Liquida para cerrar por jubilación la tienda Cómics, que no vendía cómics sino personajes de historietas
VIGO CIUDAD
Rosa Domínguez, madre de la escritora Lara A. Serodio, lleva más de 40 años en el sector
14 ene 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Hace 27 años, Rosa María Domínguez abrió en el número 74 de García Barbón la tienda Cómics. Curiosa denominación para un establecimiento en el que despachan ropa, complementos, muñecos, objetos de regalo... pero no se ha vendido ni un tebeo en su más de cuarto de siglo. «Durante los primeros diez años o más, que no me acuerdo bien, nadie preguntó por un cómic. Ahora, de vez en cuando», reconoce.
Como explica su responsable, el nombre se debió a que en aquel momento su marido, Luciano Serodio, era representante de merchandising de Warner y otras compañías del sector. «Él la bautizó así y así quedó», cuenta sobre unos inicios compartidos con otra pareja asociada que duró solo unos meses aunque dejó una huella permanente en la pared: Linros, unión de su nombre con el de su exsocia, Lina. «Inauguramos en diciembre de 1998 y en febrero del 99 nos divorciamos», dice en relación a la alianza empresarial. «Duramos poco. Yo siempre digo que las medias son para las piernas», indica con humor. El nombre Linros permaneció porque al parecer, los transportistas se hacían un lío buscando la dirección y para no complicarse, allí quedó escrito en la pared.
Desde entonces es ella la que está al pie del cañón tras el mostrador. Aunque recuerda que realmente, empezaron vendiendo a minoristas en un almacén situado detrás de su ubicación actual. «Llegamos a vender para Galicia, Asturias y León, que era la zona que hacía mi marido», cuenta. Personajes de películas, objetos relacionados con los equipos de fútbol como banderas, camisetas y toallas fueron sus primeras referencias que fueron ampliando con artículos infantiles, juguetes, muñecos, mochilas, carteras, etcétera. Más tarde redujeron la parte infantil para aumentar la de adultos con ropa y accesorios para mujer de marcas como Don Algodón, Amichi o Agatha Ruiz de la Prada. Y ayuda a oenegés como Mundo Cooperante vendiendo allí las pulseras que hacen mujeres Masái destinadas a proyectos en Kenia contra la mutilación genital femenina y los matrimonios forzosos con niñas
Rosa María, que tiene 68 años aunque no lo parezca, lleva toda una vida dedicada al comercio, pero confiesa que ya está cansada y llegó la hora de disfrutar. Además, un ictus que sufrió hace tres años vino a complicarle un poco el ánimo, así que ha decidido que cuanto antes, mejor.
Cómics no fue ni mucho menos su primer negocio. Se estrenó con uno de decoración «y cosas de casa» en la calle Real al que llamó Andrea, como su hija mayor, que es arqueóloga. Luego «hace 40 y tantos años», tuvo otro en Marqués de Valladares del mismo estilo: El Baúl de Andrea. «Y después aún tuve uno cerca del actual, que le llamaba yo El Corte Inglés porque abrías y de allí salía de todo», ríe. En su currículo también añade unos años en la tienda Vigo Disney, que estaba en las galerías de Príncipe, y una cortísima aventura en Camelias con Andrelar (de nuevo una fusión filial).
Rosa nunca vendió cómics, pero como madre no puede evitar hacer un hueco para libros donde no hay dibujos pero sí muchas letras bien combinadas. En el escaparate tiene algunos de los libros que escribe su hija menor, Lara A. Serodio, una autora fichada por Planeta que vende miles de ejemplares de sus novelas. Aún así, su progenitora pone su granito de arena.
Lara reside en Barcelona, es guionista y escritora y estudió en la Escuela Superior de Cine y Audiovisuales de Cataluña. Tiene publicadas Una vida M, Tercero sin ascensor, Cerca de ti), La piel infiel y El día sin mañana . El día con mañana (libre) es el que le espera a su madre una vez despache los artículos que tiene en liquidación desde hace unos días. «No sé cuándo cerraré exactamente, depende de cómo vaya saliendo el stock que tengo», reconoce la mujer, de padres vigueses, que nació en el Valle de Arán a donde ellos emigraron, aunque regresó a la ciudad con 5 años.
El comercio perderá con su marcha otra tienda de las que hacen vida y barrio, aunque la empresaria no lo ve con melancolía: «Yo vivo muy cerca así que a la gente que me dice que le da pena dejar de verme les digo que por eso no se preocupen, que aquí sigo», relata pragmática, llena de optimismo.