El trasplante de árboles es una tarea muy delicada

Antón lois AMIGOS DA TERRA VIGO@TIERRA.ORG

VIGO

Los ejemplares llevados de la estación a Barreiro acabaron muriendo por no realizarse el protocolo adecuado

03 nov 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Aunque tienen una cierta movilidad, como el fototropismo (girar en función de orientarse hacia la luz) los árboles, una vez que enraízan en un lugar, suelen estar razonablemente quietos, o lo que es lo mismo, la naturaleza no los diseñó para ser itinerantes. Dicho esto vamos con este titular de La Voz el 7 de Noviembre de 2020: «Trasplantan árboles de gran porte de la estación del AVE al parque de Barreiro».

La noticia informaba de aquel traslado con el que, por lo menos, no se aplicaba el procedimiento habitual de talar cualquier árbol que moleste a cualquier obra o actuación municipal, o talar directamente porque sí, y se aplicaba (a veces suceden estos pequeños milagros cotidianos) lo estipulado en las ordenanzas municipales de medio ambiente que establecen que la prioridad ante cualquier actuación urbanística es conservar los árboles en su lugar, pero, en caso excepcional y debidamente justificado que resulte imposible que se queden en su sitio, los árboles deben ser trasplantados utilizando (ojo a esto, que como veremos será importante) un procedimiento que garantice su supervivencia.

Que se incluya este condicionante tiene que ver con lo dicho, que los árboles no están diseñados por la naturaleza para ser itinerantes y, por lo tanto, desarraigar un árbol, especialmente si tiene un porte respetable como era el caso de nuestros primos los liquidámbar de la estación, y trasladarlo a otro lugar es una operación muy delicada que pone en riesgo su supervivencia, por lo que se han de extremar las precauciones, como por ejemplo que el cepellón debería tener un par de metros de diámetro y al menos metro y medio de altura, envolver el cepellón en una malla vegetal para su traslado y proporcionar tratamiento fitosanitario a las raíces cercenadas de ser necesario, reducir la copa a horquetas posteriores, preparar un buen acolchado y drenaje en el lugar donde se va a trasplantar, corrigiendo acidez o alcalinidad del suelo para que sea semejante al de su lugar de origen, cuidando el balance de nutrientes de la nueva tierra en donde se va a asentar y además cuidando la época del año para ese traslado, preferentemente en otoño y finalmente, sobre todo, realizar un exhaustivo seguimiento una vez trasplantado. Como ven no es nada sencillo si de verdad queremos que el árbol sobreviva. Si nos da igual el procedimiento es mucho más fácil: se arranca de un sitio y se pone en el agujero que se hizo en el otro.

Esto nos llevaría a la siguiente pregunta, que por lo que sea no tuvo el interés mediático de la noticia sobre el traslado: ¿Y qué pasó después? Seguramente ya se lo estarán imaginando. Una vez trasplantados en el parque de Barreiro, sin recibir atención alguna, los árboles fueron perdiendo flexibilidad y se fueron debilitando y secando hasta que finalmente murieron. Una vez muertos, se aplicó el protocolo habitual: están muertos y hay que cortarlos. Y de esta forma el traslado de los liquidámbares solamente significó una prórroga en la aplicación de la motosierra.

No han sido una excepción. La sobreira trasplantada desde Ramón Nieto, los árboles pica-pica (si, los de sufre mamón etc.) y otros traslados han terminado corriendo la misma suerte. Actualmente en el parque de Barreiro tenemos unos cuantos tocones secos que dan testimonio de que los procesos hay que seguirlos hasta el final y que limitarse a trasladar un árbol de un sitio a otro no significa que vaya a sobrevivir sino se le presta atención y cuidados.

En cualquier caso, por supuesto que es mejor trasplantar los árboles que cortarlos, como indican las ordenanzas de medio ambiente.