Lucas Pérez: «El ascenso también va por Arsenio, esto lo empezó él»

antía s. aguado A CORUÑA / LA VOZ

TORRE DE MARATHÓN

Los Pablos y Mellita llevaron las voces cantantes en una celebración de complicidad con una afición entregada

13 may 2024 . Actualizado a las 13:09 h.

Una gran expectación y mucha dosis de ojos brillantes por la emoción. Así esperó la gran multitud a los jugadores del Dépor. A sus campeones. Uno a uno, y tras presentar al cuerpo técnico, la plantilla del equipo fue llenando el escenario de la explanada de Riazor. Sin duda alguna, los Pablos, Martínez y Vázquez, fueron los MVPS de la noche en una fiesta en la que Mella y Hugo Rama ejercieron de dúo dinámico, demostrando su complicidad.

El número 3 deportivista subió al escenario coreado por una afición que enloqueció con sus ídolos. Aunque el más aclamado fue Lucas Pérez, muy melancólico y tranquilo durante toda la celebración.

Los jugadores fueron cogiendo ritmo poco a poco. Tímidos al principio, Mellita no tardó en coger el micrófono para cantar al son de Mambo, la canción de esta Piña. Moviendo las caderas, lo dio todo con un José Ángel al que poco le duró la camiseta puesta. El fondo era inmejorable para celebrar. Fuegos artificiales, bengalas y balones gigantes azules y blancos invadieron la explanada. Vázquez no daba crédito de lo que estaba viendo, y no tardó en grabar ensimismado la bonita estampa.

También hubo lugar para más formalismos con la entrada del presidente, Álvaro García Diéguez, que se arrancó a cantar con la plantilla «el Dépor es de Primera, es de Primera». Ya sin el mandatario en el escenario, Mella empezó a corear el «Ale, ale, nos fuimos a la B. Tu curva sigue en pie, nos van a ver volver».

Sweet Carolina y Stamp on the ground comenzaron a sonar antes de Eric Puerto, vistiendo una camiseta vintage del Dépor, cogiese el micrófono. «Yo soy uno más de vosotros. Es celtarra el que no bote», gritó. Lucas negaba con la cabeza. No era el momento de pensar en rivalidades, sino de celebrar el ascenso.

La familia comenzó a llenar la parte de abajo del escenario. Entre ellas, la de Idiakez. El míster, en segundo plano, apareció en escena para regalar un gesto de complicidad a sus hijos, más entregados que su progenitor.

Hugo Rama volvió a hacerse dueño del micrófono para cantar «campeones, campeones», hasta que el turno le llegó a Lucas Pérez. «Quería recordar a todos esos abuelos y abuelas que hacen posible que estamos todos aquí. Gracias por lo que nos habéis dado. Gracias de todo corazón. Esto también va por Arsenio Iglesias. Esto también empezó por él. No lo olvidamos», dijo a modo de reflexión. El punto final de la fiesta lo puso Imanol, pensando que «esta gente se querrá ir a dormir». Pero nada más lejos de la realidad. Todavía quedaba mucho. Con el grupo ya fuera del escenario, la afición siguió bailando y celebrando que, por fin, el Dépor está un paso más cerca de donde se merece.

La emoción de Riazor en el día que llevaba soñando cuatro años

Pedro Barreiros / Antía S. Aguado

 

Horas antes, el pitido final daba rienda suelta a la fiesta en el césped. Fueron momentos de emoción, con muchas lágrimas y abrazos en el césped, pero sobre todo un descorche de alegría y fiesta como hacía muchos años que no se disfrutaba en el estadio. La plantilla capitaneada por Lucas dio la vuelta de honor al campo en medio del fervor deportivista. Casi 32.000 aficionados se emocionaron, cantaron, bailaron y, sobre todo, agitaron sus bufandas al ritmo de un grupo de futbolistas que ha hecho realidad su sueño: devolver al Deportivo a la élite del fútbol español. Aquí comienza otra historia, rezaban los videomarcadores del estadio mientras por la megafonía atronaba el ¡que bote Riazor! y el cemento del estadio no dejaba lugar a dudas: ¡botaba!

Cada uno celebraba el ascenso a su manera: desde la euforia de José Ángel, a las lágrimas de Germán y los pasos de baile de Idiakez. La afición, que como se había pedido siguió desde las gradas justo aquello por el que llevaba soñando desde hacía cuatro años, asistió feliz a la borrachera de felicidad de sus ídolos. La plantilla manteó arrebatada al entrenador y a Lucas Pérez, artífices de un ascenso que ya es matemático cuando aún faltan dos jornadas para el final. «Gracias a todos y forza Dépor», acertó a decir el entrenador con el micrófono en la mano, antes de que el 7 blanquiazul se acordase de algunos que no estaban en el césped, como Álex Bergantiños o el doctor Lariño.

La Segunda División ya espera a un Deportivo que hizo realidad el sueño de su afición, el de volver a la élite por la puerta grande. Mayores y adultos, pero sobre todo muchos niños, entre ellos los recogepelotas del partido, disfrutaron del cierre de una etapa nefasta en la historia del centenario club, pero que ha renacido en una temporada de incondicional amor por el Deportivo.

Una pirotecnia de humo blanquiazul dio continuidad a la fiesta en el césped, donde los jugadores no dudaron en correr agarrados de la mano para lanzarse en el césped en medio del alborozo de la hinchada. La celebración acabó en el círculo central con un gran corro común en que participaron jugadores, niños y hasta Mella a la pata coja. Luego el canterano aún tuvo fuerzas para agarrar el micrófono y cantar arrebatado su amor al Deportivo. Fue la fiesta que cuatro años debía durar.

Todos los caminos se tiñeron de blanquiazul

Miles de aficionados acompañaron el camino del autobús que transportaba a los futbolistas del Deportivo hasta el estadio. La hinchada, que llevaba cuatro años preparándose para un partido como este en que sus colores tenían al alcance de la mano dar el salto a la tercera categoría, arropó a su equipo desde el principio de una jornada histórica. Ya las calles de la ciudad eran un hervidero de camisetas blanquiazules en la jornada del sábado y lo fueron durante todo el domingo, cuando la calle San Juan y la fan zone instalada por el club en la explanada del estadio se poblaron de seguidores con sed de apoyar a su equipo. Todo desembocó en esa marcha de miles de aficionados hasta el estadio y, ya en Riazor, en un recibimiento de época. Las gargantas blanquiazules estallaron cuando el autobús embocó la calle Manuel Murguía y, sobre todo, en el momento en que Lucas Pérez y compañía pisaron el asfalto camino del interior de las instalaciones. Pese a la concentración propia de un partido como ninguno de los otros 34 que habían jugado esta temporada, la plantilla dispuso del calentamiento ideal para un partido en que el equipo entrenado por Idiakez disfrutó de sus mejores minutos de juego precisamente en ese arranque de encuentro en que Riazor rugió como nunca.

La segunda parte otra vez todas las gargantas del estadio dieron aliento a su equipo, y esta vez Lucas Pérez acertó con la red. Fue el gol de toda una vida. El sueño cumplido. La hinchada no se conformó. Tras el festejo arrebatado por la emoción de la grada, todo el estadio botó al compás de un gol que devolvía al Deportivo a la élite del fútbol español.