Aunque del metal extremo no se vive, Maromaco no ceja en su despiadada agresión sónica
29 sep 2021 . Actualizado a las 05:00 h.Solo un accidente, o tal vez una aviesa y conveniente maniobra familiar -al fin y al cabo, tanto su padre como su madre son cacereños- impidió que Javi Alonso, más conocido como Raper, naciese en Vilagarcía de Arousa. Lo hizo en Cáceres, como los autores de sus días, en el verano de 1997, y a las pocas semanas los tres regresaron a orillas de la ría, donde nuestro hombre residió hasta la adolescencia y sentó las bases de su grave extravío musical. Él es la conexión arousana de Maromaco, una banda de grindcore y metal extremo a cuyos tres miembros les importa un higo chumbo que en su tierra no exista un humus digno del radical estilo que practican. Parecerá una contradicción en términos, pero en Extremadura no hay escena extrema. Algo que no les ha impedido firmar cuatro álbumes, entre una demo, un EP, un larga duración y su último trabajo, un vinilo que comparten con los hermanos Jevi GZ y Richar, las dos piezas de Pneura, que sirven desde Verín su propia avalancha de death metal no menos arrollador. Una cara para cada grupo en Splitraioto, no apto para oídos remilgados.
«En el rollo underground mola mucho esto del split [los discos compartidos, para entendernos], porque, aparte de que también compartes gastos, es bonito ver el hermanamiento entre bandas. A Pneura los conocimos en Palencia, en el Brutólogos, que era un festival a nivel nacional de los más guapos y ahora con la pandemia se ha ido al garete», explica Raper, quien tampoco tiene inconveniente en aclarar que el apodo procede de Rapeiro, que se lo impusieron cuando regresó a Cáceres y que en absoluto hizo el mínimo intento por cambiarlo desde entonces: «Me temía que el que viniese después sería mucho más cabrón; este está bien».
Maromaco es un trío que, además de Raper a la guitarra, cuenta con Dmi al vocerío y Daviz a la batería. ¿Les habrán hecho algo los bajistas a esta gente? Porque también Pneura prescinde por completo de las cuatro cuerdas. «No, no; yo, de hecho, era bajista, mi padre me compró mi primer bajo en Vilagarcía, pero todo surgió cuando yo estaba currando en Segovia -como de esto del metal extremo no se vive, Javi se gana los cuartos como jefe de cocina- y conducía hasta mi casa escuchando una banda que hacía este rollo, batería, guitarra, cantante, y pensé que esto también me lo podía hacer yo con la guitarra». En realidad, sí ficharon un bajista, brevemente, porque lo acabó dejando. «Le daría más cuerpo, sustancia y gordura al sonido, pero al fin y al cabo la zurraspa es la zurraspa, y tampoco se iba a notar mucho». Para comprobarlo, y al margen de lo conveniente que resultaría hacerse con Splitraioto en formato físico, el amante de los sonidos despiadados puede encontrar en bandcamp todo el material del grupo para su descarga gratuita.
Entre el delirio y la crítica
Las letras que acompañan tanta tralla se deben a Dmi, el cantante de garganta blindada, y mezclan la crítica social -ahí está Cascote medicinal, inspirada en el desalojo de un hospital que empezó a desmoronarse a media intervención quirúrgica- con las ocurrencias más delirantes -Tu madre es un alien, sin ir más lejos-.
«En Cáceres hay mucha escena de rap, de blues y rock, ahora con el rollo del Robe, pero muy poca cosa no ya de grind, sino tampoco de crust punk o de hardcore», lamenta Javi, que no deja de preguntarse «dónde está la mala leche, dónde la gente gruñendo y enfadada». Por lo visto, en Salamanca, Córdoba, donde Maromaco sirvió su primer concierto tras la pandemia, y este norte al que desean agredir en cuanto sea posible. «Igual el siguiente álbum sale en casete», postula Raper, que se despide con una proclama marca de la casa: «Tempo violento, fuckers». Sea.
Un vinilo compartido.
Una vez tendidos lazos en el festival Brutólogos Pneura y Maromaco, la condición de raianos de ambos grupos, como hijos de Verín y Cáceres que son, estableció entre ellos una muy particular hermandad que hace unos meses dio sus frutos con este Splitraioto que destina una cara del vinilo a cada banda. Cuatro temas por barba en los que intervienen varios sellos y productores. La experiencia, asegura Javi, ha molado, y no será su última incursión en esto de compartir disco. Ojo a la descabellada y vermiforme portada que firma Grind Brothers Art.