
Cinco bisnietos de Esperanza Araújo, fundadora de Panadería Copena, nacida en Gondomar hace 150 años, expanden la marca conservado la tradición en siete establecimientos de la provincia
18 feb 2022 . Actualizado a las 00:54 h.El árbol genealógico de los Copena tiene ramas como para tupir un bosque entero. Su historia se remonta a casi siglo y medio atrás, a 1880, un año señalado por un dulce publicitado como el turrón más caro del mundo, aunque en el caso que nos ocupa la especialidad en la que se han hecho fuertes va por otros sabores azucarados: los roscones. Y más que destacar por su precio, lo hacen por una calidad que ha atravesado dos siglos sin perder consistencia.
Panadería Copena nació en Gondomar de la mano de la pareja formada por Esperanza Araújo Colmenero y Gumersindo Copena Diz. Aunque fue su marido el que le dio el nombre, fue ella la que levantó con su esfuerzo un pequeño imperio amasado con la única ambición de hacer las cosas bien. Gumersindo falleció joven y Esperanza sacó adelante el negocio con ocho hijos a su cargo. «De ellos, Josefa, la mayor, Carmen y Manuel Nolete, que fue jugador del Celta en los años 30», siguieron su camino, avanza uno de los bisnietos de la matriarca.
La firma es un referente expandido por varios municipios de la provincia que acaba de aterrizar en Vigo hace menos de dos meses. Completa así la oferta existente en establecimientos repartidos por Gondomar, Camos, Nigrán, Baiona y O Porriño. El último, desde octubre, es el vigués situado en el número 2 de la calle Pescadores, en el barrio de Bouzas. Todas ellas abren todos los días del año menos el 25 de diciembre y el 1 de enero.
Al casarse, la primogénita monta su propia panadería en Camos, entre 1940 o 1945, después de la guerra. «Es la que con el tiempo derivó en Kopena con K», aclara. Carmen, su hermana pequeña, se queda con la panadería original de Gondomar. «Esa acabó levándola su hijo, que es mi padre, Manuel Piñón Copena», cuenta Manuel Piñón Pérez, que se ocupa ahora de ella con sus hermanos menores, Javier y Juan.
La de Camos, en cambio, la heredaron los hijos de Josefa (casada con Alfonso Valverde), Alfonso y Esperanza. Los herederos de estos, Fonsi y Maruxa Valverde, completan el quinteto que ha devuelto a la saga a sus orígenes anclados en la tercera letra del abecedario. El Kopena de Camos con logotipo en rojo ha transformado ya su color al naranja y en breve desaparecerá la letra k para tener una marca de panadería única.
Manuel, que tiene 40 años y se ocupa de la gerencia, explica que la guerra de letras nunca tuvo nada que ver con ningún conflicto. Al contrario: «La relación siempre ha sido muy buena y fruto de ella es su crecimiento hasta surgir de nosotros, los bisnietos, la idea de estrecharla más y unirse como uno solo porque creemos que es lo mejor». La empresa sigue con expectativas de crecer. Tenemos en mente aprovechar esas sinergias pero sin nada decidido a día de hoy», reconoce.
La receta del famoso roscón de Copena (en forma de rosca en Navidad y Semana Santa y de trenza el resto del año) es la original de la bisabuela Esperanza, «que por cierto era de Ribadavia», apostilla. Añade que se han adaptado a los tiempos «pero seguimos haciendo cada rosca a mano. Cuando empezó ella se amasaba también a mano. Hoy se hace con amasadoras mecánicas y los hornos no son como los de hace 150 años, pero eso es lo único que ha variado el proceso», afirma. Una vez listo el producto, los tiempos de descanso, el formado a mano, los reposos, se hacen como antes. «El respeto que tenemos a la receta es tal que en la familia hay un número determinado de personas que pueden saberla. En nuestro caso la conocen mis dos hermanos. Se decide en familia quién la tiene que aprender», cuenta reconociendo que aunque parece algo peliculero hasta el punto que tienen una ceremonia para ese traspaso de saberes, «es por el respeto y el valor que le damos. Nosotros no tenemos más mérito que mantener lo que crearon nuestros antepasados», asegura. Y advierte que no entiende cómo su bisabuela no tiene aún una calle dedicada en Gondomar, «como tendrían que tener también los Cristaleiro, ellos por sus rosquillas y ella por el roscón».
Un poco de historia.
Ayer y hoy. Esperanza Araújo ya tenía en 1918 un negocio con más de una decena de empleados. Hoy, la empresa da trabajo a 60 personas y además de su preciado roscón, ofrece una gran variedad de productos que también tiene fama, como rosquillas de diversos sabores, galletas de nata, piononos, cruasanes, diferentes variedades de pan elaborado artesanalmente con masa madre o la tarta Sara, en honor a la madre de Manuel. Su adaptación a los tiempos pasa también por ofrecer servicios como la entrega a domicilio, que facilitan a través de la plataforma DBarrio, en proceso de implantación para todas sus tiendas, y en conversaciones también con Glovo.