Riazor resiste en el desierto

TORRE DE MARATHÓN

César Quian

La grada, otra vez por debajo de los 15.000 aficionados, volvió a apoyar de principio a fin y solo disparó los reproches al final hacia Del Pozo y la directiva

21 oct 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Nada ofrece el Dépor y todo entrega la afición, pero Riazor no obra milagros. Inasequible al desaliento y sabedor de que sin ella este equipo no es nada, la hinchada no paró de animar, y de paso perdonar, el desastroso partido. Hasta que el Málaga marcó el segundo gol, en el coliseo coruñés no se escuchó un reproche o un silbido con el balón en juego. Claro que Montero no recibió aplausos por sus peligrosísimas pérdidas de balón, ni un desaparecido Gaku tuvo que saludar cuando se retiró sustituido, pero el problema de este Deportivo sigue sin sentarse en una grada semivacía.

El estadio de la ola blanquiazul va camino de convertirse en el puerto fallido de un equipo necesitado de algo más que ánimos, empuje e ilusión. Los apenas 14.000 seguidores de ayer no se convirtieron en la peor entrada. Apenas habían acudido 13.000 contra el Mirandés y se había llegado a los 15.000 hace quince días frente al Almería. Los puntos siguen volando del césped a pesar de los irreductibles, de esos que siguen yendo pese al viento, la lluvia y el desierto futbolístico. Son los que tienen entre ceja y ceja que este equipo eche a andar.

La tarde, que comenzó con una manifestación a las puertas del estadio apoyada por la Federación de Peñas en la que se gritaron consignas contra el expresidente Tino Fernández, el actual consejo y el director deportivo Carmelo del Pozo, arrancó suave. Los silbidos esperaron a que el árbitro señalase el descanso. Y llegaron tras el nefasto espectáculo sufrido, con un Dépor que acababa de encajar el primer gol. No se volvieron a escuchar hasta el 0-2, cuando faltaban solo tres minutos. Ahí a los pitos de un estadio en franca retirada, con aficionados ya en las escaleras o por los pasillos, les acompañaron otra vez las quejas contra Tino, Del Pozo y la directiva. Afloraron entonces los pañuelos para retratar el enfado y la amargura por este Dépor que aguantó el chaparrón final desde el centro del campo, pero, en realidad, sigue sin respuesta.