Funciona como una reserva de biodiversidad para su entorno
06 oct 2013 . Actualizado a las 20:35 h.No todo es hincar los codos, desarrollar patentes o esperar estoicamente por el transporte público. El campus de la Universidad de Vigo ofrece la oportunidad de descubrir más de un centenar de especies singulares de flora y fauna, algo no tan conocido como las aulas. Sus singulares características hacen que funcione como una reserva de biodiversidad para su entorno, de ahí que más de uno haya sustituido la palabra campus por la de montus de Vigo.
Descubrir una manada de caballos salvajes entre matorrales, un rebaño de ovejas haciendo las veces de cortacésped o una hilera de patos desplazándose por alguna de las lagunas entre los juncos, no resulta ni mucho menos extraño. Sin embargo, solo son tres de las muchas posibilidades que ofrece la Universidad de Vigo. Con un mínimo de paciencia y un poco de suerte se pueden llegar a ver conejos, zorros, tejones, garduñas, pájaros carpinteros, ánades reales, garzas, ardillas, cárabos, buitres leonados, lagartos, culebras, víboras de Seoane, tritones, sapos comunes, tortugas y salamandras rabilargas, estas últimas con un nivel de protección muy elevado a nivel europeo. Las dieciocho especies de mariposas clasificadas hasta ahora tampoco dejan indiferente a nadie. Una auténtica reserva que desde la oficina de medio ambiente de la Universidad se cuida como oro en paño. A veces hasta se llegan a crear zonas asilvestradas para refugio de la fauna, al mismo tiempo que se utilizan como barreras paisajísticas. En las medianeras de la Facultad de Filología y Traducción, donde se ubica la oficina de medio ambiente, se han colocado cajas-nido para murciélagos y rapaces.
Llegada la observación de la flora, que nadie se espere los típicos parterres franceses o los diseños ingleses del siglo XVII. Para eso ya está Castrelos.
En el campus de la Universidad se ha optado por dejar que la naturaleza campe a sus anchas. Detrás de esa apariencia salvaje se esconde una labor ingente de los responsables de la oficina de medio ambiente, ayudados a veces por becarios. Combatir las especies invasoras, como la acacia negra o la mimosa, es una de sus muchas funciones. Sobre ellas se aplica un control mecánico sin recurrir a herbicidas. Lo que se intenta en principio es crear ecosistemas diferenciados. Abedules, sauces y alisos se alzan próximos a las zonas fluviales bien adecentadas. En espacios más soleados se pueden ver alcornoques, laureles, madroños y jaras. A los anteriores se suma una zona de bosque mixto atlántico con serbales, acebos y pinos. Por tener, el campus tiene hasta un tojo especial en declive, el Ulex minor, y, en general, una variada flora de sotobosque con tojos, retama, uces, brezo y prados. Entre las distintas variedades de orquídeas se encuentran las Serapias lingua, conocidas también por orquídeas de Galicia, o las Dactylorhizas elata.
Herba dos pitos o Aquilegia vulgaris, helechos radiales y cerezos de racimo son otras de las especies apreciadas sin el mayor esfuerzo. Unas salen por sí solas y otras se plantan tras permanecer un par de años en alguno de los dos invernaderos del propio campus.
La Universidad lo aprovecha todo. Con los residuos que genera hace compost para devolverlo al campo y enriquecer el suelo. Liquidámbar, enebro, avellanos, castaños, perales, manzanos y hasta setenta frutales se esparcen entre las distintas escuelas y facultades. Buena parte de las especies singulares del campus figura en el catálogo del Concello.