Más del 50 % de los usuarios de la asociación Dignidad son extranjeros
30 may 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Llegan a Vigo pensando que encontrarán fácilmente un trabajo y un lugar donde vivir, pero la realidad es bien distinta. Los comienzos son difíciles para los inmigrantes, sobre todo aquellos que no tienen a nadie en la ciudad. Sin un medio de vida ni posibilidad de acceder a una vivienda, al final no tienen más remedio que pedir cobijo en los albergues para personas sin hogar.
La cifra está aumentando y la consecuencia es que estos centros empiezan a estar desbordados. No tienen plazas suficientes para absorber toda la demanda. «Estos días nos está llamando mucha gente a la puerta y no hay plazas», afirma Gael González, técnica de inclusión del albergue Dignidad, que está ubicado en el número 9 de la calle Toledo. Es uno de los servicios que presta la asociación Dignidad Galicia, que abrió en el 2019, si bien con anterioridad funcionó como una tienda solidaria. Su principal fuente de financiación es la Consellería de Política Social de la Xunta.
María Navaza, miembro de la junta directiva, señala que este año las cifras de ocupación del albergue están siendo mayores que el año pasado. «Hay una llegada masiva y hemos visto una ocupación alta con inmigrantes. Antes esto no se daba y ahora hay una oleada masiva». Afirma que la situación es similar en el resto de las organizaciones. «Todas las entidades están saturadas. Con la llegada de ucranianos, venezolanos o cubanos», asegura.
Más del 50 % de los usuarios que tienen alojados en estos momentos en el albergue Dignidad proceden de otros países, como Marruecos, Ucrania y también de Latinoamérica. Cuentan con 17 camas, 12 para hombres y 5 para mujeres. «Nunca nos había pasado, pero este mes, si ha quedado alguna cama libre, ha sido porque el que tenía la reservada no ha aparecido», afirma.
El reglamento estipula que solo pueden disfrutar de una estancia máxima de diez días. Pasado ese tiempo, rotan a los otros dos albergues de la ciudad y, al cabo de un mes pueden volver. «Los días están delimitados, si bien hay casos que se estudian. Por ejemplo, por temas de salud, o si hasta que acaban un curso para no dejarlos en la calle». María Navaza afirma que «el pueblo emigrante viene aquí a sacarse la vida adelante». En los albergues coinciden con otro perfil de usuarios que se encuentran en una situación de exclusión social de la que les resulta difícil salir y con los que resulta más difícil trabajar.
Cuando, las plazas en los albergues se agotan, las personas sin hogar se ven abocadas a pernoctar en la calle, como le pasó el pasado fin de semana a un vigués sintecho después de que la Federación de Vecinos Eduardo Chao no le pudiera seguir pagando un hostal, a pesar de que el Concello dice que nadie queda en la calle por no tener plaza en los albergues.
No podía regresar al albergue de la calle Marqués de Valterra porque ya pasó 15 días allí y también estaba lleno el de la Fundación Santa Cruz.
A veces la gente falla por cualquier motivo. La experiencia les dice que en los meses calurosos aumenta el número de personas que no acuden a cubrir las plazas. También, durante los primeros días en los que han cobrado alguna pensión no contributiva que estén percibiendo, pero que no les llega para vivir de manera independiente durante todos los días del mes.
En el albergue Dignidad pueden cenar y desayunar. Se les lava la ropa y disponen de una taquilla para guardar sus pertenencias. Los responsables de la asociación se dieron cuenta de la necesidades que existían en la calle, por lo que decidieron abrir el albergue durante la pandemia tras una larga reforma del local que tienen en Lavadores.
Medio centenar personas están censadas en el centro de acogida de la calle Toledo
Uno de los servicios de gran utilidad que ofrecen los albergues a las personas sin hogar es la posibilidad de quedarse empadronados en sus instalaciones mientras no resuelvan su situación. Es una forma de ayudarles para regularizar su situación en nuestro país y que puedan empezar a salir adelante. Les otorgan una autorización, con la que van al Ayuntamiento a realizar el trámite. «Sin un empadronamiento no eres nadie porque no puedes iniciar ningún trámite. No tienes derecho ni a vivienda, ni a un médico ni a nada», afirma. Hay muchos usuarios que siguen empadronados en el albergue Dignidad aunque ya no estén ahí. Allí reciben las cartas y las notificaciones y acuden a buscarlas. Hace un mes hicieron una limpieza porque había gente empadronada desde el inicio con la que ya no tenían contacto.
El albergue Dignidad también les ofrecen dos programas de inclusión, uno básico y otro de orientación sociolaboral, con el fin de que puedan comenzar una vida normalizada. Además hacen acompañamientos de todo tipo, como ir al médico con ellos o los derivan a otras entidades con las que trabajan, en función del caso de cada uno. Están satisfechos con casos de éxito de personas que han salido adelante. Una conocida empresa conoció el albergue y les solicitó el currículo de alguien que pudiera encajar en el perfil que ellos buscaban. Encontraron a una persona que se ajustaba y la contrataron.
Pero es una situación excepcional. «Es difícil ayudarlos porque tienen que esperar un tiempo desde que están empadronados y tienen que hacerlo en negro, no pueden recibir ayudas y nadie les alquila una vivienda».