
Paula Figueroa, una joven cocinera viguesa, colabora con la oenegé Mundo Cooperante que denuncia la ablación genital femenina y los matrimonios forzados
02 feb 2024 . Actualizado a las 00:55 h.Llevar una pulsera suele ser un acto inocuo cuya función no va más allá del placer estético. Eso pensaba Paula Figueroa cuando un día vio por Instagram a unos cuantos personajes famosos (desde Ricardo Darín a Macarena García, Jesús Calleja o Bob Pop) con unas que le llamaron la atención. Las buscó en internet y compró una para ella y otra para su hija. Pero también descubrió en la web la historia que hay detrás de los vistosos brazaletes que distribuye la oenegé Mundo Cooperante, que se puede colaborar de otras formas, «por ejemplo, buscando tiendas amigas que las vendan físicamente» cuenta sobre estas piezas que son mucho más que adornos. «Las hacen a mano un grupo de mujeres de la etnia masái en Kenia y Tanzania, y simbolizan la lucha contra la mutilación genital femenina y contra los matrimonios forzosos de niñas», cuenta Paula en la tienda Cómics de Vigo (García Barbón, 74), que es la única en la ciudad que está adherida a esta iniciativa de alcance internacional, aunque en la provincia tiene también como amigas a Casa Román y la tapería Os Maristas en Pontevedra, y un taller de arreglos de costura en Arcade. «No hay ningún beneficio por parte de ellos ni mía, lo recaudado se lo ingreso al final de mes a la organización», revela la joven, que es cocinera y está a punto de abrir en Teis el restaurante que llevaba su abuela y se llamará Camucha en su honor, cuenta mientras sostiene en la mano el libro La maldición de ser niña, de Dominique Sigaud, que le ha hecho llegar la entidad.
Nacho Baño es el director de Mundo Cooperante, una oenegé de pequeño tamaño y grandes ideas que, desde hace casi 12 años llena el mundo de pulseras de colores que son la artesanía tradicional de las masái. «Nosotros trabajamos apoyando directamente a unas 200 mujeres que las hacen para este proyecto», explica el responsable de la entidad con solo cuatro empleados en Madrid y una amplia red de colaboradores y entidades locales que trabajan sobre el terreno. Las pulseras son su iniciativa más popular. Paula Figueroa aporta su granito de arena en forma de cuentas de abalorio aunque no venda cientos, pero la organización despacha más de 20.000 al año y de los 5 euros que cuesta cada una, dos van para pagar a las artesanas masái, «que tienen que comprometerse a dejar de practicar mutilaciones genitales para estar con nosotros», explica Baño. Otros dos para los proyectos educativos que desarrollan allí y uno para logística. Se pueden comprar también en su web. El proyecto tiene más extensiones solidarias. Por ejemplo, los embalajes con los que se entregan las pulseras se embolsan en una empresa de la Fundación A La Par, que trabaja con personas con discapacidad intelectual por sus derechos y su participación en la sociedad.