
Javier Rivas está al frente de un taller fundado en Vigo por dos hermanos a finales de los años 60 y que ahora él ha rescatado con dos socios, una pareja de artesanos del cuero que lo arreglan casi todo
07 nov 2023 . Actualizado a las 19:51 h.En la viguesa calle México había un taller de zapatero abocado a desaparecer. Sus días comenzaron a contar en 1959, año en que lo abrieron los hermanos González. Cuando se retiraron, el negocio siguió en manos de la familia: «Continuó la hija de uno de ellos, Rosa, y su yerno, Juan, que aprendió al lado de los fundadores, pero se jubilaron en el 2020», cuenta Javier Rivas, que es uno de los tres rescatadores de este local que desde marzo del 2021 vive una vida extra en sus manos y en la de sus compañeros, Valeria Martínez y Claudio González.
Eligieron una época bastante complicada para emprender. Arrancaron en medio de la pandemia. Ella ya había tenido que cerrar el negocio que regentaba, pero pensaron que el proyecto en común podía ser viable e inspirador para desarrollar expectativas juntos. Además podían poner en marcha algo en lo que creían, el trabajo artesano, y la recuperación de piezas que no tenían por qué acabar en la basura a primeras de cambio, sin darles antes otra oportunidad.
En la zapatería González primigenia hacían zapatos además de repararlos, y aunque ahora ellos podrían seguir ofreciendo este servicio, ya que tanto Valeria como Claudio saben trabajar el cuero, no lo hacen porque no compensa. «Su precio sería muy alto. Lo que sí hacemos es calzado especial, y abarcamos muchas tareas, desde recomponer maletas, arreglar cremalleras, bolsas... La clientela entra por la puerta preguntando si arreglamos cosas de lo más variopintas, desde sillas hasta paraguas, pero hasta ahí no llegamos, ¡no podemos con todo!», justifica Valeria, que es artesana del cuero, formada en varias escuelas «y diplomada por la EMAO, la Escuela Municipal de Artes e Oficios de Vigo», apostilla Javier. Su amigo y socio añade que como también afilan cuchillos, tijeras, herramientas de podar, hacen llaves y unos cuantos trabajos más en el ramo del remiendo y el cosido, «la gente termina preguntándonos por remedios imposibles». De todas formas reconoce que sus compañeros son muy manitas «y nos metimos porque nos gusta mucho buscar soluciones», cuenta ella, que aunque reside en Vigo desde hace 20 años nació en Argentina y la pasión por la piel le viene de su abuelo, que trabajaba inmerso en el mundo de los caballos y los rodeos. «Un día me reconecté con esos recuerdos que tenía de él con el tiento, haciendo cintos, pantalones y monturas», explica en una trastienda llena de herramientas, hormas, tintes, pegamentos y artilugios que adornan un viaje en el tiempo donde conviven con aparatos que también hicieron un largo trayecto, como las máquinas de coser de la marca Landis, que los hermanos González habían importado de Estados Unidos.
Tanto ella como su compañero Claudio, también argentino, estaban familiarizados con el mundo del remache y las creaciones en piel, pero para Javier era todo nuevo. De hecho, su papel está más cercano al público: «Yo me encargo del cuidado de las máquinas y de la clientela, para que ellos estén más centrados en las tareas de reparación», indica el emprendedor, que estaba empleado en Frigoríficos Berbés y al cerrar se quedó sin trabajo. Pero el vigués y sus socios no solo han recuperado un oficio, sino una filosofía enfocada al reciclaje en una sociedad que lleva un ritmo de consumo frenético.
La pandemia también cambió la narrativa de sus tareas diarias. «Después del covid dejamos de arreglar zapatos, nos llegaban muy pocos, y en cambio no paraban de traernos zapatillas deportivas», cuenta. Las largas horas sin poder salir a la calle llevó a mucha gente a revolver en los trasteros y buena parte de lo que encontraban acabó en manos de especialistas como ellos. «Pero nosotros valoramos qué es lo que vale la pena arreglar y lo que no. Si te vas a gastar en un arreglo más de lo que cuesta la pieza, el cliente debe saberlo. A veces te dicen que no les importa, porque quieren conservar a toda costa unos zapatos que les resultan muy cómodos. Para mucha gente eso no hay quien lo pague», razona. Ganarse la confianza del público ha sido para ellos el reto más importante, pero lo han logrado y forman parte del comercio de barrio. El timbre que anuncia la llegada de un nuevo cliente al pisar la alfombra de la entrada no para de sonar...
Desde 1959
Dónde está
Calle México, 58. Vigo