Veinticinco días después de la tragedia, su garaje continúa inundado en Alfafar y reclama ayuda
23 nov 2024 . Actualizado a las 05:00 h.El día de la dana Ruth Garrido Chaves se encontraba a salvo en su domicilio de Alfafar, en un tercer piso, pero bajó al primero para salvar a una mujer con otros vecinos. No la pudieron rescatar mientras se agarraba a unas cañas luchando contra la corriente. Ella, como psicóloga que es, licenciada en la Universidad de Santiago, le hablaba para calmarla, mientras otros vecinos alumbraban con linternas. Ataron mantas y también le lanzaron un balón con un cable de antena. Pero lo más prudente fue esperar a que bajara el nivel del agua. Cinco horas después, pudieron ponerla a salvo y proporcionarle ropa seca. Hubo vecinos que no corrieron la misma suerte. «Vimos cadáveres arrastrados por la corriente», afirma. Sabe de personas de su entorno que no sobrevivieron, pero aún no tiene una confirmación oficial. Horas después, la imagen de Alfafar era de una absoluta desolación. Lo positivo de esta tragedia es la explosión de solidaridad a la que dio paso y por la que «me siento profundamente agradecida», afirma esta hija de emigrantes gallegos en Venezuela que se mudó a Valencia desde Vigo por amor. Al tercer día de la tragedia llegó una oleada de voluntarios.
«Fue impresionante ver llegar a tantos voluntarios caminando durante más de una hora», recuerda. Les han llevado comida, ropa, incluso de premamá. «Estamos profundamente agradecidos por la solidaridad de la gente. Una voluntaria le trajo a mi hija ropa nueva y también le han dado juguetes. Fue un gesto muy bonito. Este fin de semana viene una amiga de Ordes con más ayuda. No hay palabras para agradecer la ayuda que hemos recibido de gente de todas partes. También se merecen una calle aquí. España tiene un corazón puro y noble», afirma.
Reconoce que el desastre les ha cambiado la vida. «En nuestra comunidad estamos más unidos. Sacamos una mesa al pasillo y comemos juntos. Como dice mi familia y amigos, sentimos que hemos vuelto a nacer, que tenemos una segunda oportunidad. Porque una tragedia así lo que te enseña es que hay que vivir y disfrutar». Pero lo que quieren es recuperar la normalidad lo antes posible, pero está tardando más de lo que esperaban. «Nos hemos sentido sumamente abandonados», reconoce.
El garaje de su edificio continúa inundado y su coche sigue metido en el barro. Todavía no han podido entrar en el trastero, donde se habrá echado a perder toda la ropa de invierno que almacenaban. El mal olor impregna las calles de Alfafar y Ruth, embarazada de ocho meses, tiene que ponerse mascarilla. El agua llegó a los tres metros de altura en el garaje y también echó a perder los ascensores. Lamenta que nadie haya venido todavía a ayudarles a achicar el agua cuando ya han pasado 25 días desde que ocurrió la riada. Implora porque «se arregle el garaje, que se limpie y se retiren los coches para que podamos volver a un mínimo de normalidad». Al quedarse sin un medio de transporte, su marido no puede acudir a trabajar. Ella está de baja por el embarazo, pero le cuesta llegar a las citas médicas. «Nos tenemos que mover en taxi. Si coges el bus, tienes que salir con dos horas de antelación», dice.