REBOSAN AMOR y no tienen dudas a demostrarlo 50 años después. Pasean de la mano y se quieren tanto, tanto que el matrimonio no ha podido con ellos. Seguirían casados otro medio siglo más
20 jun 2019 . Actualizado a las 12:53 h.La historia de Jacinto Paredes Moreira y de Marisol Montáns Lema es de esas que recuerdan a los cuentos de hadas en los que todo marcha sobre ruedas. Tras medio siglo casados y unos seis anteriores de noviazgo, dicen estar «igual de ben que o primeiro día». Sus caras irradian felicidad. Por este momento maravilloso de la vida en el que se encuentran decidieron festejar el domingo 19 de mayo sus bodas de oro, rodeados de familiares y amigos, con quienes comparten los mejores momentos de su día a día, aseguran.
Ambos nacieron en Cabana de Bergantiños (A Coruña), si bien él en la parroquia de Borneiro en el año 1948, mientras que ella en Canduas, en el 1949. Fue en las fiestas del pueblo donde entablaron su primera conversación, aunque ya se conocían de vista, porque Jacinto solía pasar por delante de la vivienda de Marisol con frecuencia para aprender a tocar el acordeón, su otro gran compañero de vida.
Ante la pregunta de cuántos años llevan de la mano, resoplan: «Levamos toda a vida xuntos! Empezamos dende moi mozos!». Les cuesta recordar sus inicios, pues como dicen ellos, «hai xa moito tempo diso». Pero al rato, Marisol cuenta: «Eu tería 14 anos e, el, 15, cando comezamos a considerarnos mozos. E dende aí nunca máis nos separamos». Fue el 8 de mayo de 1969 cuando pasaron por el altar. Él tenía 21 años y ella iba camino de los 20. Por supuesto que antes de ese momento no vivían juntos. «Iso non existía por aqueles tempos», apunta Jacinto. Algo que sí se daba era el casamiento y el embarazo todo en un pack, costumbre a la que se sumaron estos cabaneses. «Levamos os deberes feitos», dicen entre risas.
A partir de ahí comenzaron una nueva vida en A Coruña, debido al trabajo de Jacinto, pianista de la orquesta Sintonía, y de Los Trovadores, Los Satélites y Trébol, posteriormente. Por su parte, Marisol abrió una peluquería que regentó durante veinte años. «Sempre foi unha vida moi solitaria, porque el tiña que traballar case todos os días, sobre todo no verán, e tiñamos que conformarnos con aproveitar a xornada que el tivese libre», comienza relatando Marisol, a lo que añade: «Pero non pasaba nada. Éranos igual. Saiamos dar un paseo e tan contentos». El secreto de saber llevar esa situación dice estar en el amor y en el respeto en grandes cantidades: «Así foi como chegamos ata o día de hoxe».
«A min paréceme que pasou todo moi rápido», expresa Jacinto, algo que demuestra lo bien que marcha su relación tras más de medio siglo de amor. «O ano 1969 foi un ano bo, a verdade, porque case todos os amigos que casamos seguimos xuntos. Agora iso non pasa tanto, pero creo que somos máis felices que os que se andan separando», explica Marisol.
Medio siglo después
Ambos están de acuerdo en que el físico fue lo que los enamoró al uno del otro. «A forma de ser nese momento non a mirabamos», dice Marisol entre risas. Más de medio siglo después, Jacinto ya tiene mucho más que resaltar de su esposa: «É fenomenal. Unha gran muller e unha estupenda nai», manifiesta con una sonrisa esplendorosa. ¿Pero continúa en la actualidad ese fuerte latir de los primeros años de noviazgo? Ellos son rotundos: «Seguimos exactamente igual de ben que o primeiro día, cunha vida moi tranquila», comentan. Y es que aseguran que nunca sufrieron una crisis de pareja ni de matrimonio: «Tivemos unha gran sorte niso, sempre tivemos unha relación moi estable», cuenta Jacinto. Marisol es de la misma opinión (ya les digo que es difícil que estén en desacuerdo): «Esperemos seguir así os anos que nos quedan, cunha boa calidade de vida».
Por el momento, han regresado al lugar donde todo comenzó, la aldea de Cabana: «Dende hai un ano vivimos aquí. Revivir os primeiros anos é difícil, porque os 70 sonche moi distintos aos 14. Pero si que están aflorando en nós moitos recordos», aseguran. Salir a pasear, visitar a la hija y a las nietas y tomar algo o tocar unas piezas con los amigos de la infancia son sus mejores planes, por eso decidieron compartir sus bodas de oro en el restaurante Casa do Arco, de Laxe, con buena cocina, una música maravillosa y espectaculares vistas. «Estas superaron ás de prata e á voda inicial con creces. Pasámolo xenial, saíu todo perfecto», sentencian. Por otros 50 más.
«Sigo enamorado como el primer día»
Pilar tenía 14 años. Toño, uno más. Ella salía del colegio de La Grande Obra de Atocha (A Coruña). Él siempre se las apañaba para poder ver cómo pasaba por la calle. Fue un flechazo en toda regla. Amor a primera vista. Así empieza la bonita historia de amor de esta pareja que lleva toda la vida junta. Medio siglo dándose la mano. «Aún seguimos paseando agarrados», aseguran. «Santi, el marido de mi sobrina Lorena, me dijo que nos vio un día paseando por Mera y que alucinó porque íbamos de la mano», cuenta Pilar. Son los tortolitos de la familia. Así lo aseguran sus más allegados. «Sigo enamorado como el primer día… O más», confiesa Toño. «Ahora, te toca a ti Pili decir lo que sientes», pica a su mujer. Con una sonrisa, igual de tímida y tierna que la de cuando tenía 14 años, Pilar responde: «Lo quiero con locura».
Escapadas en Arzúa
Los dos hablan de cómo se conocieron como si no hubiese pasado el tiempo. Vivían en A Coruña: «Éramos vecinos». Pasaron de las miradas a la salida del cole a las escapadas que hizo a escondidas de sus padres Toño para poder ver a Pili en las fiestas de Arzúa: «Tuve que engañar a mi madre y decirle que iba a una excursión con los curas para poder verla». «Recuerdo que iba paseando con mis padres por Arzúa y, de repente, me encuentro allí con su primo y con él. Pensé, ¡está loco!», apunta Pilar. De las escapadas a las notas: «Nos las enviábamos por conocidos para saber cómo estábamos». Las notas no las conservan, pero sí las cartas que se enviaban cuando Toño estaba en la mili. Eso sí que es un amor de verdad.
Se casaron en verano, un 16 de agosto. Pili tenía 21 años y Toño 22. Tuvieron dos hijos. Hace unos años, cuando alcanzaron las bodas de plata, su familia le preparó una sorpresa. «Estábamos paseando por la plaza de María Pita y nos llamaron para preguntarnos qué hacíamos. Aparecieron todos allí con un regalo», recuerda Pili. Los dos están jubilados y están juntos todo el día, desde que se levantan hasta que se acuestan. Van a la compra juntos. También de viaje. «Cuando estamos fuera y llegamos al hotel siempre pido que nos pongan una cama de matrimonio, nada de camas separadas», dice Toño con una sonrisa.
A Teresa Añel, Pichucha, y a Ubaldo Gómez, la flecha del amor les cogió de verbena, como a muchos de su generación. Era una noche de verano de hace casi seis décadas en Ourense, pero los dos recuerdan ese momento perfectamente. «En las fiestas es en donde nos juntábamos la juventud, porque antes no había otra cosa. Bailamos juntos y él me preguntó si podía acompañarme a casa», recuerda Pichucha. Unos días después Ubaldo la rondó a las puertas de su trabajo y paso a paso fueron consolidando una relación que les unió para el resto de sus vidas. Ella apenas tenía 20 años -Ubaldo es ocho años mayor que Pichucha-, cuando comenzó su historia de amor definitiva. El noviazgo duró cinco años. «Nosotros tuvimos altos y bajos, enfermedades y mucho trabajo. Los dos éramos muy parecidos en eso y no nos amargaba trabajar». Ella se dedicó durante años a realizar trajes de novia y después estuvo en una tienda de moda situada en la céntrica calle Progreso de Ourense hasta la jubilación. Él, por su parte, estaba empleado en una empresa del sector de la construcción. Sobre la fórmula para mantener el amor y la chispa durante casi sesenta años, ambos coinciden: «Llevamos 54 años casados, pero tenemos claro que siempre vamos juntos de viaje. Adonde va uno, va el otro».
«En 54 años adonde va uno, va el otro»
A la hora de echar la vista atrás Pichucha y Ubaldo recuerdan con gran cariño momentos especiales en su vida y en su historia de amor, como es el día de un mes de octubre de hace 54 años en el que se casaron en la parroquia de Cudeiro, de donde es ella. De su relación nacieron dos hijos, que ya les han dado tres nietos. Y, claro, como buenos abuelos aseguran que esta etapa es la mejor de sus vidas.
¿Quién manda?
Ni Pichucha ni Ubaldo tienen problemas en asegurar que la vida no siempre es de color de rosa y que, como en todas las casas, hay sus discusiones. «Es un gruñón, pero en el fondo es muy bueno», sonríe ella. Él asiente y reconoce que quien está al frente del timón familiar es Pichucha: «En casa mando yo, pero solo cuando no está ella».