La embajadora de la India en las Rías Baixas

Begoña Rodríguez Sotelino
begoña r. sotelino VIGO / LA VOZ

VIGO

M.MORALEJO

Olga Herrero abrió hace casi 40 años en Vigo la tienda Allur, un pequeño local con artesanía del país asiático. Con otro local en Cangas ha incrementado un idilio de lo más exótico que ella considera que es para siempre

20 feb 2021 . Actualizado a las 00:28 h.

Cuando lea estas líneas, la protagonista de esta historia estará a miles de kilómetros de aquí. Aproximadamente, a unos ocho mil. Mentalmente es donde suele estar Olga Herrero, pero ahora, además, un avión ha trasladado su materia física hasta el país en el que encontró hace casi 40 años, una fuente de felicidad y de energía inagotable que lejos de perder fuelle, ha ido creciendo en ella con una alegría contagiosa.

La viguesa que creció al lado del monte de O Castro nunca se imaginó un guion como el que fue escribiendo con cada paso que daba, pese a que aquella joven que asistía a las clases nocturnas de Magisterio y que de 1980 a 1984 trabajaba de día en el Uf, el café bar que llevaba junto a dos personas más, apuntaba maneras de aventurera.

Pero nada hacía presagiar que un viaje a la India que ni recuerda cómo surgió, la marcó para siempre. «Tenía veintitantos años, nunca había ido a un país tan diferente y me embalé, me fui con poco dinero, billete de ida y sin hablar palabra de inglés», recuerda sobre aquella primera incursión que «me cambió la vida. De hecho la gente que me conocía me decía que al volver, yo era otra persona», afirma.

Eso, sin contar que de la India, además de volver enamorada del país, llegó a Madrid tres meses después en estado febril. «Me ingresaron en la unidad de medicina tropical del Ramón y Cajal al borde del coma profundo». Tras recuperarse de las secuelas de tifus que le llevó más de un año remontar, la viguesa volvió con la misma matraca de regresar al país asiático a toda costa.

Para ello sobraban ganas pero faltaba cómo costearse el plan, y fue cuando se le ocurrió montar una tienda en Vigo especializada en objetos y productos de artesanía que ella iría a comprar periódicamente tras largas temporadas de estancia en las que se iría haciendo una experta sobre el terreno. «Me pareció la manera perfecta de construir un puente que me permitiera ganarme la vida y viajar allí, aunque mi idea inicial no era solo una tienda, sino también un punto de encuentro de viajeros con una carga ética y un compromiso importante», asegura.

Apostó por un local en un Casco Vello vigués que entonces, en 1984, era un barrio en sus peores años de marginalidad. Y nació Allur, como el nombre de una ciudad del estado de Andhra Pradesh. «Mi madre, que era un cielo, me prestó dinero aunque no quería que me marchase de nuevo», cuenta sobre un proyecto que consolidó con mucho trabajo en solitario, pero también un disfrute y una libertad de movimientos que no cambia por nada. «Empecé sola y ahora somos cuatro mujeres empoderadas y sobre todo, amigas. Martina, Andrea y María, también muy viajeras, me llevan la tienda cuando no estoy, por eso me puedo permitir hacer lo que hago», admite sobre, por ejemplo, estar más de medio año entre la India y Nepal, y ya de paso, recorrer el sudeste asiático y medio mundo.

Ella va comprando productos autóctonos en lugares donde hace parada. Desde India como base, va a Vietnam, Camboya, China, Myanmar... con una ética estricta en cuando a las condiciones laborales de sus proveedores, que conoce bien y por eso tiene querencia por pequeños gremios.

Olga Herrero explica que tiene doble nacionalidad y está casada con un indio, «pero llegamos a un acuerdo de vida independiente, tenemos una relación muy libre, él lleva un alojamiento para mochileros en Jaipur, aunque ahora está parado por el covid. Viene los veranos y viaja por aquí, y yo cuando voy, estoy con él muy poco». Después de tantos años, la viguesa que ya tiene también nombre autóctono (Usha Sharma), dispone de una red de amistades, casi familia, cuyos hijos ha visto crecer, donde tiene siempre de alojamiento. El confinamiento la pilló en Pushkar, con una amiga, cerca de un lago sagrado. Olga, que no tiene propiedades en su país de adopción, reconoce que se lo está planteando porque le gustaría poner en marcha una oenegé para mujeres maltratadas, «pero es solo una idea», admite. La pasión india está en los genes Herrero. Su hermana Neneta se ocupa de Shanga, escuela que pusieron en marcha juntas hace años y hacen proyectos con el Instituto María Soliño en Cangas, La localidad de O Morrazo es su otro Shangri-La, su paraíso cercano donde en el 2007 abrió otra embajada de Allur. La pandemia hizo que no tuviese más remedio que asentarse. «Me varé por las circunstancias, pero lo normal es quedarme solo tres meses», reconoce. Por eso, cuando esta semana alzó el vuelo, la emoción por volver a decir namasté era indescriptible.

Desde 1984

Dónde está Allur 

Calle Méndez Núñez 14, en Vigo, y calle Lirio 6, en Cangas.