Se refuerza el abastecimiento de líquido apto para consumo y se retirará en la isla sur esta especie de árbol
07 ene 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Conocíamos esta semana dos nuevas intervenciones que se van a realizar en las Cíes: la retirada de especies exóticas invasoras (no se refieren a los visitantes) y el abastecimiento de agua potable. En realidad ambas cosas están relacionadas. Bien por exceso, al estar rodeados de ella en forma salada; o por defecto, su escasez como dulce en la parte terrestre. El agua siempre es un problema en las islas y un factor limitante para el asentamiento de las poblaciones humanas con sus correspondientes infraestructuras. Por eso las islas Cíes se mantuvieron relativamente a salvo de la destrucción sistemática del litoral que desde principios del siglo pasado vivimos en el entorno de las Rías Baixas. Aunque hoy las vemos como un paraíso, hasta no hace muchos años prácticamente nadie quería vivir allí salvo por necesidad laboral, cuestiones de retiro religioso o asuntos defensivos.
La naturaleza original de las islas es muy agreste, poca agua, escasa materia orgánica en los suelos —por tanto poca superficie cultivable, a diferencia de otras islas— y un clima extremo explicaban ese aislamiento. Vivir en las islas era muy duro. La percepción no siempre coincide con la realidad, por eso cuando hoy vemos la parte terrestre de las Cíes como un paraíso natural olvidamos que paradójicamente en realidad lo que estamos viendo es el resultado final de una enorme destrucción ecológica. Cíes fue un coto de caza para la burguesía viguesa, en donde se soltaron conejos y cabras que destrozaron prácticamente todo su matorral y monte bajo.
A eso se le añadieron las repoblaciones de pinos, eucaliptos y acacias de los años cuarenta y cincuenta del siglo pasado, junto con otras plantas invasoras que terminaron de destrozar el ecosistema y, de paso, prácticamente desecaron las islas. Aquella repoblación fue una proeza desde el punto de vista de la ingeniería forestal de entonces, pero un desastre para la naturaleza original que apenas sobrevivió en el entorno de las zonas dunares. Hoy poco a poco se va recuperando, y por eso es una gran noticia que se intensifique la retirada de especies exóticas invasoras (estas cosas hay que hacerlas de manera gradual y con cuidado) y que se empiecen a retirar los eucaliptos de la isla sur. En este sentido quizás lo más lógico hubiera sido empezar la retirada por San Martiño, pues conserva la última población relicta de salamandra de las Cíes, cuya supervivencia está directamente relacionada con los pequeños cursos de agua que, entre otros factores, precisamente gracias a los eucaliptos fueron desapareciendo gradualmente.
Recordemos que a finales del siglo XIX llegó a existir un molino de cubo en San Martiño, lo que atestigua que el agua era, al menos estacionalmente, relativamente abundante en la isla sur. En el resto de las islas del archipiélago los anfibios hace muchos años que se han extinguido. En cualquier, caso mejor tarde que nunca, y es una excelente noticia que empiece la gradual erradicación de los eucaliptos en San Martiño, como ya se lleva haciendo desde hace años en las otras islas. La retirada de los eucaliptos aumentará en su día la capacidad de retención de agua en Cíes, aunque nunca serán reservas espectaculares. Por eso, la segunda actuación prevista de canalización del suministro con depósitos adicionales de agua son una concesión (podríamos preguntarnos si necesaria y justificable) a los visitantes estivales, que son los grandes consumidores de ese recurso tan escaso.
La eliminación de fosas sépticas y mejorar la depuración de aguas residuales es imprescindible y urgente. Por todo ello es de justicia felicitar a los responsables del parque nacional, que de vez en cuando recuerdan que el objetivo prioritario que justifica esta máxima figura de protección no es atraer turistas batiendo todos los récords de visitantes (ahora ya en todas las estaciones del año), sino la conservación de la naturaleza. O eso dice la ley de parques nacionales.