Toros y gallos

Eduardo Rolland
Eduardo Rolland LA BUJÍA

VIGO

20 sep 2013 . Actualizado a las 11:21 h.

Si voy por la A-6 y me quedo sin gasolina en Tordesillas, prometo empujar el coche hasta Rueda, Medina del Campo o Arévalo. Aunque sea un mediodía de agosto con 50 grados a la sombra. Porque no pienso pisar esa villa de la provincia de Valladolid ni aunque se me pare el coche o me esté muriendo de hambre o de sed. Queda vetado para mí todo lo que tenga alguna relación con un lugar donde se festeja la barbarie.

La salvajada del Toro de la Vega me produce náuseas. En una nueva edición de la aberración, esta semana fue alanceado hasta la muerte el toro Vulcano, un pobre bicho inocente con el se divierten unos bárbaros, torturándolo hasta la muerte. Produce auténtica vergüenza vivir en el mismo país donde una gente goza con estas cafradas.

Es increíble que se permita esta monstruosidad, disfrazada de «tradición cultural», con la anuencia de una Junta del PP y de un ayuntamiento gobernado por el PSOE. Es alarmante la falta de valentía de los dos grandes partidos para poner fin a esta indecencia.

Lo curioso es que no sucede lo mismo en todas partes. Yo vivo en la ría de Vigo, que baña un municipio llamado Vilaboa. Allí se celebra desde hace siglos la Corrida do galo. Tradicionalmente, los ancianos tomaban al gallo más pintado del pueblo y lo inmovilizaban para que fuese capturado por sus convecinos. El bicho sufría y, en no pocas ocasiones, moría descoyuntado. Pues bien: Esto fue prohibido a finales de los años 80 del siglo pasado. La Guardia Civil llegó a intervenir en Vilaboa para impedir que se celebrase. Hoy, el gallo es de plástico o se sustituye por un saco. Es todo un triunfo de humanidad que honra a Vilaboa. Pero, ¿por qué hay dos raseros? ¿Por qué no se prohíbe el Toro de la Vega? ¿Pero en qué país vivimos?

eduardorolland@hotmail.com

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