Desde Curtis, Alberto Lamas y su familia mezclan la innovación de su explotación láctea, A Campa Legacy, con la tradición en la elaboración de sus quesos bajo la marca Queinaga
23 feb 2021 . Actualizado a las 05:00 h.Sus productos figuran año tras año entre los diez mejores. Sus premios a los quesos más destacados se suman por decenas. Y es que la ganadería A Campa Legacy y la quesería Queinaga son las dos caras de la misma moneda. «Mis abuelos tenían las vacas. Mi padre montó la quesería hace 25 años y yo aumenté toda la parte de la ganadería», dice Alberto Lamas, actual responsable de esta compañía de Curtis, que se encarga de toda la cadena de producción. La leche de sus vacas es la materia prima de los quesos que Queinaga vende en todo el país y que incluso exporta.
—Ustedes son la muestra de que la modernización no está reñida con el sector primario.
—Desde luego. En la parte de la ganadería nos caracteriza la robotización e informatización. Hoy en día somos una de las granjas más modernas de toda Europa porque tenemos el ordeño y la alimentación toda robotizada. En esto somos pioneros en el país.
—¿Innovación que también prima en la quesería?
—En el producto final transformado lo que se valora es que sea casi al revés, que sea lo de toda la vida. Fabricamos 2.500 kilos de queso al día así que hay que jugar entre la mezcla de los kilos de queso que se producen y que no se convierta en un producto industrial. Hay que satisfacer la demanda, pero manteniendo la esencia. Usamos las formas de fabricar de antes sin insistir en la modernización.
—Tetilla, Arzúa-Ulloa, sus quesos son siempre reconocidos. ¿Refuerzan los premios el camino emprendido?
—Son fruto del trabajo bien hecho y el reconocimiento a la dedicación que mantenemos año tras año. Los premios de un solo año no dicen nada, pero estar siempre ahí arriba es diferente. En los últimos diez años siempre hemos estado entre los cinco primeros.
—Incluso con el lanzamiento de un producto tan innovador como la manteca cocida de vaca.
—El tema de la manteca, gracias a alguna cadena que nos dio la oportunidad, la verdad es que tiene bastante salida y muy buena acogida entre el consumidor. Lo que encuentras en los establecimientos son mantequillas o mantecas procesadas y no cocidas a lo artesanal, como antes, como en nuestro caso.
—¿Hay mucho cambio de mentalidad de una explotación familiar a ser una empresa?
—Hoy en día está en boca de todos que las ganaderías han dejado de serlo para ser empresas. Tanto en lo nuestro como en la agricultura, hay máquinas tan o más sofisticadas como en cualquier otro sector. Que las vacas se ordeñen solas o que un robot prepare la alimentación de cada animal es mucho.
—¿De qué nivel de producción de leche estamos hablando?
—En nuestra ganadería son unas 400 vacas en ordeño ahora mismo. En litros no son tantos como podían ser porque tenemos dos razas de vacas. Una es la Holstein, la vaca de leche por excelencia, y trabajamos la vaca Yersey, que es un tipo de animal más pequeño que se caracteriza porque su leche tiene más calidad. Su grasa y proteína casi duplica a la de la Holstein y su producción en litros es menor. Si una Holstein puede producir 40 litros, una Yersey sobre 25. Nuestros datos diarios totales están sobre los 13.000 litros.
—¿Y el equipo?
—Somos ocho personas en la ganadería y doce en la quesería. Mi padre está implicado en la producción final e incluso mi hermana también echa una mano.
—Usted, a sus 33 años, es ya la tercera generación al frente del proyecto. ¿Se plantea uno en algún momento no seguir con la tradición familiar?
—Me gusta y lo que hace la familia se pega. Soy emprendedor y ambicioso e intento estar mejorando siempre. Como tercera generación me puedo equivocar, pero no voy a dejar morir esto. Mi generación somos los que hemos comandado la transformación de ganaderías familiares a empresas. Hoy en día nadie trabaja en esto.
—Desde luego, mantener controlados todos los pasos del proceso, desde la materia prima al producto final, es algo que hay que tener muy claro.
—Tienes la confianza de tener todo de tu mano. La confianza de tocar todas las teclas, de depender de uno mismo. Hoy en día es uno de los valores más importantes del negocio. Es una gran riqueza. Si tú haces el queso, pero la leche te viene como te viene y tienes que depender de factores externos... Yo prefiero controlar esa producción con mis propias vacas.
«Como tercera generación me puedo equivocar, pero no voy a dejar morir esto»
—¿Quiénes son los principales clientes de sus quesos?
—Exportamos, pero nuestro mercado fuerte es Galicia y la cornisa cantábrica. Las exportaciones se hacen a Reino Unido e incluso a China, pero las consideramos anecdóticas.
—¿Están suficientemente valorados estos productos por el consumidor final?
—Hacer las cosas bien es lo ideal, pero no todo el mundo está dispuesto a pagar el producto. Nosotros buscamos la forma de conquistar al cliente. La forma de darle seguridad, mostrarle la trazabilidad del producto. Queremos que capten esas ideas que no son organolépticas, como puede ser el cariño, la dedicación y el esfuerzo. En definitiva, lo que hacemos cada día.