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Las academias de Vigo se vuelcan en la enseñanza «online» para sortear la crisis sanitaria

celia eiras VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

Docentes de Kumon impartiendo clases online desde las instalaciones del centro.
Docentes de Kumon impartiendo clases online desde las instalaciones del centro. Oscar Vázquez

El refuerzo escolar sufre las dificultades de adaptarse al contexto covid

31 ago 2021 . Actualizado a las 01:30 h.

Ningún negocio en recinto cerrado ha podido escapar de los efectos del covid, y las academias no han sido una excepción. Los centros de formación han tenido que adaptarse a reducciones de aforo del 75 % (en algunos momentos, de hasta el 50 %), a posibles rebrotes y sus consiguientes protocolos sanitarios y al miedo de padres y alumnos. Las academias destinadas a dar clases de refuerzo a niños y adolescentes han sido las más afectadas.

«Las familias tienen menos dinero y en un principio no destinan mes a mes una parte de lo que ganan en mandar a los niños a clases extraescolares», sostiene Carlos Salgado, director de una academia a la que denominó con su apellido. Esto se suma a que «los niños no piden ir a academia, sino todo lo contrario», por lo que la demanda depende únicamente de la voluntad de los padres.

Muchas academias de Vigo han cerrado sus puertas desde marzo del año pasado. «La mayoría, pequeñas», dice Salgado, pero también algunas «de toda la vida, como Barreiro». Que haya menos niños asistiendo a clases de refuerzo no se debe a que se necesiten menos, y esto preocupa al profesor: «El sistema se ocupa de un grupo de alumnos, no del alumno en particular». Opina que la situación hará que «más estudiantes se queden atrás».

Aurora Rodríguez recorre Vigo todos los días para dar clases a domicilio a una decena de niños y sí ha notado que «este curso estiveron máis perdidos». La pandemia detuvo la rutina escolar durante meses y, según su experiencia, «aos rapaces lles está custando moito poñerse as pilas». Además, percibe que las medidas de seguridad están restando la motivación en las aulas. «Tampouco están a gusto no cole, séntense máis desprazados dos seus compañeiros», dice.

La Academia Salgado optó por no desarrollar una estructura telemática para impartir clases en remoto. Sobre todo porque, al contrario que muchos otros centros similares, cuentan con una superficie de 500 metros cuadrados que les permite disponer una distancia de dos metros entre alumnos. De todas formas, la amplitud del edificio no los ha salvado del impacto negativo de la pandemia: «El miedo que tiene el papá al virus ha hecho que muchos alumnos se diesen de baja».

Pero si en Salgado no han habilitado la teledocencia, es porque no consideran que sus alumnos estén lo suficientemente «concentrados y motivados» para seguir las clases «sin la compañía de un profe o de sus compañeros». No es el caso de Fernando García, que ha notado un aumento de alumnos a pesar de haber dejado de ofertar clases presenciales a partir del confinamiento. Porque García se anticipó un lustro a las circunstancias de la nueva normalidad: habilitó una infraestructura telemática en el 2014, cuando comenzó su actividad de clases particulares individuales.

Su oferta educativa es radicalmente diferente a la de Salgado. Aunque la plantilla del centro también imparte clases de enseñanza obligatoria -de refuerzo o a adultos-, la mayoría de sus estudiantes llegan a él buscando instruirse en campos más específicos, como el tratamiento estadístico, el dibujo técnico o la ofimática. «Tengo alumnos que me ven desde el resto de España y del extranjero, que no encuentran a nadie en su ciudad que enseñe este tipo de materias», presume el docente.

Fernando defiende que «uno tiene derecho a recibir una formación independientemente del lugar donde viva». Pero no solo eso. «La comodidad del online no se puede equiparar», sostiene. Ahora todo el mundo puede seguir la clase desde su smartphone. Por eso está seguro de que «la teledocencia ha llegado para quedarse».

La autonomía didáctica del método Kumon funciona en el aula presencial y en la virtual

Cuando se decretó el estado de alarma, el centro Kumon de Vigo llevaba casi dos décadas desarrollando un efectivo modelo de docencia en sus instalaciones de la avenida de la Florida. «Fue un momento de locura total», recuerda su directora Carmen Pérez, pero pudieron «suplir la falta de experiencia con trabajo y cariño». Se refiere a las clases online, modalidad que hasta ese momento nunca había pensado integrar en la academia. A finales de marzo del 2020, ya tenían desarrollado un primer protocolo de aula virtual.

Desde entonces, la teledocencia de Kumon no ha dejado de crecer «ni en estructura ni en alumnos». Actualmente, una profesora saluda a los niños desde sus casas y los pasa a una sala virtual en donde un profesor orienta a grupos reducidos. Con el desconfinamiento, muchos niños volvieron a sus pupitres, pero «un porcentaje enorme apostó por seguir con las clases online». Alcanzaron su momento histórico en plena pandemia y ahora cuentan con más de 325 alumnos.

Sin duda una de las claves del éxito de Kumon Vigo es el particular sistema de aprendizaje de matemáticas, inglés y lectura que abrazan, ideado en Japón hace más de medio siglo y ahora predicado por todo el globo. En el momento que el estudiante se matricula, «se le marca un punto de partida y se le van suministrando las herramientas para que aprenda a hacer las cosas de forma autónoma». El método Kumon consiste en «hacer un zapato para cada pie». Al contrario que el sistema educativo actual, buscan «adaptar el zapato al pie, no el pie al zapato».

En otras academias de refuerzo, como Salgado, aseguran que sus alumnos no serían capaces de atender en las sesiones telemáticas, ya que requieren un plus de concentración. Pero Pérez sostiene que los estudiantes de Kumon son «niños motivados y con ganas de aprender». «Les vas marcando retos y, cada vez que domina un concepto, le dejas avanzar al siguiente», explica.

Según la pedagoga, todos los chavales podrían llegar a «trabajar contenidos por encima de su nivel escolar, sin la ayuda de un profesor», si se les enseña de la forma correcta. Pone como ejemplo una alumna que con 10 años «ha alcanzado el nivel concluyente en matemáticas», siendo capaz de hacer cálculo integral y diferencial. U otra de 12 que es capaz de interpretar textos filosóficos «al nivel de los que se estudian en carreras de ciencias sociales como Periodismo».