40 años siendo entrenador de cantera

Míriam Vázquez Fraga VIGO / LA VOZ

VIGO

XOAN CARLOS GIL

Kike, como le conocen sus jugadores, sigue en activo como técnico tras empezar en el año 1980

15 mar 2021 . Actualizado a las 18:19 h.

Se llama Enrique Manuel Fernández Ramos, pero para la incalculable cifra de niños a los que ha entrenado a lo largo de los últimos 40 años es simplemente Kike. Un técnico que primero fue jugador, que comenzó a darle al balón «de muy pequeñito en el Arenal» y que al volver de la mili, con 27 años, se pasó a los banquillos. «Y hasta hoy», cuenta con orgullo y sin que por su cabeza sobrevuele por el momento la idea de parar. «Tengo 68 años, aún soy joven dentro de lo que cabe y, mientras las fuerzas aguanten, seguiré», dice el hoy entrenador y vicepresidente del Balaídos C. F.

Ese club es el último de una lista interminable que comienza por el San Miguel, donde se estrenó dirigiendo a un conjunto de infantiles. «Quien me llevó allí fue Juan Carlos Padín, que era tío de mi mujer. Él entrenaba a los juveniles, le faltaba un técnico y comencé de su mano», recuerda. Pero no fue por hacerle un favor, o en todo caso el favor fue mutuo. «Me apetecía mucho, yo ya había sentido la vocación de entrenador», recalca. De hecho, en el vestuario ya se le veía madera. «Varios de los técnicos que había tenido ya me mandaban a mí hacer la preparación física de los compañeros. Lo llevaba en la sangre, como dice el otro».

Cuatro décadas después, se encuentra a algunos de aquellos primeros niños a los que entrenó, ahora en compañía de sus propios hijos. «Es curioso. Hace poco se me acerca un matrimonio con un niño pequeño y me dice él: ‘¡Hola, Kike! Y yo pensando: ‘¡Coño, este me debe de conocer por el fútbol!’. Y efectivamente, era un jugador de aquella época», relata. Con chavales de etapas posteriores le pasa continuamente. «Cuando los veo con sus niños, les digo: ‘¿Qué, un nuevo fichaje?’», añade divertido.

Que no duden en acercarse a saludarle tanto tiempo después es síntoma de que deja buen recuerdo. «Es un orgullo ver que aún te quieren. Mi trato con los jugadores siempre ha sido muy bueno. No falta aquel que no juega mucho y está algo descontento, pero son minoría», señala. A su lado en el Balaídos tiene actualmente a dos técnicos a los que también entrenó. «Me piden consejo y trato de orientarles diciendo cómo lo haría yo, si me parece que deben ir por aquí o por allá», comenta.

A Kike siempre le han tirado los niños, porque aunque tuvo una experiencia con un conjunto sénior, no fue lo mismo. «Probé en un equipo de Tercera Regional del Calvario, pero no me gustó y no quise saber más de categorías grandes. Soy un entrenador de cantera», proclama. Dentro de eso, disfruta más con los más pequeños. «¡Tienen cada cosa! ¡Son de listos...! Tengo que decirles que no me llamen profesor porque están acostumbrados así del cole. Para mí los benjamines y prebenjamines son lo más bonito que te puedes echar a la cara».

Con una extensísima lista de clubes a sus espaldas, durante un tiempo le gustaba cambiar de aires cada temporada o cada dos y también se tomó alguna sabática por cuestiones familiares, de salud o por la dificultad de compaginar con el trabajo, aunque enseguida le estaban llamando para volver, revela. Ahora, jubilado, tiene «todo el tiempo del mundo» e incluso se ha animado por primera vez como directivo. «El presidente, Daniel Costas, me pidió que le echara una mano y aquí estoy. Llevo los temas de entrenamientos, la parte deportiva», precisa.

Solo en el Sárdoma había hecho años atrás labores de directiva. Sobre con qué faceta se queda, no caben las dudas. «Me gusta más entrenar, pero a estas edades tienes que ir dejando también que pase la gente joven y dar un paso atrás a funciones de dirección deportiva o scouting, como le llaman ahora», dice.

Y además de la terminología, ¿qué grandes cambios percibe en el fútbol desde sus inicios? «¡Dios mío, es como el agua al vino!», introduce. Destaca que ahora cuentan con programas de metodología con los que enseñan «cómo se le pega a un balón, las progresiones, las conducciones, a darle de cabeza... Hay muchas más historias y por eso de las canteras sale gente tan estudiada, que aplica muchos métodos nuevos y muy buenos», reconoce.

Kike recibió hace unos días el premio de la Fundación VIDE al mejor entrenador en una entrega en la que también se homenajeaba a su mentor, Padín, fallecido el año pasado. «Ser entrenador me ha dado muchas satisfacciones, pero este premio fue una grandísima inyección de moral, una satisfacción enorme, y más siendo también un homenaje a mi tío, la persona que me inculcó cómo se hace esto», recuerda con gran emoción.