Las algas no son basura que hay que limpiar en las playas

Antón lois AMIGOS DA TERRA VIGO@TIERRA.ORG

VIGO

Cedida

En invierno se comprende mejor la necesidad de no tocar los ecosistemas y permitir, incluso, la formación de dunas

08 dic 2024 . Actualizado a las 23:42 h.

Si lo analizamos en detalle, las playas son un entorno hostil para la vida animal y vegetal. Pónganse en el lugar de las especies que las habitan e imaginen lo que soportan: calor extremo en verano (a veces la temperatura de la arena es tan alta que no se puede ni pisar) que por las noches cambia drásticamente a un frío extremo, un viento constante que cuando sopla con fuerza convierte la propia arena en munición abrasiva lanzada contra cualquier obstáculo (que puede ser un animal o una planta), la salitre y el nivel de salinidad, la falta de nutrientes en la arena y su incapacidad de retener el agua de la lluvia, además de un ecosistema que cambia de manera radical cuatro veces al día en función de las mareas. Estas especies, sobre todo las plantas, se han adaptado a vivir en un entorno tan hostil precisamente porque muchas otras no lo pueden aguantar, pero viven al límite de lo soportable. Por eso son tan frágiles y, lo más importante, ya no pueden vivir en ningún otro lugar. Añadan a estos factores la intervención humana que se ha llevado por delante el 90 % de los ecosistemas dunares, ha urbanizado el litoral con todo tipo de infraestructuras y el constante pisoteo humano sobre especies frágiles especialmente en la temporada estival que, emergencia climática mediante, cada vez se extiende durante más meses del año. Finalmente, un último factor determinante para el desarrollo de la naturaleza en las playas son las limpiezas, o lo que se entiende por ellas. 

Se podría pensar que dichas limpiezas actúan sobre los residuos urbanos, industriales o de todo tipo que llegan a las playas por las corrientes, o los que se depositan allí por la falta de civismo de nuestra especie. En parte es así y son magníficas dichas limpiezas, lamentablemente muy necesarias, pero en este caso no nos referimos a limpiar basura, sino a la retirada de las algas y otros elementos naturales que se depositan en la orilla. 

Generalmente, la marea siguiente se lleva buena parte de esas algas, pero las mareas vivas las desplazan a la parte alta de la playa en donde se asientan y a eso se denomina, en el argot del veraneante autóctono y foráneo, «playa sucia». En cuanto un Concello recibe un par de llamadas de algún turista quejándose de que la playa está sucia, saltan todas las alarmas y un ejército de maquinaria pesada (aunque dicha playa esté en Red Natura) acude presto a «limpiar» la playa.

El invierno, cuando no se retiran esas algas, es el mejor momento para explicar su vital importancia ecológica. Un ejemplo es la Praia do Peirao, en Arcade, que podríamos generalizar al resto de arenales. Las algas representan prácticamente el único aporte de nutrientes que fertiliza la arena para que las plantas encuentren sustento y corrigen el ph ligeramente básico que aporta el agua del mar. Sirven, además (ver la imagen), para albergar la vegetación precursora de gramíneas que, a su vez, fijará mínimamente la arena creando un reservorio que evitaría en el futuro tener que realizar un aporte artificial de áridos para que el proceso absurdo de un concello echando arena y el mar sacándola, a ver quién gana (spoiler: gana el mar siempre) vuelva a empezar. Así nacían y se estabilizaban las dunas. 

Entre las algas encontramos un buen número de pequeños invertebrados que son la base de la alimentación de muchas aves marinas y limícolas, bastantes de ellas amenazadas y en peligro de extinción (al igual que las plantas dunares). Las playas son ecosistemas vivos y las algas no son basura. Son la base para conservar esa vida. A ver si el próximo verano los concellos de la ría lo entienden, y educan a los turistas.