La factoría de Citroën fue la que trajo al rey a Vigo por primera y última vez
03 jun 2014 . Actualizado a las 07:00 h.Eran tiempos convulsos, aquellos que eligió el rey de España para visitar Vigo por primera vez. «¡Amnistía!», le gritaban por la calle, entre vivas. «¡Despedidos, readmisión!», se escuchaba entre los vítores y aplausos que lo aclamaban durante su paseo por Citroën Hispania, el 26 de julio de 1976. Una y otra vez. Los directivos de la fábrica le mostraban su trabajo, le enseñaban modelos y naves. Los gritos seguían: «¡Despedidos, readmisión!».
El rey decidió acercarse a a los miembros de lo que entonces se llamaba el jurado de empresa y encarar los problemas reales.
-Estamos todos en la misma cazuela -dijo a los sindicalistas.
-Maxestade, se vós poñedes os cinco sentidos, nós poremos os dez por España -le contestó un operario.
Después de la visita a Citroën, Juan Carlos y Sofía se fueron a inaugurar el nuevo edificio del Ayuntamiento, con el alcalde Joaquín García Picher, y luego la Casa del Mar de Cangas. Fue la primera de varias visitas a Vigo y su entorno. Y a Citroën, adonde volvió por última vez en el año 2008 con motivo del 50 aniversario.
Aunque en sus 39 años de reinado, Juan Carlos I ha sido más baionés que vigués. Sobre todo al final. Su pasión por el mar lo trajo a la salida de la regata mundial Volvo Ocean Race. «Fue complicadísimo porque diluviaba», rememora Corina Porro, «pero él me dijo que era la mejor salida de una Volvo que había visto». Según la entonces alcaldesa, «la Volvo salió de Vigo, y tuvimos nuestro momento de gloria, porque la consiguió el rey».
Sí. Fue un asiduo de Baiona. Entre el 2001 y el 2004 no falló a la regata del Monte Real Club de Yates, a principios de septiembre. El periodista vigués experto temas náuticos, Juan Caballero, tuvo ocasión de regatear con él cuando embarcó como jefe de prensa de un TP 52, «un pura sangre» patrocinado por Corporación Caixa Galicia con dieciséis tripulantes a bordo. Fue durante los años 2007 y 2008. «Es lo que se llama un hombre deportivo, noble en la competición y al mismo tiempo muy competitivo; una figura deportiva», comenta Juan Caballero. Tuvo ocasión de comprobarlo en los viajes por el Mediterráneo: «Era como uno más de la tripulación, organizábamos pachangas, era muy participativo». Recuerda que a bordo comía un bocadillo, como todos, y que no tenían problemas de movilidad con la guardia real: «Nunca iba en la embarcación. La guardia real se movía siempre en una lancha neumática».
En su opinión, el deporte de la vela en España no se entendería sin la figura del rey, «un valor extraordinario para potenciar este deporte como demuestra el hecho de que haya dado tantas medallas de oro a España y que la haya convertido en una potencia mundial en vela». Caballero sabe bien lo que, sobre todo, le gustaba al rey, ni más ni menos que navegar por Baiona, «un lugar privilegiado para él».
El exalcalde Manuel Pérez recuerda el buen conocimiento que el rey suele mostrar de los lugares que visita. En su etapa al frente del Concello, durante una visita a Santiago, «me preguntó por el Celta, que jugaba en Europa, por el naval, por Citroën...». Pérez cree que ahora «el príncipe tiene que ganarse cada día su puesto, porque en este país hay más juancarlistas que monárquicos». Le ocurrió igual a Carlos Príncipe, a quien, como senador y tras haber abandonado la alcaldía, el rey le preguntó en el Senado por el conflicto de la empacadora. Desde el respeto institucional, Príncipe es contundente: «Hay una generación entera que no estaba en la transición y tiene que votar».
Manoel Soto es más misterioso y asegura que participó en muchas conversaciones cuyo contenido prefiere preservar. Dice que le entusiasmó el proyecto para hacer un parque botánico. «Comentámoslle o proxecto porque queríamos poñerlle Raíña Sofía de nome, queríamos que fose o gran botánico de Galicia». El proyecto no tuvo continuidad. Soto cree que ahora habría que buscar «un proceso consensuado por todos».
la abdicación del rey el paso de juan carlos de borbón por vigo