Todos los vigueses tuvimos el pasado año la oportunidad de aprender coreano. Lo hicimos gracias al delantero Park Chu Young, nombre que viene de Park (tuerce) y Chu Young (botas). En 21 partidos con el Celta, marcó tres goles.
Para compensar la sequía de nuestro héroe, se nos dijo que vendía mucho en Corea. Considerado allí una celebridad, popularizó Vigo en su país de origen. Incluso el Concello organizó un sarao en la plaza de la Princesa, que fue cubierto por varios medios coreanos.
Sin embargo, por propia experiencia, yo no estoy muy seguro de que Park (tuerce) Chu Young (botas) lograse situar a Vigo en el mapa coreano. Cuando viajo por el mundo y digo la palabra Vigo, la gente salta como un resorte: «¡Celtavigo!», dicen. Lo cual significa que les suena el nombre. Y que les remite a un equipo de fútbol. Pero, en cuanto indago un poco, nadie sabe dónde está nuestra ciudad, a qué se dedica ni si es vecina de Osasuna o de Real Sociedad.
Soy de los que creo que el Celta da dinero a la ciudad. Lo hace, por ejemplo, en partidos como el de Copa ante el Athletic, que llenó bares y hoteles en diciembre. Pero dudo mucho que nos dé una imagen real en el exterior. Saber decir «Celtavigo» no es más que decir Aston Villa, Crystal Palace o Anderlecht. De las ciudades que representan, la gente sabe poco o nada.
Ayer, el rector de Vigo se reunió con un homólogo coreano. Y el visitante dijo que le gustaba la ciudad y que su Universidad «es fuerte en aeroespacial y nanotecnología». Así que, al menos, ya sabe más que su compatriota delantero. E incluso sabrá explicarlo de vuelta en su país. Por tanto, no lo olvidemos. Yo sí creo que el Celta promociona la ciudad. Pero no más que el Puerto, la Universidad, las Cíes o la fábrica de Citroën, por ejemplo.
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