OPINIÓN
17 sep 2002 . Actualizado a las 07:00 h.LA CONSERVA producto de consumo corriente, es también objeto de lujo, de arte. Decía Nietzsche en su libro Le Gai Savoir que lo conocido es lo habitual y, lo habitual es lo más difícil de reconocer. Que más banal y cotidiano que una conserva, que desde hace más de 150 años se viene fabricando en Galicia aplicando tradición y modernidad, con la tecnología y exigencias de los tiempos. La conserva es un magnífico producto de anticipación. La generación de consumidores pasivos está en vías de extinción. Partiendo de lo natural y de lo ecológico de los productos, de su seguridad y de su salud y de una insaciable curiosidad, el consumidor día a día ha tomado conciencia del papel que juega la conserva en su alimentación. La conserva es a la vez continente opaco y transparencia en el frasco de cristal, resistencia y fragilidad, hermetismo y utopía a la apertura. A través de esta lógica uno puede observar que la conserva es un perfecto arquetipo de la humanidad. El procedimiento de appertización hace que éste tipo de productos sean unos verdaderos conservadores de la naturaleza. Una manera muy particular de proteger los gustos y de conservar las tradiciones gastronómicas. Por todo ello, la conserva appertizada es una solución segura a los problemas de seguridad alimentaria, elaborada con tecnología ultramoderna, con valor nutricional de productos frescos como cocinados en casa, con diversidad alimentaria, calidad, autonomía y rapidez de utilización; un sin fin de características que se pueden encontrar en una simple conserva, respondiendo así a las nuevas exigencias de los consumidores, que quieren, improvisar e inventar con el menor coste posible y en total libertad, una multitud de recetas deliosas.