La gente se pregunta: ¿hay vida después del choripán? Y, afortunadamente, según los últimos estudios gastronómicos publicados por la Universidad del Estado de Tragaldabas, ya se puede afirmar con todo el rigor científico que el tema merece, que sí, que el mundo no se acaba en un cacho de chorizo a la brasa metido dentro de una bolla. Las fiestas populares llevan años sumando clientela gracias las bondades del bocata-chorizo calentito, pero todo cansa. Además, y a pesar de que los últimos datos sobre los hábitos de consumo de los españoles nos señalan como grandes amantes de la carne que consumen muchísimas más proteínas de las que necesitan, también está aumentando en gran medida el número de personas que optan por la dieta vegetariana. No se sabe muy bien a qué se debe, pero lo cierto es que las celebraciones que más olor a chorizo frito desprenden son las que tienen como motivo conmemorativo las efemérides históricas, con especial querencia por las fiestas en las que el evento requiere disfraz de época. En las religiosas, el tema se decanta más por el dulce.
Así, este pasado fin de semana, Vigo vibró de emoción con su Festa da Reconquista, que puso el Casco Vello a rebosar de paisanos vigueses, militares franceses de pega y miles de ciudadanos dispuestos a sumarse a cualquiera de los bandos en los que reinase la alegría. Por fin, después de varios años de monotonía, los dueños de los establecimientos de hostelería se dejaron llevar por la imaginación y ofrecieron unas cartas de tapas más ricas y más variadas. Porque a la gente le gusta pasárselo bien, pero al cuarto choripán, si antes no te mata un soldado galo, el ardor de estómago puede acabar contigo, con un vigués valiente y hasta con un ejército entero. Y si no que se lo pregunten a Napoleón. Aquella mano apoyada en la barriga clamaba por un antiácido.
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