El mensaje de los alcaldes de las siete ciudades en la última campaña tuvo un denominador común, o más bien dos: que la Xunta las discriminaba, y que prometían colocar a su urbe donde entendían que se merece. Pese a ese toque de fibra local, solo uno de esos regidores se envolvió en la bandera del localismo para agitar a las masas. Y si de aceras y cemento parece que los vigueses seguimos teniendo déficit, también se antoja que aún estamos necesitados de reforzar nuestras raíces patrio-locales, aunque sea Vigo la segunda ciudad gallega con más residentes autóctonos.
Apuntalar esa idea en campaña recibiendo a Francisco Vázquez en la alcaldía hubiera sido un contrasentido después de que Abel Caballero hubiese edificado en su mandato el castillo del nacionalismo local sobre los cimientos de la teoría del «enemigo del norte». También habría sido fuente de artillería popular una foto de Paco y Abel después de que el primero como secretario general del PSdeG y el segundo como candidato a la presidencia de la Xunta en 1997 basaran aquella campaña en fustigar al BNG.
Por ello, la última visita de Vázquez a Vigo no se produjo antes de las elecciones como ocurrió en Lugo, Ribeira y As Pontes. Pero si Caballero quiso evitar echar piedras contra su teoría norticoide y tampoco molestar a los aparatos del PSOE trayendo a Vázquez como figura estelar antes de las elecciones, no pudo evitar que el alcalde que más ha admirado e imita saliese retratado en su despacho loando el aspecto actual de Vigo. Todo un símbolo.
De hecho, Francisco Vázquez siempre ha sido uno de los políticos mejor valorados por los vigueses, pese a los míticos cuernos que mostró al Celta un día en Riazor o la sarna que desde la escalerilla del avión deseó a Vigo, tras lograr mantener los vuelos de Aviaco en Alvedro. Por ese reconocimiento de los vigueses, que ansiaban una figura en el Concello como él, otros regidores antes que Caballero no dudaron en hacerse la misma foto que Abel.
Ventura Pérez Mariño contó con Vázquez en un acto de campaña electoral, tras pedirle que realizase la visita José Blanco, como se explicó entonces. Y antes fue Manuel Pérez quien logró la cita con el coruñés tras haber ganado las elecciones y antes de haber tomado posesión, lo que propició ríos de tinta, pues en Vigo seguía gobernando el socialista Carlos Príncipe, aunque fuera en funciones. El encuentro, en todo caso, fue en terreno neutral, en Santiago y para comer. Ambos habían coincidido en la oposición a la Inspección de Trabajo e incluso se asegura que Pérez hizo de canguro cuidando en alguna ocasión de uno de los vástagos del coruñés.
El propio Príncipe ya había propiciado al iniciar su mandato en 1991 la visita oficial de Vázquez al Concello, e incluso ser recibido como alcalde de Vigo con honores en María Pita.
La historia es así, a la búsqueda de la bendición del norte, pese a arengar contra sus ataques. La clásica fórmula del enemigo exterior, al que atribuir los males que se trata de ocultar en el interior.