La tintorería que hace milagros

Begoña Rodríguez Sotelino
begoña r. sotelino VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

XOAN CARLOS GIL

Las hermanas Amelia y Elisa Álvarez dejaron en manos de sus hijos la Imperial, en Vigo. «Dicen que lo que no conseguimos nosotros, no lo consigue nadie», señalan los expertos que se atreven hasta con balenciagas

30 sep 2023 . Actualizado a las 01:39 h.

Mantener las manchas a raya hasta hacerlas desaparecer, devolver a la clientela las prendas impolutas, los tejidos perfectos, en definitiva, la ropa limpia e higienizada, es el cometido diario en la tintorería Imperial de los herederos del oficio que emprendieron Amelia y Elisa Álvarez Pousa, Las dos hermanas de la localidad ourensana de Maside hicieron de jóvenes la maleta con destino a Vigo. Primero Elisa, para hacerse cargo del Hospedaje Pousa, y después Amelia, que la siguió como hostelera con otra pensión a su cargo.

El inesperado giro hacia la tintorería al que se sumó de jovencito, como repartidor, Ángel Puza, hijo de Elisa, tuvo que ver con la transformación de un sector que dejaba atrás los tiempos de aquellas fondas de ambiente familiar en una ciudad que salía de unos años marcados por la delincuencia y la droga. A mediados de los años 90, a las hermanas se les presentó la oportunidad de hacerse con una tintorería fundada en 1957 que había pasado por las manos de dos propietarios. «El segundo, Carlos, nos la ofreció cuando estaba pensando dejarlo, pero antes de irse estuvimos aprendiendo a su lado durante casi un año», cuenta. «Tenía muchos empleados y tanto trabajo, que hasta había acondicionado parte del local para cocinar y dormir si era necesario».

Cuando les llegó el momento de la jubilación, las tintoreras tenían el relevo en casa. La hija de Amelia, Beatriz Méndez, y su marido Martín Fernández son los encargados de seguir garantizando junto a su primo Ángel la excelencia en su trabajo... con Amelia rondando sin poder evitarlo: «Ella sigue dándonos consejos. Y se agradece tener una mano sabia detrás, aunque cambiamos muchas cosas desde que lo dejaron ellas porque es necesario actualizarse. Por ejemplo, renovando toda la maquinaria, explica su hija añadiendo que el año pasado fueron los primeros en Vigo en tener aparatos de última generación. «La limpieza en seco la tenemos casi desterrada y tiende a desaparecer por los disolventes que se usan, que la industria química está descartando. Ahora lo que viene es la tecnología wet cleaning, que ofrece una limpieza mucho más ecológica y se puede aplicar ya en muchas prendas, no en todas, que además es mejor para evitar alergias porque arrastra mejor la suciedad», explica sobre un proceso que se ha llevado, de paso, el característico olor de las tintorerías. Al menos, en su caso, ya que además presumen de que la única máquina de lavado en seco que mantienen es «de lo mejor que había, porque lleva dos filtros eco y partículas de carbono», recuerda Ángel, al que su prima ayuda haciendo memoria de los tiempos en los que limpiaban las alfombras para todo Vigo y parte de Pontevedra. «Las recogíamos de todas las tintorerías y dejamos de hacerlo cuando decidimos dar la calidad nosotros personalmente».

La formación continua es una de las bazas que les mantiene en un mercado donde cada vez hay menos profesionales, «no porque no haya trabajo, al contrario, hay muchísimo, vivimos desbordados», afirma. Pero indica que lo que ocurre es que no hay gente que sepa hacerlo «y además es una profesión muy dura», advierte sobre una labor sobre la que despejan dudas: «La gente piensa que esto va de meter ropa en una máquina y listo, pero se equivocan, es un oficio casi artesano donde la mayor parte de los procesos se hacen a mano».

Una de las características que diferencia a este establecimiento de otros de un ramo donde cada vez se externalizan más servicios, es que, en su caso, lo hacen todo ellos. «No mandamos trabajo fuera a pesar de que nos genera más gastos, pero si lo haces tú puedes dar una garantía y si lo que hacen otros, tienes que entregarlo como venga, esté bien o no. Nosotros, si algo no nos sale a la primera, lo repetimos las veces que haga falta», cuenta Beatriz. «Quizás por eso tenemos fama de milagreiros. Nos dicen: ‘Vengo aquí porque dicen que si no lo conseguís vosotros, no lo consigue nadie'», explica. La clientela de la tintorería Imperial es muy fiel y sus responsables se sienten muy agradecidos por esa confianza depositada en ellos, que afrontan retos diarios con piezas muchas veces únicas, a veces muy caras y muy delicadas. «Es una gran responsabilidad», admite Martín.

Por eso, hay quien llega desde otras ciudades, como Oporto, para dejar en sus manos un Balenciaga de 3.000 euros cada vez que necesita una limpieza, o quien se lleva a Miami las prendas que salen impolutas de la Imperial seis meses al año.

Superado el miedo a la avalancha de lavanderías, una vez visto que no son competencia, siguen dando vueltas a la cinematográfica cadena para localizar los pedidos listos para su entrega.

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