
Fernando Pousada, heladero artesano formado en Italia, es el responsable de Chocolatier, un local de Cangas que combina el dulce del verano con la pastelería y los sabores de siempre junto a variedades originales
16 jun 2023 . Actualizado a las 01:13 h.Hace ya muchos años que la fantasía entró en el mundo de los helados. Desde los tiempos de la vainilla, chocolate, fresa y nata en cucurucho o entre dos obleas de los años 60, el dulce de verano ha dado un vuelco en infinitas vitrinas que terminan siendo algo parecido al menú de Netflix. Hay tanta oferta que cuando has elegido ya no tienes ni ganas. Eso no ocurre en Chocolatier (rúa da Marina, 4) la nueva heladería pastelería y chocolatería que abrió en Cangas do Morrazo el pasado mes de abril. Fernando Pousada es el heladero al frente de un proyecto que apuesta por la artesanía, la elaboración diaria y un número limitado de sabores, los suficientes para colmar las ganas de cualquiera e incluso algunas propuestas originales, como su exclusiva versión fresca de las famosas cañitas de crema de O Carballiño, de las milhojas o de la tan de moda tarta de zanahoria que adopta la denominación de su origen anglosajón (carrot cake). Esta variedad ya tiene adictos. «¡No la podemos sacar de la carta!. Además le meto bizcocho, porque yo creo que el helado hay que lamerlo, pero tiene que crujir y subir el nivel», explica.
Pousada basa su propuesta en el concepto de helado de autor, por eso la calidad y la elaboración diaria es para él lo primero. Llega al sector tras muchos años de experiencia en otros muy alejados de la gastronomía, pero enamorado de este trabajo desde que probó y descubrió que le encantaba.
Fernando, de 44 años, inició su vida laboral muy joven, a los 17, como autónomo en el sector naval y luego en la construcción, combinando el estudio con el trabajo. «Por casualidades de la vida, años más tarde entré en contacto con el mundo de la hostelería a través de la familia de mi mujer», apunta. La creatividad y la técnica atraparon su interés hasta tal punto que no le llegaba con los conocimientos que iba absorbiendo, y quería más. Así que buscó dónde aprender y ¿qué mejor país que Italia para alcanzar la excelencia como heladero? El cangués se marchó a Bolonia durante una temporada para adquirir destreza al lado de uno de los muchos maestros que transmiten conocimientos y buen hacer a discípulos ávidos de sabiduría popular, y volvió a casa con la formulación para firmar sus propias creaciones de autor, aunque señala que su formación es continua y no se cansa de aprender. «En León me enseñaron a hacer hojaldre y la pastelería la perfeccioné en Barcelona», añade. Chocolatier es el primer negocio propio de Fernando, que apuesta por un establecimiento a su medida, de forma que pueda manejarlo para controlar la calidad. «No me interesa crecer, sino disfrutar de lo que hago para que lo disfrute la clientela. Cuando la demanda aumenta más de lo que tu capacidad puede dar, se desvirtúa, ya ni puedes descansar y no puedes ofrecer el mismo servicio ni el mismo producto», argumenta. «Estoy muy involucrado», afirma el profesional, que se define como «sacrificado y perfeccionista». Que trabaje un producto estacional no lo ve como problema. «Al ser pastelero, una vez que acabe el verano nos metemos con los pasteles individuales, tartas, chocolate para beber, pero también de tableta, y en Navidad, turrones», explica. Pousada manifiesta que concibe el helado «como un alimento para tomar a diario. Yo uso leche gallega, pistacho y avellana cien por cien, chocolate de alta calidad, y en los de fruta, fruta. Los de fresa llevan fresas y los de limón, limones. No los hago de chicle ni nada de ese tipo. Prefiero hacerlos de leche merengada, que está muy rica», advierte. En su vitrina, a la última en tecnología, caben doce y va rotando cada semana dos o tres sabores nuevos. «Empecé a hacerlos en montaña con una clásica en barquetas anchas, pero ahora tengo la máquina nueva para mantenerlos en pozo, que es más estable y más italiano. No solo es importante saber hacer helado, sino saber servirlo y no romper la cadena de frío, yo lo formulo dependiendo de la vitrina que tenga», dice el experto, que domina la materia.
Un bulldog francés
Chocolatier, en el centro de Cangas, tiene como logotipo un bulldog francés. Es un negocio familiar. El dibujo lo hizo su hija de 8 años cuando tenía 5, «es un recuerdo de nuestro perro», cuenta; y su sobrina se encarga de las redes sociales. El establecimiento está en un local dispuesto «como una clásica pastelería francesa, con dos plantas». Ahora mismo tiene el obrador en otro local cercano por motivos burocráticos, pero el plan es que esté todo junto en cuanto todo el papeleo que la fabricación y manipulación requiere esté en orden. Poco y bien es su lema, y su plan, seguir invirtiendo para dar calidad.