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La viguesa que atrapa joyas de la naturaleza

Begoña Rodríguez Sotelino
begoña r. sotelino VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

M.MORALEJO

Iris Durán es la artesana que a través de su empresa de joyería botánica Son Alma crea piezas con resina y recuerdos que pueden ser flores y plantas, pero también leche materna o cenizas de seres queridos

13 jun 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Las joyas que hace Iris Durán (Vigo, 1987) son especiales porque consigue atrapar en el tiempo el instante en el que una flor, una planta o una hoja alcanzan su momento álgido. La joyería botánica es la especialidad de esta viguesa que se formó como fotógrafa y después de trabajar durante once años en una oenegé documentando su labor, una mala experiencia en el último viaje a hizo abandonar ese camino. Pero al dejar ese, encontró otro. «Siempre me había gustado la botánica y siempre estuve muy conectada a la naturaleza desde niña, y cuando hice un curso con una chica inglesa que trabajaba la resina, me enganché». La viguesa aprendió mucho de joyería y de botánica, pero el amor por la naturaleza ya lo llevaba puesto desde niña, a través de su abuela y de sus padres, del club Montañeros Celtas, con los que hacía rutas senderismo.

Como de aquellas excursiones que hacía con ellos siempre había guardado flores y recuerdos vegetales, fue probando y sin querer, brotó su empresa Son Alma: «No me había planteado montar un negocio, sino que fue surgiendo y consolidándose», cuenta la artesana, consciente de que ha crecido gracias a la gente que la rodea y ha añadido a las joyas, otros recuerdos que le han ido pidiendo, como leche materna o cenizas de seres queridos fallecidos.

Su proyecto comenzó literalmente en familia, con sus tías tomando café con amigas de primeras clientas, como agentes comerciales en su barrio de O Calvario, practicando un sentido de la cercanía que considera esencial: «Para mí es muy importante la conciencia de comercio local y trabajar de la forma más ética y sostenible que pueda en este proyecto, sin dañar la naturaleza», valora.

Por eso ha ido cambiando también su forma de conseguir materia prima, que al principio recogía en el monte y ahora cultiva ella misma. «Hacía recogidas pequeñas de plantas y flores autóctonas, de Galicia y en nuestra zona, que además de traer recuerdos, se llevan usando por sus propiedades medicinales desde hace siglos», señala. «Siempre hay una flor o un olor que nos conecta con algo o con alguien, y eso es lo que más me gusta, que cuando me encargan piezas exclusivas, me digan qué flores les traen recuerdos, o que me traigan alguna si tienen. A los mercados voy con una muestra genérica de mi trabajo, pero lo que disfruto más es con peticiones muy específicas», revela sobre un proceso donde todo es artesanal y sin plásticos.

Iris tiene en su terraza un pequeño huerto donde crecen ejemplares variados junto a cebollas a tomates y pimientos, y cuenta que «es muy bonito que gente que ya me conoce, me trae semillas de otros lugares y yo planto de todo junto a los toxos, hago mi propio cultivo para no generar ningún impacto medioambiental y tener de mi mano todos los procesos», justifica. Lo que más usa es sabugueiro (saúco) que es «muy importante en mis colecciones porque tienen mucha tradición en Galicia», toxo, queiroga (brezo), flor de zanahoria silvestre «y fentos, que son con los que empecé, los más típicos y fáciles de encontrar en montes y carreteras», señala añadiendo que evita la mimosa porque es especie invasora.

Sobre la fusión con las joyas, que hace de acero inoxidable, pero también de plata o lo que le encarguen, indica que cada pieza necesita tres meses. «Para que la flor se seque y quede con sus colores hay que frenar la fotosíntesis; y se hace en una prensa botánica de madera», explica. Una vez consolidada, mes y medio después añade resina en tres capas: «Tardo unas 72 horas, el primer día le doy una capa, el segundo, otra para que no flote y el tercero, la última; pero hay que esperar siete días a que cure la pieza y luego, lijar y pulir», resume la artista, que usa una resina a base de cereales, «es que me parecía incoherente usar una epoxi plástica y esta es lo más natural que encontré», justifica.

Más apoyos a la artesanía en Pontevedra y Vilagarcía que en Vigo

La viguesa echa de menos que haya más apoyo a la artesanía en Vigo: «Pagamos autónomos como todo comerciante sin tener ningún hueco, nos cuidan más en otros lugares: en Pontevedra, en O Grove, A Illa... que en Vigo, donde es muy difícil trabajar», asegura recordando la desaparición de Ofeitoaman y subrayando iniciativas privadas como la de No Todo el Pescado Está Vendido con el mercado de artesanía en la plaza de O Calvario. Son Alma vende online y en tiendas, solo en Ruda, en Ferrol, «y no en más porque se llevan un 40 % de beneficio y no me lo puedo permitir».