y empiezo mi jornada e intento acabar a las ocho para estar con mis hijas, hacer los deberes y disfrutar de ello.

-¿Cómo se decidió a participar en el programa?

-Porque he visto todo lo que he podido aportar y de qué manera he podido conseguir que mucha gente sea feliz. Todos los proyectos que he emprendido en mi vida han tenido una vertiente solidaria, que te hace sentir mejor persona y más humano. Ahora quería vivirlo en primera persona y transmitir cómo he conseguido llegar a donde estoy. Provengo de un barrio humilde, de familia obrera, de mamá fregando escaleras para poder dar de comer a sus hijos. Todo eso me ha hecho muy fuerte. Quería transmitir a la gente la cultura del esfuerzo, de luchar por salir adelante. Vivimos en un país donde protestamos mucho pero aportamos poco. No hace falta solo el dinero, hace falta dar ideas.

-¿Qué fue lo más duro?

-Tener que cortar con mi vida normal durante ocho días me suponía un esfuerzo tremendo a nivel laboral y familiar. A partir de ahí, la vida se convirtió, en mi caso, en un regreso a hace 38 años, a vivir en unas condiciones de las que yo he salido después de luchar mucho. Vuelves a recordar tus orígenes, algo que no es nada malo. Y supone convivir con gente que tiene necesidades alarmantes de no tener ni para comer ese día, o gente sin movilidad o niños de exclusión social sin ningún futuro. Ha sido una experiencia muy gratificante pero muy dura.

-¿Y qué viene después? ¿Ha cambiado su vida?

-No solamente cambia tu vida, sino que sigues en contacto con todas las oenegés. Espero poder hacer cosas con ellos cosas muy bonitas con mi esfuerzo no solamente económico, que a día de hoy sigo haciendo, sino de colaboración e ideas. Todo esto te hace ver una realidad muy cercana que en mi caso, como padre de cuatro hijas, me lleva a explicarles de dónde venimos y por qué hay que solidarizarse con los demás. Mis hijas ya han roto sus huchas para poder ayudar.