Un vídeo grabado a 110 metros bajo el agua vincula al último gran narco detenido en Galicia con 3.700 kilos de cocaína

Javier Romero Doniz
Javier Romero VIGO / LA VOZ

A GUARDA

Oceanográfico de Vigo

El Instituto Oceanográfico de Vigo identificó con una cámara al velero Benirrás, patroneado por Carlos Silla y hundido por un socio suyo, Antolín Fernández Pajuelo, frente a las costas de A Guarda; las dos letras captadas en la popa del velero corresponden con el barco investigado

13 mar 2022 . Actualizado a las 21:35 h.

La operación Tuneladora-Lince incluye todos los elementos de una investigación de narcotráfico a la vieja usanza en Galicia: trabajo de calle sin colaboración internacional, un barco nodriza en forma de velero para cruzar el Atlántico cargado de cocaína, planeadoras, avezados lancheros, persecuciones por mar y aire a la luz de la luna serpenteando entre bateas por la ría de Arousa, detenidos, fugados y nombres propios de ayer y de hoy en este submundo.

También arrastra la particularidad de ser el primer gran alijo en España de la era covid: ocurrió en la madrugada del 28 de marzo del 2020, implicó el decomiso de 3.700 kilos de coca y la imputación del histórico traficante Antolín Fernández Pajuelo y del mirlo blanco Carlos Silla. Él, talentoso patrón de barcos de recreo, logró huir hasta su detención, ya en el verano del 2021, a bordo de otro velero con 5.000 kilos de la misma droga. Silla, a ojos de todas las unidades policiales, es el último gran narco de Galicia arrestado.

Ya en frío, con los detenidos de la operación Tuneladora-Lince en los calabozos y los fardos a buen recaudo, incluso los que acabaron flotando en la ría, faltaba por concretar qué pasó con el velero, de nombre Benirrás, y la tripulación que trasvasó el perico a las planeadoras. El Equipo de Delincuencia Organizada y Antidroga (EDOA) de la Guardia Civil de Pontevedra la Unidad de Drogas y Crimen Organizado (Udyco) de la Policía Nacional de Pontevedra constataron que Pajuelo, con su porcentaje del alijo y un acompañante, navegó hasta situarse frente a las costas de villa natal, A Guarda.

Lo siguiente fue hundir el barco y subirse a una pequeña lancha para llegar a tierra. No contaban que, sobre las 7.30 horas, unos pescaderos los vieron desembarcando con los bultos y alertaron a la Guardia Civil. Aquellos testimonios resultaron clave para empezar a relacionar lo ocurrido en la ría de Arousa unas horas antes con esos hechos.

Los 3.700 kilos, en la Comandancia de la Guardia Civil Pontevedra tras su incautación en una investigación con la Policía Nacional a la que se unió Vigilancia Aduanera para el operativo por mar.
Los 3.700 kilos, en la Comandancia de la Guardia Civil Pontevedra tras su incautación en una investigación con la Policía Nacional a la que se unió Vigilancia Aduanera para el operativo por mar.

En cuestión de horas brotaron las pruebas necesarias para vincularlo policialmente y detener a los sospechosos en A Guardia. La instrucción avanzó y la investigación siguió atando cabos. Pero seguía faltando una pieza del puzle procesal por encajar, fundamental para transformar la tesis policial en sentencia condenatoria. «Utilizamos el Sive (Sistema Integrado de Vigilancia Exterior de la Guardia Civil) para reconstruir el rastro de la embarcación mar adentro. Así llegamos al velero, constatamos que era el Benirrás y también reconstruimos el rastro de sus últimas horas de travesía. También vimos cómo llegó A Guarda manteniendo un rumbo fijo, coherente, pero, de repente, empezó a navegar en círculos. Ahí, de alguna manera, provocaron el hundimiento. A las pocas, desapareció la señal. Ya se había hundido», explica el capitán de la Policía Judicial en la provincia, Tomás García.

La reconstrucción, basándose en el radar del Sive, sitúa a Pajuelo y a un acompañante navegando unas dos horas en la pequeña lancha hasta alcanzar el puerto de A Guarda. También la coordenada exacta en la que se hundió el Benirrás (41, 47’26’’). Lo siguiente, para atar la tesis de la Fiscalía y llegar al juicio con todas las garantías, implicó llamar a la puerta del Instituto Oceanográfico de Vigo. La investigación requirió su buque Ángeles Alvariño para sumergir una de sus cámaras de vídeo acuáticas.

El Instituto Español de Oceanografía (IEO) ha puesto el nombre de Ángeles Alvariño al más moderno de sus buques
El Instituto Español de Oceanografía (IEO) ha puesto el nombre de Ángeles Alvariño al más moderno de sus buques SANDE

La petición, inédita en un caso de narcotráfico en Galicia, tardó un año en hacerse realidad. El barco oceanográfico estuvo destinado a la búsqueda de las niñas Anna y Olivia, que su padre, Tomás Gimeno, lanzó al mar en aguas de Tenerife antes de suicidarse. El buque consumó el encargo el 27 de agosto del pasado año. Verificó que el velero era de la misma marca que el Benirrás, Trehard, modelo Vaton 63 y matrícula B817080.

Cerrar el círculo

«Tienen tres tipos de cámara. Una, de larga distancia, que supera el kilómetro de inmersión. Otra, de alcance medio, que se utilizó para este trabajo, y otra básica, que se descartó», detalla el capitán García antes de añadir: «La cámara diferencia bien dos letras, R y C, en la cubierta de la popa. Son las que permanecían en ese momento por la degradarían del mar. Hay que pensar que el velero está a unos 110 metros de profundidad».

El material de vídeo obtenido puede cotejarse con otras imágenes obtenidas por la investigación. También son en formato de vídeo y corresponden a la estadía del Benirrás en pantalanes del Club Náutico de Portonovo. Silla y Pajuelo tenían allí su puerto base para adecuar el barco antes de cada viaje transoceánico. Pueden verse ambas letras junto a otras de un texto que el agua deterioró hasta borrarlas para siempre.

Captura de un vídeo tomado durante la estancia del velero en el puerto de Portonovo en las semanas previas al viaje que realizó por el Atlántico para recoger 
los 3.700 kilos. Las letras que conserva el barco corresponden con la segunda fila del texto.
Captura de un vídeo tomado durante la estancia del velero en el puerto de Portonovo en las semanas previas al viaje que realizó por el Atlántico para recoger los 3.700 kilos. Las letras que conserva el barco corresponden con la segunda fila del texto.

La otra prueba fundamental para relacionar a Pajuelo y a Silla con los 3.700 kilos de coca salió de la pequeña lancha con la que el primero llegó A Guarda. Se siguió la trazabilidad de la compra del motor, instalado en la popa, hasta constatar su compra en una tienda náutica de Vilanova de Arousa. El número de serie afloró un dato más que relevante. La adquisición se cargó en la cuenta abierta en este negocio a nombre del padre de Carlos Silla, abogado afincado en Vilagarcía.

Se supo igualmente que la compra la realizó el hijo con cargo a su progenitor, por lo que la investigación conjunta de la Udyco y del Edoa acabó de cerrar el círculo incriminatorio. El único cabo suelto, dos años después de saltar por los aires aquella operación de narcotráfico valorada en unos 122 millones de euros, pasa por ubicar el paradero de uno de los lancheros contratados para descargar los fardos en algún punto de la ría de Arousa. Salió por patas y aún hoy sigue en paradero desconocido, aunque se sabe su identidad y su relación familiar con otro pata negro del negocio, Sito Miñanco.