«Llegué a fumar hasta cinco cajetillas de tabaco al día y lo dejé sin querer»

VIGO CIUDAD

El vigués Juan González recuerda que medía el tiempo en cigarrillos
01 jul 2024 . Actualizado a las 00:23 h.Cuando ahora recuerda ciertos momentos de su vida, Juan González Abal (Vigo, 55 años) se queda fascinado. Como aquella ocasión en los momentos duros de la pandemia de covid-19, en que estaba en la cocina con su hija.
—¿Cuánto falta para la comida?
—Dos cigarrillos.
«¡Medía el tiempo en cigarrillos!», se espanta ahora, al explicar su relación con el tabaco. Hace pocos meses lo dejó, pero no le gusta decir que es exfumador, sino que es «fumador latente».
Juan consumió tabaco desde adolescente, como tantos hombres de su generación. Avanzada la treintena, fumaba una media de tres cajetillas diarias de cigarrillos. «Y muchas veces cuatro o cinco al día», aclara.
Cinco cajetillas son cien pitillos. Para poder consumirlos hace falta practicar una dura disciplina. Si al día se le suprimen ocho horas de sueño, una persona tendría que encender un nuevo cigarro cada nueve minutos y medio —incluyendo la comida, los momentos de higiene, el transporte...— para poder fumar cinco cajetas en una sola jornada.
Una cajetilla de la marca que Juan fumaba cuesta ahora 5,35 euros. Consumir entre tres y cinco cada día supone dejarse cada mes entre 480 y 800 euros en tabaco.
Luego están los hábitos. Variar las rutinas para poder fumar. Aterrizar en un aeropuerto mareado por el síndrome de abstinencia. Encargarse ropa a medida para poder llevar cuatro cajetillas y tres mecheros siempre en los bolsillos. Cosas en las que el tabaco era quien iba al volante.
En aquellos años, que ahora llama de presuicidio por su relación con la nicotina, vivía rodeado de humo y también de estrés. Juan había heredado la empresa de su padre, una auxiliar del naval. Se sentía «muy pequeñito» porque la sombra del padre era muy alargada y a él le pesaban las responsabilidades y las nóminas que tenía que pagar. Encontró en el tabaco una manera de quemar ese estrés. O eso creía.

Y como lo creía, no quería dejarlo. Le gustaba, o creía que le gustaba. Le hacía sentir bien, o creía que le hacía sentir bien. Por eso, cuando hace un par de años la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC) iba a organizar un curso de deshabituación tabáquica en Tui, donde vive ahora, no mostró mayor interés. «La chica que lo estaba organizando me dijo que no se iba a poder hacer, porque no tenía gente suficiente. Yo le dije: ‘‘Me apunto yo y te traigo gente, para que puedas hacerlo, pero no lo voy a dejar''». Y lo dejó. «Llegué a fumar cinco cajetillas al día y lo dejé sin querer», resume.
Ese curso lo lideraba la psicóloga Loreto Puente. «Los grandes fumadores, que consumen 40 cigarrillos o más cada día, están convencidos de que les gusta fumar», explica la psicóloga. El tabaco, dice, es una sustancia milagrosa, que parece que sirve para todo. En la deshabituación tratan de identificar las conductas y «tener consciencia de en qué momentos se fuma, para luego intentar controlarlo».
Normalmente, quienes se apuntan a estas formaciones ya lo han intentado más de una vez. Son gente que llevan entre quince y veinte años consumiendo. «Suelen ser personas que han tenido algún susto de salud, pero cada vez hay más gente joven y sin patología, hemos tenido varios de 35 o 40 años». Los fármacos, como el genérico que acaba de llegar al mercado, pueden ser un apoyo, pero por sí solos son insuficientes.
A Juan le ayudó que fuese todo muy racional. «Te haces preguntas y te obligas a responderlas. Me di cuenta de que tenía la voluntad secuestrada y no lo sabía. No sabía lo enganchado que estaba», cuenta.
Dejarlo fue la salida lógica de aquel curso al que se apuntó sin querer. «No me costó nada», asegura. Estuvo año y medio sin tocar un cigarrillo. Pero el verano pasado, en una fiesta recayó. Fúmate uno; mejor no; venga, hombre; paso. Lo cogió. Tres días después, estaba en el estanco. «Ahí me defraudé», reconoce. Por eso, se apuntó al último curso de la AECC, a principios de este año, pero ya con vocación de abandonar el tabaco para siempre.
Lo consiguió, pero le costó mucho. «Sé que voy a ser un fumador latente toda mi vida», dice, «y que ahora no puedo permitirme ningún fallo, porque puedo volver a caer».

Más de cien mil consumidores
La Consellería de Sanidade lanzó el año pasado el Plan Inspira Saúde. Parte de una encuesta del Sistema de Información sobre Conductas de Riesgo que dice que el 23 % de los hombres y el 19 % de las mujeres de 16 años o más son fumadores en Galicia. Esto significa que en la ciudad de Vigo hay 55.000 consumidores habituales de nicotina y que esa cifra rebasa la barrera de los cien mil en el conjunto del área sanitaria. El grupo de edad de 25 a 44 años es el más consumidor, con el 27,5 %.
La Sociedad Española de Epidemiología advierte que en España el número de muertes atribuibles al tabaco continúa siendo es de 63.000 personas, una de cada cinco en menores de 65 años.
El tabaco está relacionado de forma directa con trece tipos de cáncer, recuerdan en la AECC, y con un sinfín de enfermedades cardiovasculares.