
Coleccionistas de este objeto en extinción celebraron en Vigo su reunión anual
08 mar 2015 . Actualizado a las 05:00 h.Hubo un tiempo en que los calendarios de bolsillo eran objetos comunes que rebosaban en todas las carteras y billeteras. Sin uno de esos, uno estaba perdido, desnortado, incapaz de programar su existencia más allá del día a día. No había comercio, empresa, marca o tienda de barrio que no agasajase a su clientela con un generoso taco sobre el mostrador entre diciembre y enero.
Pero esos tiempos han desaparecido. Los regalos en forma de calendario de bolsillo escasean debido a la crisis y las nuevas tecnologías, pero los adictos a coleccionarlos no se desalientan. En Vigo, desde hace once años, celebran una reunión a principios de marzo que atrae a aficionados de toda Galicia.
El encuentro tuvo lugar ayer en la cafetería Vence, que se ha convertido en sede oficial gracias a la buena disposición de su dueña, Digna. «Siempre nos ha acogido dándonos facilidades. Nos cede el salón durante todo el día y nos prepara un menú estupendo», indica Sonia Val.
La reunión anual congregó a cerca de una veintena de coleccionistas llegados desde A Coruña, Poio, Ourense, Vilagarcía, Tui y por supuesto, Vigo. «Nos falta gente de Lugo», admiten. «Otros años viene más gente, pero en esta ocasión coincidimos con otra reunión en Santander y alguno fallará», explica Sonia, que junto a Carmen Celeiro organiza el certamen. Como la mayoría de sus compañeros de afición, sus calendarios se cuentan por miles y en sus casas ocupan muebles enteros. Isabel Bernal, que viene de Compostela, tiene 70.000. Entre sus piezas más preciadas, un almanaque parisino datado en 1843 y uno español de 1925. «Mi objetivo es tener uno de cada país del mundo», confiesa, añadiendo que fue la pionera en Galicia en celebrar este tipo de convenciones. «La siguiente será en Santiago, el 3 de octubre», apunta. Fernando, de Ourense, asegura que hay más de 50 gallegos que practican este pasatiempo. «Y muchos más que se dedican a acumular, pero que no llevan un orden, que es fundamental en esto».
Como él, los demás coinciden en que Internet les perjudica mucho, ya que hay un gran mercado de compra venta y ejemplares que valen cientos de euros . «Nosotros intercambiamos, nunca los compramos ni los vendemos. Se trata de una afición que fomenta la amistad y disfrutamos de una jornada juntos. No hay ánimo de lucro. El calendario tiene el valor que tú le quieras dar», afirma Sonia, que comenzó juntando calendarios de animales pero ha ampliado el espectro a otros temas porque ya casi no encontraba nada.
Lo que no gastan en calendarios lo invierten en modos de almacenamiento. En el local llevan desde primera hora de la mañana colocando cajas, maletines, archivadores, tápers, álbumes con piezas que tiene repetidas para intercambiar. El coruñés Gonzalo es el primero en irse. Solo le interesan los de fútbol y los de Coca Cola, muy cotizados, como los de la casa Fournier.