El coruñés Pablo López cuenta su experiencia como técnico ayudante de Clarence Seedorf en la selección de Camerún, que acaba de clasificarse para la Copa África
01 abr 2019 . Actualizado a las 11:43 h.«¡Pablo, está hecho! ¡Nos vamos a Camerún!». Fueron las palabras de Clarence Seedorf, que escuché a través del móvil, paseando por la playa de Veigue el verano pasado. ¡Camerún! La selección africana de fútbol con más participaciones en un Mundial. Acto seguido, me dispuse a preparar todo lo necesario; el ritmo de trabajo fue frenético: analizar una lista de 500 jugadores seleccionables y visualizar los últimos partidos de la vigente campeona de África.
Por no hablar de la preparación personal: visados, vacunas, clases de francés e inglés… Ante mí, ¡el abismo! Pero también ese cosquilleo en el estómago que notas cuando sabes que estás ante una gran oportunidad en tu carrera.
En mi maleta siempre me acompañan mi cámara, mi ordenador y AdestrApp, el sistema de captación y transmisión de vídeo en tiempo real creado por Balidea, la empresa donde trabajo como ingeniero.
En los entrenamientos hago de ayudante técnico. Kluivert y Clarence me dan confianza para que pueda dirigirme a los jugadores, corregirles y darles feedback. También me encargo del análisis previo y pospartido.
Los 11 titulares en nuestra primera convocatoria juegan en diez países distintos: Portugal, Italia, Francia, España, Inglaterra, China, Rusia, Rumanía, Grecia y Escocia. Por ello, nuestro mayor problema es conjuntarlos tácticamente. En cambio, nuestras fortalezas son su poderío físico y su gran calidad técnica.
A pesar de tener nuestra clasificación asegurada, por ser la sede de la Copa África de este año, participábamos en la fase de clasificación. Esto me permitió conocer distintos países, como Kenia (entrenamos en el estadio donde habitualmente se preparan los campeones olímpicos de Atletismo), Comoros (una isla volcánica del océano Índico con un paisaje impresionante, pero con un campo con aforo de 2.000 personas al que asistieron 8.000), Marruecos (nuestro gran rival en el grupo) y Malaui (un partido bajo condiciones de calor y humedad insoportables).
Debido al cambio de sede de la Copa África, de Camerún a Egipto (por incumplimiento de plazos en las obras de infraestructuras), antes del último partido pasamos de estar clasificados a no estarlo, y a depender de ese resultado.
La tensión se vivió durante toda la semana en los entrenamientos con alrededor de 2.000 aficionados en las gradas. Uno de esos días, los guardias de seguridad no me permitían el acceso, lo que solventé diciendo que había entrenado en el Deportivo de A Coruña, equipo que conocían gracias a Jacques Songo’o.
El día del partido en Yaundé, los leones indomables tuvimos el apoyo de unos 50.000 seguidores que hicieron del fútbol una fiesta. Las gradas vibraban con los bailes y cantos africanos y cada gol era una explosión de júbilo. Al final del partido, toda la gente permaneció en las gradas animando a sus jugadores, dándoles las gracias por la victoria y la clasificación.
La fiesta continuó en el vestuario con la recepción del ministro de Deportes y el presidente de la federación, y con los jugadores y el cuerpo técnico bailando al ritmo de la música camerunesa, disfrutando el sabor de la victoria.
Antes de abandonar el estadio, repetimos nuestra particular ceremonia, unirnos en un círculo para rezar juntos y dar gracias por lo conseguido. ¡Nos vemos en Egipto!