Aldara, Yeray e Yraya lo comparten casi todo en su vida, incluida su pasión por el ciclismo desde hace cuatro años
02 ene 2019 . Actualizado a las 05:00 h.«¡Yo soy el mayor!», dice Yeray Groba Correa (Salvaterra de Miño, 2003), cuando se le pregunta por su puesto en el orden fraternal. Él fue el primero de los hermanos en nacer, y de vez en cuando recurre a ese argumento, aunque el margen respecto a Aldara e Yraya apenas sea de unos segundos. Porque los trillizos salvaterrenses compartieron el momento de su nacimiento, han compartido infancia y travesuras, y ahora también comparten la pasión por el ciclismo. Un deporte al que llegaron por casualidad pero que les ha enganchado de pleno.
«Comezaron no deporte facendo algo de fútbol, pero non lles convencía moito. As rapazas probaron patinaxe, pero a Yeray non lle gustaba, e nós preferiamos que foran todos xuntos. Hai catro anos, un primo seu que ía a ciclismo animounos a que probaran, e dende aquelas», relata Manuel, su padre. A los trillizos lo de compartir deporte les parece estupendo. «Está muy bien porque salimos los tres juntos a entrenar y vamos a las competiciones, es genial», cuenta Aldara, que asegura que a nadie le llama la atención ver a los trillizos mano a mano sobre la bici.
El ciclocrós en invierno y el BTT en verano son la especialidad de los Groba Correa. Defendiendo el maillot del Salvaterra, los tres quinceañeros compiten por toda Galicia exponiendo la mejor versión de sí mismos - de hecho, Yraya se quedó este año a las puertas del podio en la Copa Galicia de ciclocrós-. Aunque se parecen en muchas cosas, ellos mismos confiesan que cada uno tiene su punto fuerte cuando se suben a la bici. «En realidad somos bastante diferentes, a cada uno se le dan bien distintas cosas. Mi hermano es especialmente bueno en el fondo, las carreras poco técnicas pero de resistencia; mi hermana tiene bastante técnica y también tiene bastante fondo, y yo prefiero los circuitos muy técnicos», desgrana Aldara, que es un poco el verso libre de los trillizos al asegurar que se decanta por el BTT frente al ciclocrós, aunque Yraya asegura que no sabría con qué especialidad quedarse. Le tiran las dos por igual.
De los tres, Yeray es el que más en serio se toma la bicicleta. «Yo creo que al principio me gustó más a mí que a ellas, pero estamos los tres enganchados. A veces les cuesta un poco más apuntarse a los entrenamientos, pero nos lo pasamos muy bien. Se lleva bien lo de estar siempre juntos, aunque a veces tenemos nuestros roces», dice el primogénito, que valora sobre todo que al rodar junto a sus hermanas, «nunca te sientes solo y además nos entendemos muy bien».
Esa sensación de sentirse arropada por la familia también la disfruta Yraya. «Para mí, competir junto a mis hermanos es genial, nunca te sientes solo y en las competiciones siempre están cerca», describe. En su caso, tiene muy claro que ha encontrado en el ciclismo algo más que una simple afición. «Lo hago porque realmente me gusta, no es que entrene para tener buenos resultados, sino porque compitiendo disfruto muchísimo».
Consejos compartidos
Aldara, Yeray e Yraya son unos trillizos bien avenidos. Se llevan estupendamente, disfrutan estando juntos, pero recuerdan que, como en todas las familias, tienen sus roces y sus piques. «Siempre estamos mirando a ver quién va primero y esas cosas, mola muchísimo», confiesa Aldara entre risas, al tiempo que su hermano admite ser el más chinchón. «Un poco sí nos picamos con esto del ciclismo, yo el que más», confiesa el chico, que a la vez es el que más exige a sus hermanas. «Yeray me machaca bastante, la verdad, me dice que me atreva, que me eche para delante, tira mucho de mí», confiesa Yraya.
Cuando compiten, les resulta inevitable echar un ojo para ver cómo van los otros dos tercios de la hermandad, y las charlas con consejos mutuos son el pan de cada día en el hogar de los Groba Correa. «Cuando aprendemos algo nuevo nos lo explicamos entre nosotros», dice Yeray. En las comidas familiares charlar de ciclismo se ha convertido en habitual, reconocen los trillizos entre risas, porque el deporte de las dos ruedas se ha instalado en su día a día.