Recibe una llamada y suena un Para Elisa que enseguida se corta. Algún familiar va a tener que ir a ajustes. «Muchas felicidades, Paquita», le dicen en un mensaje que aparece en la pantalla.
11 may 2019 . Actualizado a las 16:09 h.Desde que conocí a Paquita los años pasan más rápido. Parece que fue ayer cuando les hablaba del cumpleaños de esta mujer que nació en el faro de Cedeira (su padre era el farero) el 7 de mayo de 1914, poco antes de empezar la Primera Guerra Mundial. Esta semana volví a su casa con motivo de un nuevo cumpleaños, el 105. «¿Cuánta gente conoces que haya nacido en 1914?», me pregunta con su peculiar sentido del humor. La veo igual que hace un año y se lo digo con el corazón, no por halagarla. «Llego a una edad muy bonita, a la cual estuve esperando toda mi vida. Es una cifra redonda», añade. Viene de comer en el restaurante Bido de Juan Crujeiras, próximo a su domicilio, y le espera una merienda-sorpresa. Hace unos años la bauticé como la reina del guasap porque es un caso insólito ver a una mujer de más de un siglo mandando guasaps como si fuese una jovencita. Se desenvuelve con el móvil como si fuese nativa de Internet. «Yo por dentro tengo 30 años», asegura mientras me muestra el nuevo smartphone que le acaban de regalar. «El anterior no salió muy bien pero no sé por qué gastan el dinero en otro con la edad que tengo. Me va bien, pero el sonido es un poco corto», comenta. Tiene razón. Recibe una llamada y suena un Para Elisa que enseguida se corta. Algún familiar va a tener que ir a ajustes. «Muchas felicidades, Paquita», le dicen en un mensaje que aparece en la pantalla.
Cara periforme
Charlamos en casa de su vecina Loly mientras le preparan la fiesta sorpresa en su domicilio. Los nietos de la anfitriona le regalan una planta preciosa. Uno de los niños tiene cien años menos que Paquita. «Me encuentro bien. Sigo yendo a misa todas las mañanas caminando. Menos cuando llueve, siempre salgo de paseo. Pero antes hacía trabajos manuales como calceta o puntilla y ahora mucho menos», se lamenta. Viste de manera impecable. «Antes de salir de casa me miro al espejo por si veo algún defecto. Siempre fui presumida», asegura. Cuenta historias y anécdotas con fluidez. Desde cuando ella y sus siete hermanos se quedaron huérfanos siendo ella muy niña y cada uno se crio en lugares diferentes. «A algunos nunca los volví a ver, por ejemplo a los que se fueron a Cuba. A pesar de tener una infancia poco estable, siempre fui feliz», rememora. Habla de cuando llegó a la ciudad de A Coruña con 14 años, o aquella vez en la sede de Hacienda que le dijeron que tenía una cara periforme. «Nunca me olvidaré. Por eso salgo tan bien en las fotos», comenta sonriente Paquita Salguero Camarero, un caso único. Me suena mi móvil y respondo pidiéndole disculpas a Paquita por responder. «Hola, soy Juan le llamo de Vodafone», escucho. Colgué. Ya hay que tener mala suerte para recibir una de esas impertinentes llamadas al lado de una mujer de 105 años que estrena smartphone. Nos despedimos. Me regala un abrazo, dos besos y una sonrisa eterna.