
Ignacio Arrondo popularizó el dulce que creó su padre con una receta rusa que viajó a Argentina y que luego adoptó Vigo
15 mar 2016 . Actualizado a las 10:02 h.La publicación en La Voz de un reportaje sobre la historia de la tarta Llanderas ha despertado los recuerdos de decenas de lectores, que a través de la versión digital del periódico y de su página de la edición de Vigo en Facebook, así como en grupos con más de 17.000 usuarios como Tú no eres de Vigo si..., provocó numerosos comentarios y aportaciones que han servido para completar la crónica sobre un dulce que, al parecer lleva haciendo felices a los vigueses cerca de cien años.
La leyenda nació hace cerca de cien años, cuando el navarro Antonio Arrondo llegó a Vigo para quedarse y montó una pastelería en Policarpo Sanz, a principios de los años 30. Tuvo tres hijos, Ignacio, Manolo y Carmen, y los dos primeros siguieron sus pasos. Uno le relevó en el local original y otro montó negocio propio, Marbella, en la calle Colón.
Según Luz M. Arrondo, la menor de las tres hijas de Ignacio y Esperanza Carballo, la receta de la tarta Llanderas, que caló con éxito en el paladar local, «la trajo un amigo de mi abuelo, que venía de Argentina y la cambió un poco. Cuando él murió, mi padre le relevó y se quedó».
Su explicación coincide con la del vigués Ed Charrúa: «Mi abuela paterna era argentina y en su casa tenían una cocinera y repostera francesa que lo confeccionaba de vez en cuando y al venirse mi abuela a vivir a Vigo trajo con ella, entre otras, la receta de este postre. Un día, en los años posteriores a la guerra civil, el abuelo Teodoro le dio la receta a Arrondo». También asegura que «en realidad es un postre muy antiguo cuyo verdadero nombre era Tarta Polonesa Imperial Rusa», pero Luz, que actualmente reside en Ferrol, desconoce este dato.
Sin embargo, añade que Antonio Arrondo es el autor de otra tarta que se llamaba Luna de Miel. «Una pareja le había encargado algo especial para casarse y les hizo una con bizcocho y nata, cubierta de chocolate». Triunfó y a partir de ahí siguió haciéndola.
Pero ha sido la Llanderas la que ha pervivido de la mano de otros maestros pasteleros. Según Luz Arrondo, «las otras confiterías de Vigo comenzaron a copiarla como pudieron pero en un principio sólo se hacía en Arrondo (en Las Colonias tampoco) y el único que salió del obrador de mi padre con la receta fue Álvaro Barreiro, de la pastelería Ramos. Me imagino que la tarta ha debido variar un poco, porque mantener la calidad de los ingredientes usados en Arrondo no es tarea fácil hoy en día», opina.
«De la tarta recuerdo que se rompía y la gente protestaba y que los churritos de chocolate eran muchos y más pequeños que los que salen en la foto», manifiesta. En Ramos la siguen haciendo, pero también en Igleper, La Camelia y Barral.
Actor y pintor
La hija menor del pastelero cuenta que, en realidad, la vocación de su padre era artística, y aunque se quedó con el negocio que heredó del suyo, tenía una amplia faceta creativa que le llevó a desarrollar una nada desdeñable carrera como actor de teatro, trabajando en la compañía de Fernanda Ladrón de Guevara y una destacada trayectoria como pintor. Junto a su padre andaba con las manos en la masa, pero en cuanto tomó las riendas del negocio, lo dejó.
Así, Ignacio se dedicaba a rematar los productos que los pasteleros elaboraban en el obrador como quien trabaja con pincel sobre el lienzo. La hija mayor, Esperanza Arrondo, bailarina, poeta y responsable de la escuela de danza que lleva su nombre, heredó la faceta artística de su padre.
«Él dibujaba, hacía cuadros con chocolate y azúcar glass y con todo lo que tenía a mano. También hacía caricaturas. La gente le llevaba fotos y él las dibujaba», recuerdan. Lo cierto es que Ignacio Arrondo tenía más vocación de artista plástico que de confitero y logró aunar ambas a su manera. Falleció en el año 2000, a los 82 años.