La viguesa de adopción unió sus dos pasiones, mar y fotografía, para convertirse en una referencia
15 feb 2022 . Actualizado a las 01:26 h.La fotografía y el mar fueron siempre sus dos grandes pasiones y María López Muíña (Lugo, 1978) las unió convirtiéndose en una de las más reputadas fotógrafas especialistas en vela a nivel internacional.
Para esta viguesa de adopción que ya hizo una Vuelta al Mundo de vela y que fue testigo gráfico de los éxitos de la vela española en los Juegos de Tokio, todo fue rodado. Para comenzar, su padre tenía cámaras en casa «y siempre me escapaba a hacer fotillos. Era un poco mi vena aventurera e intrépida», y desde el primer momento tuvo claro que quería estudiar algo relacionado con la fotografía o audiovisual, rama que le ganó la batalla a la veterinaria. El mar fue su otra gran pasión desde pequeña. «Siempre estuve vinculada con el mar, había hecho algo de vela a nivel aficionado y siempre me gustó».
Mezclados los dos ingredientes, decidió hacer la carrera de Comunicación Audiovisual en Madrid y mientras estaba estudiando se pasaba los veranos haciendo prácticas en La Voz de Galicia «y la primera voluntaria para cubrir las regatas era yo». Fue ahí en donde comenzó el segundo capítulo de su vida.
El salto definitivo llegó con una decisión vital. «Un año de prácticas en Canal Plus me dije que yo no me veía ahí toda la vida, que tenía que cambiar y volver a casa, pero haciendo lo que me gustaba, y ahí surgió el tema». Esa arriesgada decisión supuso volver a Vigo todavía en quinto de carrera y comenzar a buscarse la vida como fotógrafa de vela. «Empecé haciendo regatas en toda zona de Galicia y el norte de Portugal, comencé a trabajar con clubes como el Náutico de Vigo, que me lo puso todo en bandeja, y el Náutico de Sanxenxo y también entré en una agencia de comunicación que se llama Varadero, que me ayudaron y fueron los que hicieron de trampolín para lo que soy hoy», explica.
En aquellos tiempos, la agencia llevaba la comunicación de todos los equipos españoles de la Vuelta al Mundo y María Muíña tuvo la oportunidad de cubrir la principal prueba de la vela transoceánica, la que salió de Vigo y Sanxenxo. «Me encantó. Te tiene que gustar viajar y es cansino porque vives nueves meses con una maleta de 20 kilos, pero es una experiencia increíble que te permite conocer sitios de que de otra forma hubiese sido imposible conocer». Ella formaba parte del equipo de tierra y tenía que arribar con antelación al muelle de llegada de los barcos y volverse a subir a un avión en busca de otro destino horas después de que zarpasen.
El pasado verano, la viguesa dio un paso más en su carrera y formó parte de la expedición oficial de la Federación Española de Vela desplazada a los Juegos de Tokio, su primera cita olímpica. «Imagino que fueron unos Juegos diferentes por las restricciones. Estábamos un poco aislados en los hoteles, pero eso me dio oportunidad de conocer a profesionales del sector y compartir experiencia con ellos». Muchos eran especialistas en fotografía deportiva, pero no en vela, lo que invitó a María a ejercer de cicerone en algunos casos. «No hay muchos fotógrafos especializados en vela y todas las agencias que venían querían estar en las lanchas neumáticas con los que controlamos de vela, porque sabíamos en donde poner la neumática para tener el mejor punto de enfoque».
Porque la diferencia entre hacer fotos en la tierra y en el agua es sustancial, por eso un fotógrafo especialista en vela debe cumplir una serie de requisitos. «El primero es no marearte y luego ser inquieto a la hora de moverte, ser constante y saber un poco de vela, ver cómo funciona el viento, cómo son las maniobras y saber moverte en un barco».
Los equipos, también tienen su parte de especial, aunque en esencia sean los mismos que se pueden ver en un partido de fútbol. «Son muy caros y están en constante riesgo porque no es lo mismo estar en un campo de fútbol con un monopié que en una ola por el factor movimiento. Son equipos muy pesados que tienes que saber manejarlos, porque el agua no está lisa como la tierra».
La principal diferencia es que cada objetivo va con un cuerpo de cámara para evitar que pueda entrar el agua en los cambios y eso implica tener dos o tres cuerpos de cámara, lo que significa una inversión de muchos miles de euros en material. También llevan unas maletas muy duras para guardar las cámaras entre balizas «porque te aseguras que en ese trayecto no se va a mojar».
Detalles de toda una especialista que han convertido a aquella niña que hacía fotos con la cámara de su padre en una respetada fotógrafa de vela a nivel internacional. «El mundo de la vela siempre fue bastante masculino y entrar no fue fácil, pero me siento respetada dentro de la profesión y de la vela». Se lo ha ganado a base de clicks.