El truco de usar la contraseña de tus amigos para ver películas y series tiene los días contados
PLATA O PLOMO
Una firma británica lanza una herramienta basada en la inteligencia artificial para dar caza a quienes recurran a esta práctica
22 ene 2019 . Actualizado a las 20:16 h.El plan de suscripción más caro de Netflix cuesta 13,99 euros al mes: da acceso a todo su catálogo en alta definición desde cualquier tipo de dispositivo -tableta, ordenador, televisión o teléfono-, incluye un mes gratuito de prueba y permite ver hasta cuatro pantallas al mismo tiempo: mientras tú estás viendo una serie en la tablet en tu habitación, tus padres pueden estar disfrutando una película desde el televisor del salón y tu hermana, por ejemplo, de un documental en su smartphone. Según el servicio y la tarifa contratados, el usuario tiene derecho así a más o menos accesos simultáneos, posibilidad que no tiene más objetivo que el de permitir el disfrute del contenido dónde y cuándo el cliente quiera. Pero hecha la ley, hecha la trampa.
Repartir el coste de la suscripción compartiendo contraseñas de plataformas de streaming con amigos y familiares que no viven bajo el mismo techo se ha convertido en una práctica habitual. También, ceder las claves altruistamente -uno asume el coste, sus colegas se benefician de ello- y en ocasiones pasa que hay quién continúa utilizando por la cara sesiones de sus antiguas parejas. Según un estudio reciente del grupo de compañías de seguros Country Financial, tres de cada cuatro estadounidenses se intercambia la combinación secreta para tener acceso a servicios como Netflix, Hulu y Amazon Prime, pero también a otros como Uber o Spotify, y otro análisis de la empresa de investigación de medios Magid concreta que son los usuarios de entre 22 y 40 años quiénes más recurren a esta treta: el 26 % usa la contraseña de otro.
En España, sin observaciones recientes, puede extraerse una conclusión similar al comparar las cifras del Observatorio Nacional de las Telecomunicaciones y de la Sociedad de la Información (ONTSI) sobre el consumo del streaming con los últimos paneles de hogares del Instituto de Nacional de Estadística: la radiografía del pasado marzo concluía que solo el 8,4 % de las casas contaban con una suscripción y la herramienta de investigación habla de 18,4 millones de hogares. Por tanto, el número total de suscripciones rondaría en nuestro país los 1,54 millones, muy por debajo de los 8,7 millones de usuarios que declararon en el mismo estudio haber consumido este tipo de servicios entre julio y septiembre del 2017.
Hasta ahora, las plataformas han tolerado la picaresca, pero las cosas podría empezar a cambiar: según un estudio de Parks Associates, dejarán de ingresar unos 480 millones de euros este mismo año como consecuencia de esta práctica que no es tan inofensiva como parece. ¿Pero cómo luchar contra ella? Una firma británica ha dado con una solución: una herramienta que, a través de la inteligencia artificial, permitirá a estas compañías contar con información precisa sobre cómo se comportan sus usuarios.
Synamedia acaba de presentar su Credentials Sharing Insight (Credenciales de intercambio de información) en el CES de Las Vegas, la feria de electrónica de consumo más importante del mundo. Su servicio se basa en la recolección de datos para estudiar el uso que se hace en cada hogar de la plataforma: desde dónde se utiliza hasta cómo (a qué horas, durante cuánto tiempo, qué contenido que se consume). Así, la herramienta detectaría, cotejando datos, patrones inusuales o extremos: si se accede repentina y repetidamente desde lugares pocos habituales o si se reproducen series de géneros que no suele ver el usuario, por ejemplo. Y calificaría al usuario del uno al diez en función de la probabilidad de que esté o no compartiendo contraseñas.
El director de producto de Synamedia, Jean Marc Racine, consideró durante la presentación de esta inteligencia artificial que las plataformas deberían atajar este «problema» y ofrecer tarifas más caras a clientes que quieran compartir la cuenta entre más personas. En países como Estados Unidos, prestar las claves de estos servicios es un delito susceptible de ser perseguido por la Ley de fraude electrónico estadounidense después de que un tribunal de apelación dictaminase esta hábito como ilegal en julio del 2016.