Chapuzones sin complejos en las Rías Baixas

Alejandra Pascual Santiago
alejandra pascual VIGO / LA VOZ

VIGO

CARLOS IGLESIAS

Congregan el mayor número de playas nudistas en Galicia, pero los usuarios lo ven insuficiente

19 ago 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

El litoral de las Rías Baixas es el que reúne un mayor número de playas nudistas en toda la costa gallega. De hecho, es el de mayor tradición desde que surgió la lucha por la legalización de esta práctica en los años 80 del siglo pasado.

La provincia de Pontevedra podría pasar por ser el gran paraíso para los amantes de los chapuzones sin complejos. Entre todos los arenales suman más de seis kilómetros, aunque las cifras sobre el número real de playas naturistas son confusos. La Federación Española de Naturismo reconoce 18 donde se practica el nudismo en la provincia de Pontevedra, que sin embargo Turismo de Galicia rebaja a 13.

Las orillas que reconocen ambas organizaciones como nudistas son, de norte a sur, las calas del Parque Natural de Carreirón, Aguieira, Con do Corvo, Canelas, Bascuas, Melide (Ons), Tulla, Barra, Figueiras, Os Alemáns, Fontaíña, Os Muíños (también conocida como Fortiñón) y A Noiva. Turismo de Galicia, a mayores, incluye en dicha clasificación a la de Abelleira en San Vicente do Mar y la Federación Española Naturista señala por su parte a la playa de Castiñeira, esta misma confirmada por el Concello de O Grove; la cala de Os Namorados de Marín; las playas de Bueu de Sartaxéns y Pedrón, y la joya de San Martiño, en la isla Sur de las Cíes, a la que únicamente se puede acceder en embarcaciones privadas.

Toda esta oferta de arenales, sin embargo, parece no ser suficiente para muchos de sus usuarios frecuentes. Los nudistas se quejan de la saturación, sobre todo en las playas interurbanas. En Baluarte, por ejemplo, una cala ubicada en la parroquia viguesa de Coruxo y a la que llegan dos líneas de Vitrasa, en un día de sol resulta complicado estirar la toalla. «Necesitamos más arena», dice Olivia Pereiro, una de las bañistas. «La protección de las dunas nos ha quitado arena en la playa y ahora mismo está llena de rocas», añade. Lo cierto es que es un día laboral, en esta playa de 120 metros de largo las toallas están pegadas unas a otras. «Y eso que por ahora somos pocos», advertía Olivia. Como viguesa acostumbrada a los discursos del alcalde, esta usuaria de las playas nudistas reivindica: «Nos hace falta la mejor playa nudista del mundo, tienen mejor playa los perros de A Foz que nosotros».

Fontaíña está al lado. En el año 2003 fue el lugar de reunión de medio centenar de bañistas que reclamaban una playa nudista en Vigo, sin necesidad de cruzar hasta Cangas o a las Cíes.

Una tendencia al alza entre todos los arenales nudistas es la cada vez mayor presencia de lo que ellos conocen como textiles, los bañistas que llevan ropa y que motivan debates encendidos entre todos los naturistas. Los hay quienes defienden que las playas nudistas deberían estar únicamente habitadas por gente sin ropa y, en la otra cara de la moneda, quienes aceptan, como muestra de respeto y tolerancia, la presencia de gente en bañador.

Iñaki Borrue, un bañista vasco que se ha recorrido todo el norte de la Península hasta el paraíso naturista de Barra, critica el vacío legal que existe en la regulación de estas playas y apuesta por una «normativa en la que se nombren aquellas playas donde se permita el nudismo y aquellas en las que no». Otra forma de concebir esta disciplina la marca Begoña Blanco, una bañista habitual de O Fortiñón, en la parroquia viguesa de Saiáns, que defiende que la forma en la que está organizado ese arenal es «el ideal». Como estudiante de Bellas Artes, advierte, posó desnuda durante su etapa universitaria. Alude a que su arenal cuenta con una línea imaginaria pero asumida por todos que separa la zona de nudistas y de textiles. Junto a su pareja, Begoña hace hincapié en que utilizar a los niños como excusa para prohibir el nudismo es absurdo. «Ellos son los que tienen el instinto sexual menos desarrollado, lo ven como algo natural», mantiene.

 MIGUEL CANCIO, DEL ACTIVISMO NUDISTA

«En sus comienzos, estuvo relacionado con la modernidad, la ecología y el ansia de libertad, pero las modas pasan»

El nudismo arrancó en los años 70 en España conformando una oda a la naturalidad. En la historia de Galicia, un movimiento nudista nacido en las playas de las Rías Baixas necesitó seis años, desde 1983 a 1989, para lograr la legalización de los cuerpos desnudos en los arenales. Dichos movimientos estuvieron encabezados por el sociólogo Miguel Cancio y en ellos participó incluso el alcalde de Vigo, Abel Caballero, en su condición entonces de diputado con el objetivo de lograr la aceptación del nudismo.

Cancio arrancó junto a otros compañeros del Partido Comunista una lucha en la playa de Baroña en favor de los cuerpos desnudos en los arenales. «Queríamos playas legalizadas donde la gente, de acuerdo con las libertades democráticas de la época, no se viese violentada por ir desnuda», dice este antiguo y controvertido profesor de la Universidade de Santiago.

Miguel Cancio confiesa haber abandonado las playas nudistas, y las playas en general desde hace más de diez años, pero admite no haber percibido un mayor aumento de asistencia a los rincones reservados para los nudistas conforme pasa el tiempo.

«En sus comienzos el nudismo estuvo relacionado con la modernidad, la ecología y el ansia de libertad de la época. Pero como en todas las cosas de esta vida, las modas se pasan», señala Cancio refiriéndose a que el nivel de asistencia de gente a playas nudistas es regular una vez que se han superado las épocas en las que era una novedad.

Una tendencia que advierte tanto en el movimiento nudista que se iniciaba a finales de los 80 como en la época actual es que muchos usuarios se unen a esta práctica «por moda». «Había quienes lo practicaban porque era lo último, para mostrarse libertarios, modernos o experimentales, pero no entendían el verdadero significado naturista de esta práctica», asegura.