
Las hermanas Charo y Lila tenían 19 y 14 años cuando abrieron su local en el mercado de O Progreso. Tras varias idas y venidas y transformaciones de la centenaria plaza, hoy sigue la hija de la menor con la tradición
19 mar 2021 . Actualizado a las 05:00 h.Charo y Lila parece el título de una película y en cierto modo, lo es, porque las hermanas Rosario y María Hilda Fernández López, que rebasan ambas los 80 años, tienen una historia y unos caracteres más interesantes que decenas de filmes con poca chicha y aquí eso es lo que abunda, de la de comer y de la de darse cuenta de cómo era la vida a mediados del siglo pasado. Eso se intuye ya cuando Hilda (Lila), la menor, recuerda que fue ella la que con 14 años, tras curtirse desde los 11 en una tienda, puso en marcha en 1952 su propia charcutería en el mercado de O Progreso, que entonces era una preciosa y concurrida plaza de abastos de Vigo.
Su hermana, con 19 años, trabajaba en Buceta, mítica librería en la calle Policarpo Sanz, 56 (en el cruce de los cuatro bancos) y tal fue el éxito de la dispuesta pequeña que le pidió a Charo que se uniese a la empresa. Así lo hizo a pesar de que como confiesa, «mi ilusión era montar una librería», pero no se queja porque ambas, aunque trabajando duro, hicieron de la charcutería un arte, que es lo que ocurre cuando las cosas se hacen bien y con cariño. De ese sueño de ser librera, a Charo le queda la afición a la lectura y el habérsela inculcado también a su hermana el día que la apasionada vendedora de novelas le aconsejó que leyese David Copperfield. A cambio, la otra le enseñó con los años a bailar sevillanas y olé.
Aunque casi toda su vida ha transcurrido en Vigo, ellas nacieron en Lamas de Campos, en A Fonsagrada (Lugo), una preciosa localidad que se hizo famosa últimamente porque fue el lugar que el exbatería de Judas Priest, David Holland, eligió para su retiro, pero no pudo cumplir su sueño porque un cáncer se lo llevó antes de poder habitar la casa que había comprado y estaba arreglando. La familia Fernández se mudó cuando el padre, un hombre de gran altura, subrayan, consiguió plaza en la policía armada en Vigo.
En los tiempos de Charo y Lila, sin tutoriales ni gaitas, o aprendías al lado de alguien, o no aprendías. Así que Lila se curtió en aquel primer negocio ajeno y después enseñó a Charo. Pero antes de todo eso, su objetivo fue encontrar una buena máquina para cortar fiambre. Y después, buscar un local donde cupiese, que no fue tarea fácil porque según recuerdan, el espacio de su primer puesto en O Progreso era minúsculo.
La combinación entre la timidez de la mayor (que se escondía para hacer pedidos por teléfono a los mayoristas) y el desparpajo de la pequeña, la eficacia de ambas y la búsqueda de los mejores proveedores, fue el cóctel perfecto para que durante décadas se formasen largas colas ante «la charcutería de las niñas», que era como las llamaba todo el mundo. Ambas jovenzuelas serraban huesos y deshuesaban jamón como si tal cosa.
Pero esa simbiosis no duró siempre, hubo idas y venidas como cambios hubo en la historia del mercado de O Progreso, a cuyos inquilinos hicieron trasladarse en dos ocasiones para reformar el edificio. La primera, en una nave en la falda de O Castro. La segunda, en otra infraestructura provisional sobre el tejado de su actual ubicación que casi acaba con ellos. Las hermanas siguieron juntas hasta que, en 1958, Lila abrió una charcutería en el Mercado del Berbés, donde pasó 37 años, desde que se casó con 20 y decidió seguir los pasos de su marido, que trabajaba allí. Eso se acabó, «de un día para otro», asegura, cuando la mayor la llamó porque la necesitaba tras darse cuenta de que una dependienta llevaba tiempo limpiándole la caja. «Me fui con ella y tres días después se marchó a Argentina de viaje con su marido», recuerda, aún alucinada, aunque no sorprende porque ella también se «fugó» a Los Ángeles y Las Vegas en una de las reformas del mercado «porque no soportaba estar sin hacer nada». La clientela de O Progreso no la conocía y desconfiaban, pero pronto se hizo con el personal aunque reconoce que de primeras tenía fama de antipática.
En O Berbés, a su lado, comenzó Charo, la única de cuatro hijas que siguió sus pasos. Empezó ayudando a su madre y luego se fue a O Progreso cerrando el círculo. Ella lleva ahora las riendas y junto a su empleada Julia, transmiten un legado que es «charcutería de calidad, pero no delicatesen, sino del día a día, sin renunciar al buen producto, que es lo que importa», razona añadiendo que el mercado, al fin, vuelve a levantar el vuelo con clientela joven. Las hermanas Fernández también pueden presumir de haber sido adelantadas a su tiempo en casi todo, desde poner Charo la primera nevera eléctrica a cambiar la báscula de plato o empezar a usar pinzas para coger fiambre.
Desde 1952
Dónde está
Rúa do Progreso, 28. Vigo