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Teatro García Barbón

VIGO

26 dic 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

Este año se cumplió -sin gloria ni recuerdo alguno- el centenario del incendio del teatro Rosalía de Castro. El martes de Carnaval de 1910, las llamas consumían el edificio, que había sido inaugurado solo diez años antes, con la fastuosa representación de la ópera Aida , de Verdi.

Las causas del fuego hay que buscarlas en el baile de disfraces que la noche anterior había celebrado allí la sociedad recreativa La Oliva. Rematada la fiesta a altas horas de la madrugada, cualquier colilla de cigarrillo pudo haber provocado el siniestro. Gruesos cortinajes, butacas de madera y la profusión de molduras y angelotes que decoraban el escenario fueron el mejor combustible. Los bomberos de la época contaban con una rudimentaria bomba de agua, instalada en un carro del que tiraban ellos mismos. Colaboraron en la extinción los marineros de una escuadra francesa que esos días fondeaba frente a Vigo. Pero poco pudo hacerse y el inmueble quedó totalmente arruinado.

El filántropo que había sufragado el teatro, José García Barbón, no pudo ver cómo su magna obra era arrasada. Había muerto un año atrás, en 1909, después de pagar también de su bolsillo el edificio de la Escuela de Artes y Oficios. Vigo se quedaba sin teatro y fracasaron los primeros intentos de reconstrucción, pues ni el Ayuntamiento quería sufragar las obras ni había industrial que creyese en el negocio del espectáculo.

Pero García Barbón hizo un nuevo servicio a Vigo, pese a que ya descansaba en su mausoleo en el cementerio de Pereiró. Dos sobrinas del industrial decidieron pagar un nuevo teatro, sufragado con el patrimonio familiar. El proyecto fue encargado al arquitecto Antonio Palacios y las obras comenzaron en 1913.

Por fin, el 23 de abril de 1927, se inaugura el Teatro García Barbón, más grande y suntuoso que el anterior, además de equipado con un auditorio, llamado Sala Rosalía de Castro, y con instalaciones para la sede del Casino.

Sería en la década de 1970 cuando la Caja de Ahorros Municipal de Vigo compraría el inmueble, ya muy deteriorado, para crear su centro cultural. El arquitecto Desiderio Pernas se encargó de reformar el edificio, que incorporaría una luminosa biblioteca en su azotea. En 1984, el centro cultural fue inaugurado.

Sin embargo, en ese mismo momento, la Caja de Ahorros tomó la decisión de dar su nombre al recinto. Desde entonces, se ha llamado Centro Cultural Caixavigo, Caixanova y, por lo visto tras la fusión, ahora Novacaixagalicia. Cualquiera de los tres resultan nombres anodinos. Y tal vez sería bueno restituir al viejo teatro el nombre de quien lo impulsó por dos veces, el benefactor de la ciudad que sufragó de su bolsillo su construcción. Siguiendo el ejemplo del teatro-cine Fraga, donde la extinta Caixa Galicia conservaba el nombre original, sería bueno volver a honrar a un prohombre de nuestra ciudad. Y devolver al recinto su nombre original: Teatro García Barbón.