El castillo de veraneo de las infantas reabre como hotel de categoría superior

Monica Torres
mónica torres TOMIÑO / LA VOZ

VIGO

Mónica Torres

Torre de Tebra cuenta con 12 habitaciones, piscina y dos hectáreas de jardines

10 jun 2023 . Actualizado a las 08:40 h.

La primera referencia que aparece en Google a quienes busquen «dormir en un castillo» es la Torre de Tebra, en Tomiño. La familia Piñeiro, propietaria de este conjunto renacentista en el corazón de O Baixo Miño, ha decidido reabrir sus puertas como alojamiento de categoría superior. Ya habían ofertado la posibilidad de dormir como un rey a cuantos los visitaban, pero la pandemia truncó una experiencia piloto que, si bien solo duró unos meses, fue tan positiva que les ha animado a retomar el proyecto.

Hospedarse en la torre que mandó construir Pedro Madruga o en cualquiera de las demás habitaciones de esta fortaleza del siglo XV y pasearse por sus extraordinarios jardines es una experiencia de por sí excepcional para todo tipo de princesas, reinas y caballeros. La Torre de Tebra que, según los historiadores, fue erigida por Pedro Álvarez de Soutomaior en 1478 y demolida en 1482 por orden de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón (los Reyes Católicos), fue adquirida por Rogelio Piñeiro Vázquez, un importante maderero del valle a los Marqueses de Esteva de las Delicias, con quien les unía una gran amistad en 1976. «Los marqueses consideraban que, en sus manos, la propiedad quedaría a buen recaudo porque confiaban en él y en que seguiría luchando por su conservación», explica Ariadna Campos Piñeiro, nieta de Rogelio. Aquella inversión iba a ser coparticipada por otros dos amigos, también empresarios. «Los compañeros se echaron atrás llegado el momento, pero nuestro abuelo, por no faltar a su palabra, decidió cambiar su vida y hasta tuvo que vender su casa para asumir la compra del castillo en solitario», explica.

Ella aún no había nacido cuando las primeras infantas de la democracia visitaron el castillo y los jardines en los que tanto Ariadna como su hermano y sus primas han tenido la suerte de criarse en familia. La prensa nacional puso la mirada en este singular espacio que corona en Valle de Tebra con la visita de las infantas Elena y Cristina, ya que ambas disfrutaron parte de sus vacaciones estivales de 1977 y 1978 en este castillo con varias compañeras de colegio. La visita de las hijas del hoy emérito, que llegaron al aeropuerto de Santiago acompañadas por la reina Sofía y fueron después por en coche hasta Tebra, despertando gran expectación por las carreteras por las que pasaba la comitiva, permanece aún en la memoria colectiva. Poco trascendió de lo que pasó de muros adentro, aunque sí que hubo sardiñada «con cincuenta niñas madrileñas» alumnas del colegio Virgen del Camino, de Puerta de Hierro, que se tomaron ocho días de vacaciones en este castillo.

La torre, en otro momento de la historia ligada al que Cunqueiro llamó «gamberro de las enormes carcajadas del siglo XV», es hoy uno de los pazos mejor conservados en el que fructifican vides y crecen por doquier las flores en una finca de 118.000 metros cuadrados. «Es el legado que nos dejó nuestro abuelo y por eso toda la familia nos volcamos en la conservación y mantenimiento del edificio y del espacio natural que lo rodea», explica Ariadna.

La Torre de Tebra fue reconstruida en 1532 por Álvaro Suárez de Deza bajo la concesión de la reina Juana I de Castilla (Juana la Loca). De arquitectura renacentista, se caracteriza por su forma cuadrada y estructura robusta. Consta de cuatro pisos, tres de ellos unidos por una grandiosa terraza, y presenta un escudo del mismo género, así como una inscripción en latín en lo alto de la misma. Además del valor histórico y de la magnífica construcción en la que destaca el pazo residencial construido en piedra en las inmediaciones, se encuentra una pequeña capilla de estilo barroco.

Cuenta con doce habitaciones, un de ellas suite, que es la que está en la Torre de la Defensa, y otra más, doble superior con acceso también a la terraza. La estancia incluye un desayuno buffett y el acceso, tanto a la piscina del castillo como al inmenso jardín en el que hay más de doscientos limoneros, además de otras especies y robustos ejemplares centenarios.