«Espero el domingo como agua de mayo para jugar al fútbol»

Soledad Antón García
soledad antón VIGO / LA VOZ

VIGO

Oscar Vazquez

Dejar la política activa le ha permitido rematar su tesis doctoral

20 feb 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

No se atreve Carlos Mantilla a decir que no va a volver a beber del agua de la política, pero lo cierto es que después de tres años alejado de la primera línea el gusanillo ya no pica con la misma intensidad. «Ha sido la mitad de mi vida, así que desaparecer supongo que no desaparecerá nunca», dice. Sonríe cuando la periodista le pregunta si, tras el 20-N, no le ha llamado Mariano Rajoy. «Mariano es muy amigo y sabe que me tiene para lo que necesite», se limita a afirmar.

Lo cierto es que desde que en el 2008 colgó las botas de diputado nacional Carlos Mantilla vive entregado a su trabajo de despacho de economista, sus administraciones concursales -fue ponente principal de la Ley Concursal, que se aprobó por unanimidad-, sus contabilidades y, lo más sorprendente, a rematar su tesis doctoral -«por unas cosas o por otras no tuve tiempo antes»-, que leerá dentro de unas semanas.

Conociendo su trayectoria el cum laude está hecho. Seguro que de niño, en su Areas natal, una minúscula aldea de Sober de apenas media docena de casas, no llegó a imaginar el futuro que le esperaba. Las dos primeras matrículas de honor se las ganó a pulso con diez años cuando se presentó por libre a los exámenes de ingreso y primero de bachillerato en Ourense. Compatibilizaba los estudios con el cuidado de las cabras, como tantos chavales hijos de pequeños agricultores. «Las cabras eran nuestra Larsa privada», ironiza.

Aquella buena disposición para los estudios y la mediación de un amigo de la familia, en cuya casa residió durante un tiempo, fueron su salvoconducto para trasladarse a Vigo y estudiar en la Escuela de Comercio. La normativa decía que la edad mínima para matricularse eran los 12 años, pero Mantilla ni siquiera había cumplido los 11.

Han pasado cincuenta y tantos años y aún sigue vinculado a dicha escuela. Y es que cuando remató los cinco años de peritaje empalmó con los tres -«y reválida», apostilla- de profesor mercantil. Abducido como estaba por los números, terminó por matricularse en Económicas, pese a que en Álvarez, por entonces una firma puntera en Europa, le habían recibido con los brazos abiertos como inspector de contabilidad. Estuvo apenas nueve meses, pero debió de dejar muy buen sabor de boca porque «me recogían todos los veranos, con lo que eso suponía para la economía de un estudiante», dice.

Recién licenciado, se abrió para el joven Mantilla una espita que ya nunca volvió a cerrarse, la del pluriempleo. Compatibilizaba su trabajo como responsable económico en Vulcano -«viví parte de la edad de oro del astillero con tres y cuatro barcos en grada», recuerda-, con las clases en la Escuela de Comercio, donde empezó granjearse la fama de profesor duro, ahora en excedencia, que aún le acompaña. «La escuela era la dura. No existe hoy ninguna facultad en España que tenga el plantel de profesionales que tenía en aquel momento el centro», asegura. Se entiende que, puesto a elegir rincón favorito, tuviera dudas entre Peritos y Samil. Al final se decantó por el arenal. Allí fue donde, de la mano de Leri, empezó a jugar al fútbol en el Contra Viento y Marea, equipo de cuya plantilla sigue formando parte, junto a Javier Guerra y Barbosa, entre otros. «Estoy esperando como santo advenimiento, como agua de mayo, que llegue el domingo para jugar al fútbol», dice. Una gran fotografía del equipo hecha hace 30 años ocupa lugar preferente en su despacho. En otra esquina bien visible tiene la Cruz de San Raimundo de Peñafort que le impusieron tras aprobarse en el Parlamento la Ley Concursal que él defendió como ponente. «Fue el día más emocionante de mi vida política», reconoce. Puede presumir también de haber sido ponente de la primera Ley de Pesca, que se aprobó por unanimidad. En las antípodas, el día más amargo, fue el 13-M, cuando agredieron a su hija Elena en la sede del PP. «Fue horrible».

CIUDADANOS EN SU RINCÓN Carlos Mantilla Economista y auditor