Pasó el confinamiento sola en Guadalajara. Una etapa que le crispó al principio y le recordó luego cuánto necesita a su familia. De la crisis saca una enseñanza: «No se puede recortar en sanidad, en educación o en ciencia»
23 may 2020 . Actualizado a las 08:20 h.Durante dos meses de confinamiento, sus gatas, Kenia y Venus, fueron la única compañía de Ana Peleteiro (Ribeira, 1995) en su casa de Guadalajara. La semana pasada pisó la pistas de Fuente de la Niña por primera vez desde que se decretó el estado de alarma. Mientras, consumió las horas entrenando en su domicilio y muy pendiente de los suyos. La gran especialista española del triple salto voló de Galicia a Madrid el mismo sábado 14 de marzo que el país pasó al ralentí. Su pareja, el campeón olímpico portugués Nelson Évora, se quedó atrapado en Lisboa. «Solo había salido un par de veces a hacer la compra. He aprovechado este tiempo para hacer otras cosas diferentes de lo habitual», explica en una conversación hilada antes y después de que la pandemia llegase para cambiar el mundo.
—¿Qué reflexión hace de todo lo que ha pasado en la crisis del coronavirus?
—Al principio no lo ves tan grave, luego te das cuenta de la realidad... Lo pasé mal, me agobié muchísimo al ver que había tantos infectados. También llegué a estresarme con el tema de los Juegos de Tokio [previstos este verano y finalmente aplazados al 2021] porque nadie podía prepararlos en esas condiciones. Poco a poco las cosas se empezaron a calmar y lo empecé a llevar mejor, con entrenamientos en casa, adaptándome a las nuevas rutinas y a unos horarios más lógicos, levantándome temprano. Además, vivo en una casa con jardín y eso se agradece mucho, no es lo mismo que estar encerrada en un piso.
—La enfermedad apenas le tocó a una persona cercana.
—Mi prima es médico de rayos y pasó la enfermedad la semana anterior a que se decretase el estado de alarma. Trabajó a tope para ayudar a todos. Hay que agradecer muchísimo poder disfrutar de buena salud. Ahora, al estar encerrados, vimos lo que supone para una persona enferma no poder salir ni disfrutar la vida. En este tiempo he aguantado sola y eso me ha recordado que necesito muchísimo a mi familia cerca. Desde que vivo en Guadalajara [desde otoño del 2016] ha sido la época en la que más he hablado con mis padres y con mi familia.
—Ahora los sanitarios serán sus ídolos.
—Para mí todos los trabajadores son importantes. Esta es una crisis sanitaria y los protagonistas son ellos. Más que ídolos, han demostrado que son unos increíbles profesionales. El Gobierno debe ver que no se puede recortar en sanidad, en educación o en ciencia. A ver si esto nos ayuda a que cambien las cosas. Mañana llega otro virus y, si han emigrado nuestros científicos o médicos... o si no hay camas de uci, o enfermeros... Que esto nos sirva para ver lo afortunados que somos al ver la sanidad pública que tenemos y para dar las gracias de que todo el mundo tenga acceso a ella. Va a venir una crisis económica muy grande, pero ojalá esta desgracia nos haga aprender algo.
—Antes de la pandemia, llevaba una vida muy tranquila en Guadalajara.
—Es monótona. Consiste en ir a entrenar, volver, descansar... El cansancio es alto, así que regulo mucho los actos a los que voy porque al final acaban afectando al rendimiento. Mi vida es despertarme tarde porque entrenamos tarde a causa del frío que hace a primera hora, entrenar comer, descansar... Aquí no tenemos un grupo de amigos como tal. Cada gallina en su corral, y al día siguiente otra vez a entrenar.
—No sale ni para comer, porque cocina.
—Sí, hoy tengo caldo. Si puedo, normalmente como en casa. Aunque, si me entra la pereza, vamos a un restaurante que conoce Iván [Pedroso, su entrenador] desde que él era atleta. Nos preparan todo a nuestro gusto.
—¿Cuál es su especialidad?
—Cuando viene gente siempre hago pasta con boloñesa. Cuando me pongo a cocinar, lo disfruto porque me entretiene.
—Tiene un carácter fuerte que le viene de su abuela.
—Yo creo que sí (y se emociona). Mi referente era mi abuela, que fue una supermujer. Mi abuelo tuvo un cáncer linfático con 47 años y ella se vio sola con tres hijas, con una pensión, a lo mejor, de 200 euros. Mi abuelo era marinero, iba al bacalao a Terranova y, cuando mi abuelo se quedó en casa, ella tuvo que hacer horas extra para sacar a sus hijas adelante. Y para hacer eso en el franquismo, tenías que tener dos huevos. Y mi abuela era una mujer hecha y derecha, de pies a cabeza, y una luchadora. Y sacó a toda su familia adelante, a sus hijas, a su marido, incluso ayudó a sus hermanas. La vida de mi abuela es para hacer una película. Se quedaron tres mujeres solas para tirar de un arado y trabajar las tierras antes de ir a Ribeira. Porque vivían en la aldea y, cuando ella ya se casó con mi abuelo, ya se pudo ir a la ciudad. Yo esto lo sé de ahora. Cuando mi abuela falleció, mi madre y mis tías me contaron esta parte. Mi abuela siempre ha sido un referente. No sabía hablar castellano porque no pudo ir a la escuela. Tuvo que quedarse tratando las vacas, la huerta, el prado, la vida rural de antes. Y aún así siempre intentó aprender, escribir, transmitir a los nietos que hay que estudiar para formarse. Ya que ella no lo pudo hacer, que todos lo hiciésemos. Y verme a mí competir por todo el mundo, ella que nunca pudo salir de Galicia... Pero ella era un logro. Mi abuela siempre me admiró muchísimo. La admiración era mutua. Es un referente, no porque haya conseguido grandísimas cosas, porque tuvo una vida normal, sino por todo lo que luchó durante toda su vida por sacar a sus hijas adelante. Y que sus hijas adquirieran eso. Porque mis tías mayores trabajaron para que mi madre pudiera estudiar. Y mi madre es la única que tiene una carrera universitaria. Ayudarse entre la familia es lo que ella siempre nos transmitió y ahora que ya no está tenemos que trabajar para que eso continúe igual.
—Alguna vez dijo que era gallega de sangre africana, pero también le inspiró mucho un viaje a Cuba.
—Bueno, algo de gallego en Cuba hay. A lo mejor Iván algo de gallego tiene. Siempre se lo digo: «Pedroso, ese apellido es gallego seguro...». Yo soy gallega al 100%. Mi madre biológica es gallega y mi padre biológico no sé quién es. No conozco a mi madre biológica, pero yo soy gallega y quiero que todo el mundo lo tenga claro. Mis padres no me adoptaron en Etiopía ni en Kenia, yo nací en Galicia, mis raíces son gallegas, pero la mitad de mis raíces, y se ve, yo soy negra, mulata, tienen que venir de África. La cuna de los negros está en África, la de todos, de los de Perú, de los de Cuba, de los de Galicia, de los de Suecia. Todos los negros del mundo, hayan pasado 100, o 500 años, vienen de ahí. Y es por todo lo que pasó en la época de las colonizaciones, de la esclavitud, y de que cogieron a los africanos, que eran los más fuertes y los más pobres, para trabajar, unos en un lado y otros en otro.
—Toda su vida gira alrededor del atletismo. Y si no fuera atleta...
—No lo sé. Jefa de algo en alguna empresa. Me encanta el business, el márketing, y supongo que tiraría por ser jefa en algo. Por mi personalidad, tengo que ser jefa. Puedo compartir el mando, pero no estoy diseñada, no estoy programada, para que se me trate con injusticias.
—Bueno, nadie lo está.
—Sí, claro. Aunque mucha gente en sus trabajos soporta eso. Yo, cuando la gente trata a los demás con superioridad, no puedo con ello. Así que sería la mítica jefa que trataría a sus trabajadores muy bien.
—Ya sabemos qué será después del atletismo, jefa.
—Este año posiblemente salga un proyecto muy guay. Pero aún no puedo hablar de él. Estoy muy ilusionada porque de cara al futuro me va a abrir muchísimas puertas y va a darme una estabilidad fuera del deporte. Poco a poco espero poder ir dando pistas, pero va a ser algo muy tocho.
—La moda también le atrae.
—Sí, me gusta mucho la moda, pero eso intento no mezclarlo con el deporte, sin dejar de ser atleta. Me gusta el concepto de ser una atleta que se cuida y a la que le gusta vestir bien, lejos de la imagen de la atleta que va todo el día en chándal y a la que no le gusta maquillarse.
—Eso le pasaba de pequeña.
—No. Cuando cumplí los 16 se me pasó la tontería y ya me gustó maquillarme. Aunque me sigo llevando mejor con los hombres que con las mujeres.
—Se enganchó a «Juego de Tronos».
—Totalmente. El problema es que yo la veía en español, como en español antiguo, y me aburría, pero la empecé a ver en inglés y ya dije: «Ah, esto es diferente». Y luego ya estaba como una loca esperando por cada temporada nueva. Me vi más tarde las dos temporadas en el momento. Para mí es la mejor serie de la historia, y se la recomiendo a todo el mundo.
—¿Se identifica con algún personaje?
—Claro, durante toda la serie fui muy fan de Arya. Me encantaba y, aunque no voy a dar spoilers, en la última temporada, cuando hizo lo que hizo... Pero, si me tengo que quedar con algún personaje, es con Arya, sin duda. Representa el feminismo y el empoderamiento de la mujer. Yo de niña era un marimacho que iba todos los días con las [zapatillas] F10 de Messi a la escuela, todos los días en chándal, hipercómoda para jugar al fútbol y a todos los deportes habidos y por haber. Y la verdad es que me encanta Arya.
—¿Qué está leyendo?
—Sinceramente, no soy muy de leer. Pero este año, desde que tuve un bajón, empecé a leer Cómo hacer que te pasen cosas buenas, de Marián Rojas Estapé, y me ayudó mucho más de lo que pensaba. Se lo recomiendo a la gente porque es como de autoayuda, pero no de la cutre, sino ayuda de verdad, para conocerte a ti mismo. Y también me gustan mucho los libros de Defreds, porque son lecturas pequeñitas. Leo por épocas.
—En otoño estuvo en el Vaticano, saltando de broma ante las estancias del Papa. ¿Cuál fue la última vez que entró en una iglesia?
—En Italia. Y también, desgraciadamente, por la muerte de mi abuela. Yo soy creyente, aunque no sea muy practicante de ir a misa todos los domingos. Pero yo soy creyente y me hizo muchísima ilusión estar en el Vaticano. De hecho, yo quería ir a la misa santa del Papa. Y me enfadé muchísimo porque el Papa la oficia los miércoles. Yo estaba toda contenta por estar el domingo en Roma e ir a la misa del Papa. ¡Y el Vaticano el domingo cierra, no está ni abierto! Dije: «No me lo puedo creer». Y justo el miércoles era el día que me iba a la costa Amalfitana y no pude ir a la misa del Papa. Una pena. Me haría ilusión porque este Papa me gusta mucho. Pero, bueno, para la próxima.
Si no fuera atleta, sería jefa. No estoy diseñada para que se me trate con injusticias”
—Después de ese a Italia, ¿cuál cree que ha sido su viaje más interesante?
—Estuve en Italia con mis amigos. Tuve la suerte de viajar mucho con mis padres cuando era pequeña. Recuerdo un viaje a Cuba hace 12 o 13 años que me encantó. Fue la primera vez que me vi rodeada de negros en mi vida. Y yo, en la gloria. Me encantó el contraste y la diferencia. Parece que retrocedes en el tiempo. Ahora creo que Cuba ya cambió bastante, por lo que veo en fotos. También me gustó mucho el viaje que hicimos a Egipto, o la ruta de Nueva York, Las Vegas... Fue mi primer viaje con Nelson, y me encantó. Pero el año pasado viajamos a Bali y fue muy chulo poder conocer esa cultura y descansar. Es el paraíso, aunque está tan de moda que todo parece postureo. Y no es así. Aunque, culturalmente, elijo Egipto.
—¿Qué viaje tiene pendiente?
—Tengo dos. Uno con mi padre, es el sueño de toda la vida, que siempre quisimos hacer. Es ir al Perito Moreno toda la familia, y a la isla de Pascua. Y otro que también quiero hacer, y posiblemente sea el año que viene, es Australia y Nueva Zelanda; y Tokio, que eso ya queda para después de la competición, cuando disfrutaré la ciudad.
—¿Qué suena en su móvil?
—De todo, de todo. Yo tengo playlist muy randoms, con música de los 70, 80, reguetón puro, reguetón de hace 20 años... de todo. Lo que me haga moverme. Mis padres también me educaron muy bien en la música y les doy gracias. Aún el otro día mi pescadero de toda la vida, Gaspar, que antes pinchaba, me dio música para cuando tenga una tarde tranquila, un momento especial. Me encantan también Bruce Springsteen, Bryan Adams...
—Hace tiempo habló de ser madre y se armó un buen revuelo.
—Yo lo expliqué en Land Rober. La pregunta fue sobre el caso de [la también atleta] Allyson Felix, y yo di mi punto de vista. Como ella había dosificado el momento de ser madre, se había perjudicado primero a ella y luego a las mujeres. Ella es un referente a nivel mundial, no solo en atletismo, sino que es conocida por más gente. Decir eso cuando ya había sido madre creo que es un mensaje que no ayuda a las mujeres. Para mí tuvo más valor lo que hizo Serena Williams. Fue madre y gracias a ella las tenistas no pierden su puesto de ránking si se quedan embarazadas. Y Allyson Felix, otra mujer tan potente, ha conseguido ahora que en Nike a las mujeres se les respete el embarazo. Pero ella salió perdiendo. Ayudó a las mujeres, pero salió perdiendo. Cada una tiene su forma de hacerlo. Ella tendría sus razones y hay que ser muy valiente cuando te pasa algo así.
—Así que no va a ser madre por ahora.
—Por ahora no está en mis planes. Algún día sí, pero no ahora.
—Es muy crítica con el dopaje. ¿Sospecha que haya rivales haciendo trampas?
—No lo sé. Yo confío en todo el mundo hasta que se demuestre lo contrario. Si dejas de creer, ¿qué haces entrenando todos los días?