Un día con la unidad policial Tédax: entre recuerdos de la Guerra Civil y un escenario de riesgo alejado del terrorismo
VIGO
La derrota de ETA y de Resistencia Galega generó para el equipo de explosivos de la Policía Nacional en el sur de Galicia una actividad menos nociva pero aún inflamable, en parte por la «raia» que supone la frontera con Portugal
28 nov 2021 . Actualizado a las 22:48 h.Las esquelas recuerdan que el delirio de odio, pólvora y sangre inculcado por ETA no fue anecdótico en Galicia. Mucho menos en su principal ciudad y área más industrializada, Vigo. El Grapo, el Exército Guerrilheiro do Pobo Galego y Resistencia Galega aprendieron de las formas aberzales, basadas en imponer, antes que razonar, sus tesis. Eran otros tiempos, peores socialmente a los actuales. Amenazas de bombas en colegios, institutos y universidades; comisarías de la Policía Nacional y cuarteles o casas cuartel de la Guardia Civil; artefactos explosivos en papeleras o contenedores, sucursales bancarias, agencias inmobiliarias, centros comerciales o eventos multitudinarios. Incluso una carta explosiva remitida al despacho de un comisario: ocurrió en Vigo en 1993.
Pero la derrota del Exército Guerrilheiro do Pobo Galego (1991), del Grapo (2008), de ETA (2018) y, por último, de Resistencia Galega (2019), generó un nuevo escenario menos inflamable, pero aún latente en forma de grupos subversivos que afloran al calor de los conflictos sociales y laborales actuales. Lo saben, y sufren en el sur de Galicia, igual que la Guardia Civil, los integrantes de la unidad de Técnicos Especialistas en Desactivación de Artefactos Explosivos (Tédax) de la Policía Nacional. Tienen sede en la Comisaría de Vigo-Redondela, la forman nueve agentes, trabajan codo con codo con la Brigada de Información y tienen competencias en este ayuntamiento y el resto de municipios de la provincia que responsabilidad de este cuerpo: Pontevedra, Marín y Vilagarcía. También en la tercera ciudad más poblada de Galicia, Ourense.
Son dos provincias lindantes con Portugal, una zona fronteriza históricamente compleja en lo referido al trasiego de materiales explosivos e ilícitos en general. El responsable del Tédax, el inspector Carlos Aboy, marca la diferencia entre aquel pasado reciente y la idiosincrasia actual: «Hoy, desde la perspectiva técnica, no vemos los artefactos que sí veíamos hace diez años o antes. Está mucho más pausado, se observan otro tipo, los de toda la vida, relacionados con la conflictividad social y laboral, manifestaciones. Artefactos incendiarios no vinculados a grupos terroristas y sí a la conflictividad social». Aboy referencia el sencillo cóctel que supone introducir gasolina en un recipiente y colocarle un trapo a modo de mecha.
Asequibles y legales
A lo que se recurre también es a petardos que se venden legalmente en las ferias, muy fáciles de conseguir. Ya de los tutoriales de Internet, que son muchos, hay que fiarse lo justo porque se puede salir volando... aunque sí tienen su público», añade el inspector antes de valorar uno de los formatos bomba más comunes históricamente en Galicia, los explosivos en potas: «Nunca nada forma parte del pasado, puede volver si las condiciones políticas o sociales son propicias y queda alguien que imparta los conocimientos necesarios».
El 2021, con el año casi vencido, ha implicado 390 intervenciones. Principalmente de controles de barco en el puerto de Vigo, en el aeropuerto internacional de Vigo-Peinador, visitas institucionales —como la reciente del rey Felipe VI a la planta de PSA Citroën— o las estaciones de tren de Ourense, Pontevedra y Vilagarcía. A mayores, cuatro artefactos reales militares desactivados, otros dos de tipo incendiario, bengalas de señalización (comunes en poblaciones portuarias) o petardos pirotécnicos que se poseen de forma imprudente o ilegal. También el uso de petardos de palenque para arremeter contra algún vecino con el que se mantienen rencillas. Ocurrió en Vilagarcía, un residente se lo colocó en el buzón a otro que vivía cerca. «También hubo algunas amenazas de bomba, pero nada que ver con lo de hace años o décadas. En estos casos, los datos previos son fundamentales y por eso estamos en contacto con las patrullas de calle y los especialistas en información».
El balance del 2021 aflora otra peligrosa realidad, muchas veces almacenada en cajas, desvanes y galpones que cayeron en el olvido al fallecer sus propietarios. Recuerdos de la Guerra Civil, de militares o de coleccionistas que ceban sus repertorios en el prolífico mercado negro expuesto en Internet. La voz de alarma, casi siempre, llega a través del 091: «Nos llaman —relata el inspector Aboy— y dicen: ‘‘Hemos encontrado esto haciendo una mudanza...’’. Y al llegar te encuentras, por ejemplo, dos granadas de mortero. Luego te cuentan: ‘‘Es que el abuelo era militar…’’. Yo no sé qué manía tenía la gente de almacenar ese tipo de munición en sus casas. Alguna la encontramos sin carga, inertes, pero otra está operativa. Puede decirse que todavía quedan muchas piezas guardadas en viviendas, o almacenadas en otros lugares».
Alertas
El caso más reciente ocurrió a finales de verano, en una vivienda unifamiliar en la periferia de Vigo, recuerda el tédax: «La propietaria, mayor, explicó que su marido era investigador y trabajaba en Defensa con equipos de radicación. Primero encontramos una granada de mortero, y, a mayores, una bomba de agua sucia. Se utilizaba para introducirlas en los pozos y limpiarlos. Se guardaba en una caseta del jardín y lo halló al hacer una mudanza, podía llevar ahí 40 o 50 años. Hablamos, muchas veces, de artefactos reales reglamentarios que pertenecieron al Ejército español u otros ejércitos que lucharon en España. Hay granadas italianas, americanas, rusas. Su origen es la Guerra Civil, o las importaron, para coleccionarlas, militares que en algún momento estuvieron destinados en el extranjero».
Los operativos sobrevenidos responden muchas veces a un patrón de trabajo que implica hacer mediaciones nucleares, radiológicas, bacteriológicas o químicas. «Es algo para lo que estamos formados y Vigo fue pionera, desde el año 2000, en España. Tenemos que hacer ese trabajo igualmente por la seguridad de los propios afectados, pero también por la de sus vecinos». También se localizó una caja repleta de goma 2 y una granada, ambos en el municipio de Marín. El primer explosivo, posiblemente, perteneció a alguien vinculado al sector de la canteras, para hacer voladuras; el segundo, en buen estado, encaja con las granadas utilizadas por diferentes ejércitos, como el de los EE.UU., y se desconoce cómo acabó en la villa de O Morrazo.
Las falsas alarmas son igualmente el pan suyo de cada día para los Tédax. La semana pasada, frente a la Comisaría de Vigo, un señor estacionó su bicicleta a los pies de un árbol. El vehículo resultó anómalo por la cesta incorporada en su parte trasera, con una batería conectada a cables. Lo rememora el inspector Aboy: «Era una bicicleta con un motor eléctrico incorporado artesanalmente que funciona con una batería depositada en una cesta. Lo detectó el compañero encargado, aquel día, de la seguridad en el perímetro de la comisaría. Tardó pocos minutos en llamarle la atención por cuestiones evidentes... Fue otra falsa alarma, pero hasta que lo confirmas supone una amenaza. Bien podía tratarse de 400 gramos de explosivos dentro de la batería, y todo esto a pocos metros de una comisaría. Por suerte no pasó de una anécdota, pero sirve para ejemplificar las numerosas alertas que recibimos y que ocupan muchas horas de trabajo al cabo del año».
Amenazas recientes
Granada de mortero. Se halló en una casa de la periferia de Vigo, estaba inerte, su origen es posterior a la Guerra Civil y su propietario fallecido hace años.
Bomba de agua. Se halló en una vivienda del extrarradio de Vigo, estaba inerte y no fue necesario realizar mediciones de radiación por su mal estado.
Formación. Un agente vestido con el traje de los Tédax (40 kilos de peso, más 10 el casco) en una simulación de laboratorio clandestino para drogas o explosivos.
Falsa alarma. Una bicicleta con un motor colocado artesanalmente levantó sospechas la semana pasada al aparcarse a pocos metros de la Comisaría de Vigo.
Granada tipo piña. Se localizó en una casa particular en Marín, y su mal estado exterior no implica que estuviese desactivada. El riesgo para la población se mantiene.
La entrevista: Carlos aboy, jefe de los tédax en el sur de Galicia
«No hay inseguridad por la cercanía con la frontera lusa»
Sus manos, intactas, suman veinte años desactivando explosivos en beneficio de la ciudadanía. Puede contarlo, por eso peina canas, y su discurso denota que aún le queda mecha para rato. La mejor señal de su vocación policial. El inspector Carlos Aboy es el máximo responsable de la unidad Técnico Especialista en Desactivación de Artefactos Explosivos (Tédax) de la Policía Nacional en la Comisaría de Vigo-Redondela. Su campo de acción abarca las principales poblaciones de la provincia de Pontevedra y el ayuntamiento de Ourense, que implica mirar de reojo a esa raia, siempre turbia y con intereses turbios y soterrados, que supone la frontera con Portugal. Antes, ejerció en el País Vasco, cuna de ETA y escuela de los explosivos más sofisticados vistos nunca en el Viego Continente. Más, incluso, que los contemporáneos de Al Qaida.
—¿Condiciona mucho la frontera con Portugal?
—Cuando el control es más laxo, o al menos lo era, es más difícil trabajar. Tradicionalmente se ha visto mucho intercambio de explosivos de Portugal hacia aquí, como detonadores que proceden de allí. Hay intervenciones que denotan eso, y la ubicación de la frontera, por la que se pueda andar libremente, lo facilita. Si el último y definitivo golpe a Resistencia Galega [de la Guardia Civil en el 2019] implicó decomisar un completo polvorín allí, sería por algo. Igual que ETA trabajaba en Francia, resultaba más fácil que en el País Vasco. No puede decirse que exista una zona de la frontera entre Galicia y Portugal más caliente que otra, pero sí podemos decir que en Ourense tenemos muchas intervenciones de almacenamientos. Recuerdo una en la que un señor, que era minero, guardaba goma 2. Quiso deshacerse de ella, la metió toda en un bidón y la quemó. Pero la goma 2 no estaba aireada, generó gases y voló. Es cierto que vivir pegados a una frontera aporta mayor impermeabilidad, pero tampoco puede decirse que exista una sensación de inseguridad. Sí existió mientras Resistencia Galega permaneció activa.
—Habla de almacenamientos de pólvora, el recuerdo de lo ocurrido en el polvorín de Paramos (Tui) no es tan lejano...
—No podemos decir que existan polvorines clandestinos en nuestra demarcación, pero sí tenemos intervenciones, como una del 2019 en el perímetro de la ciudad de Ourense. Almacenaba todo en un galpón y surgió un incendio, con explosiones, por falta de medidas de seguridad. Pudo pasar lo mismo que en Paramos, era la misma situación. Tenía algún tipo de licencia para almacenar... pero ese tipo de inspecciones de armas y explosivos es competencia de la Guardia Civil, aunque, evidentemente, si vemos indicios de un delito, actuamos.
—¿Qué relevancia tiene los Tédax pertenezcan a la Brigada de Información?
—Ellos nos aportan muchos datos y un buen análisis de la información facilita el 80 % o el 90 % del operativo: sabes de qué va, el origen, te sitúa en el contexto y con todo eso adaptas los medios concretos. Somos especialistas en artefactos, no en información, por eso pertenecemos a esa brigada y trabajamos con ellos.
—¿Qué controles realizan en las estaciones de tren de Vigo, Ourense, Pontevedra y Vilagarcía?
—Los necesarios, pero las estaciones tienen seguridad privada altamente cualificada, escáneres muy precisos y saben cómo manejar la paquetería. Están concienciados sobre cómo actuar y cuándo llamarnos si ven algo sospechoso. Nosotros, a mayores, también impartimos formación.
—¿Y en el aeropuerto de Vigo?
—Asistimos regularmente para inspeccionar las zonas exteriores, previas a los controles para embarcar. También estamos en contacto con la oficina de la Policía Nacional allí por si surge algo.
—¿Y en el puerto de Vigo?
—Tenemos presencia por la llegada de cruceros, que implican controles siempre, sobre todo en las vías de salida, para que la gente que accede y regrese esté segura. Tenemos que garantizar que no se deja nada tirado, o en las alturas, que pueda ser peligroso.
Histórico de atentados y desactivaciones en Vigo
8-5-2000 / El Grapo ataca un furgón blindado: Fue uno de los golpes más sonados del Grapo en Vigo. Se fue de frente contra un furgón blindado para asaltarlo valiéndose de tres artefactos explosivos. Los tédax, recién creados, los desactivaron.
11-11-2005 / Bomba en tetrabrik: Ocurrió en la calle Ramón y Cajal coincidiendo con los días de la Volvo Ocean Race, que llenó las calles de Vigo. Los responsables llenaron un tetrabrik de explosivo para depositarlo en un contenedor de cristal. La voz de alarma permitió desactivarlo.
21-5-2008 / Sector inmobiliario: En esta ocasión, el artefacto explosivo se colocó en el interior de una inmobiliaria de Cangas con domicilio en Vigo. Se desactivó sin causar daños, y los responsables de colocar la bomba fue Resistencia Galega, en aquel tiempo muy activa.
10-10-2011 / Sucursal bancaria: Los agentes especializados tuvieron que actuar en una oficina de Caixa Nova situada en la Alameda de Bouzas. No hubo daños materiales, pero la investigación permitió, un mes después, un importante número de detenciones.
30-11-2011 / Registro con sorpresa: En el marco de una investigación contra el terrorismo independentista en Galicia, los agentes del Tédax desactivaron un explosivo hallado en la vivienda de uno de los detenidos, en la calle Loriente, en Vigo, sin que hubiera daños materiales.
7-8-2012 / Explosivos al cubo: Resistencia Galega colocó las tres potas con explosivos en repetidores de telecomunicaciones.
15-9-2012 / Bombas en Castrelos: La Policía Nacional tuvo que desalojar y cortar el acceso al parque de Castrelos tras conocer que dos artefactos explosivos se ocultaban en el interior de un coche. Los especializadas del Tédax los desactivaron.
13-8-2013 / En Beade: Resistencia Galega actuó en una oficina de banco en Beade colocando un artefacto explosivo que destrozó por completo el local comercial.