La crónica del narcotráfico en el río Miño que sigue vigente 40 años después

Javier Romero Doniz
JAVIER ROMERO VIGO / LA VOZ

VIGO

La flotilla de Sito en Viana do Castelo. Las embarcaciones Chriss y Rosa B (imagen) pertenecían a Sito Miñanco y se hacían a la mar y regresaban a tierra desde los puertos de Viana do Catelo y Lisboa. La primera en la fotografía era una antigua patrullera militar, comprada en subasta, para hacerse pasar por barco oficial en sus viajes. CEDIDA
La flotilla de Sito en Viana do Castelo. Las embarcaciones Chriss y Rosa B (imagen) pertenecían a Sito Miñanco y se hacían a la mar y regresaban a tierra desde los puertos de Viana do Catelo y Lisboa. La primera en la fotografía era una antigua patrullera militar, comprada en subasta, para hacerse pasar por barco oficial en sus viajes. CEDIDA cedida

Escenarios y algunos protagonistas se repiten por su continuidad en el negocio

22 dic 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

El río Miño fue la otra cuna del narcotráfico en Galicia. Más silenciosa, de perfil bajo, aprovechando las relaciones personales fruncidas en décadas anteriores gracias al contrabando de tabaco y el estraperlo. Eran los años ochenta cuando el narcotráfico gangrenó en Galicia y el norte de Portugal. En 1990, el negocio ya generaba ganancias equiparables a las de cualquier multinacional de la época en España. Cuatro décadas después siguen repitiéndose los escenarios a ambos lados del Miño, métodos de trabajo, amistades, sinergias y algunos nombres por su buena salud y continuidad en el negocio.

Aquellos primeros años desbocados del narcotráfico en la Península se recogieron en una crónica documentada editada bajo el título Minho Connection (Semin, 1990), del periodista luso Manso Preto. La obra se reeditó este año [sexta edición] y en buena parte evidencia que, más allá de los implicados entonces ya fallecidos, poco ha cambiado.

«Empecé a escribir el libro meses antes de la operación Nécora y lo acabé tres meses después. ¿Por qué no escribo otro? Para no pasar por los mismo que pasé», confiesa Preto al recordar las jugarretas que sufrió por parte de algunos protagonistas de Minho Connection. Pero que Preto no edite otro libro no significa que dejara de ejercer el periodismo desde entonces. De ahí que mantenga sus fuentes en el ambiente policial y judicial igual de bien engrasadas para conocer su evolución en las últimas cuatro décadas y la fotografía actual: «Las mafias gallegas siguen implantadas en Portugal, con las portuguesas, que tienen un papel de empleados. Algunos no han dejado de trabajar en estas décadas. En Portugal es más fácil hacer descargas que en Galicia porque los medios de vigilancias son infinitamente inferiores. También aprendieron a mostrar menos su riqueza, sobre todo en la costa lusa del Miño. No hace mucho se hizo una descarga en el río Lima [desemboca al Atlántico en Viana do Castelo]. Los pescaderos escucharon rugir los motores toda la noche».

Desde A Guarda. La costa guardesa fue escenario de botaduras y descargas desde los años ochenta. Allí llegaban planeadoras que hacían parte del viaje por el Atlántico en barcos junto a la cocaína y, próximos a tierra, se echaban al agua para introducir la droga en tierra a gran velocidad para no ser detectados.
Desde A Guarda. La costa guardesa fue escenario de botaduras y descargas desde los años ochenta. Allí llegaban planeadoras que hacían parte del viaje por el Atlántico en barcos junto a la cocaína y, próximos a tierra, se echaban al agua para introducir la droga en tierra a gran velocidad para no ser detectados.

Manso Preto sitúa a Sito Miñanco [detenido por última vez en el 2018] como, posiblemente, el gallego que más traficó en Portugal. Pero también alude a Antolín Fernández Pajuelo [de A Guarda y detenido por última vez en el 2020] como otro viejo roquero del negocio caído recientemente y que ya figuraba en Minho Connection hace cuatro décadas. También destaca la presencia de un vecino de Monçao, Adriano Pereira, detenido en el 2018 junto al ya fallecido jefe del clan de los Charlines. De él, hace 40 años, ya se decía que era el capo del Miño luso. A mayores, Marcial Dorado, Terito, Nené Barral o Luis Falcón, alias Falconetti. Incluso figuran personajes de la alta sociedad de entonces, y durante un tiempo investigados por sumarse al negocio desde esta zona de la Península. Carlos Goyanes y un integrante de la familia propietaria de Motores Barreiros. Ambos fueron exonerados.

Pero el elenco de personajes internacionales —muchos figuran en el libro con su rostro en fotografías— es digno de una producción audiovisual por su relevancia en el negocio de entonces, y cuyos intereses confluían entre O Baixo Miño, O Salnés, en ambas riberas del Miño y el norte luso. Los líderes de los carteles de Medellín y Cali, el general que mandó Panamá y a cuyo Gobierno estuvo ligado familiarmente Miñanco, Manuel Antonio Noriega. Pero si hubo una región con especial actividad en los años ochenta y noventa, y que ha permanecido en tercer plano, eclipsada por la ría de Arousa, es la costa de A Guarda y Oia, y los ayuntamientos que bañan el Miño en ambos márgenes. En el caso de A Guarda fue relevante la gran cantidad de vecinos que hicieron las Américas para buscarse la vida. Algunos sirvieron de puente para presentar a proveedores en Centro América y Sudamérica y encargados de recoger el perico en alta mar. La flota de pesca que lucía entonces en el puerto guardés era la herramienta para cerrar el negocio. El primer alijo de cocaína requisado a gallegos en alta mar ocurrió a bordo de un pesquero de A Guarda. Se llamaba Terral Colindres y fue interceptado en el mar Caribe con 325 kilos de blanca.

Entonces y ahora sigue dándose también la necesidad de usar Portugal para fabricar planeadoras. En Viana do Castelo, hace 40 años, se acumulaban estos bólidos de la navegación decomisados en el puerto igual que en Vilagarcía podía verse hasta cinco embarcaciones abarloadas por estar también decomisadas.

 «Sicialinización»

La hemeroteca de La Voz no era ajena a aquel trasiego de lanchas entrando y saliendo de la costa sur gallega y el norte luso. En 1987 se publicaban estos titulares: «Una flotilla de pesqueros se dedica a transportar resina de hachís desde Marruecos»; «El hallazgo de nuevos fardos de hachís en el mar eleva a 2.000 millones [de pesetas] el valor de la droga aprehendida en A Guarda»; y «Recogidos en la frontera marítima portuguesa otros 235 kilos de hachís». De ahí que las asociaciones antidroga ya hablaran abiertamente de «sicialinización» en el sur de Galicia.

1988 fue año de tránsito hasta el bum de 1989. La Guardia Civil localizó en la parte alta de Baiona un almacén con 2.475 kilos de hachís pakistaní. Se ocultaban en un zulo dentro de una casa en ruinas, y completaba otra incautación reciente. 4.000 kilos en total que suponían el mayor golpe hasta el momento al narcotráfico da terra. Detrás estaban conocidos empresarios del sector hostelero en la comarca, incluso se activó el mantra de la simbiosis entre política y contrabando. Todos integraban el conocido como clan baionés.

Minho connection

Reeditado 34 años después. El libro de Manso Preto supone una obra de consulta sobre organización de narcos, sus canales internacionales de blanqueo y sinergias entre Colombia, Cuba, Nápoles, Portugal, Galicia y España