María Soto, de Educa Bonito: «Si a un niño le dices: 'cálzate', no te va a obedecer»

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MARCOS MÍGUEZ

En esta época que nos ha tocado vivir, con una pandemia encima de nuestras cabezas, 24 horas, y un mundo patas arriba, señala que «a los niños les estamos exigiendo muchísimo» y pide un doble esfuerzo por parte de padres y madres para empatizar con ellos

01 ene 2021 . Actualizado a las 19:54 h.

Decía recientemente una profesora: «Los niños nos están dando muchas lecciones». ¡Cuánta razón! ¡Cuánto deberíamos aprender de ellos! A falta de la Universidad de la Crianza, muchos padres educamos cómo nos educaron, queremos lo mejor para nuestros hijos pero a veces, y más en medio de una pandemia que nos sume en una incertidumbre e inquietud constantes, llegamos a explotar, a vivir la autoculpabilidad y sentir que no podemos hacer más o mejor. Pero, sí se puede. El proyecto Educa Bonito de la gallega María Soto (A Coruña, 1982) acaba de ver la luz en formato libro: Educa bonito (Editorial Vergara). Es madre de Antón (8 años), Elena (6) y Yago (2). Se formó en Disciplina Positiva en 2014, descubriendo en esa metodología una forma de «educar sin castigar ni premiar». Logopeda de profesión, le entró la curiosidad y se animó a compartir su experiencia y difundirla.
—¿Por qué se llama Educa Bonito?
—Precisamente, la metodología te enseña que aunque no vayas a poder hacerlo bien, sí que puedes intentar que sea más bonito y tener una relación más fluida con tus hijos. Priorizarla, por encima de lo que está bien y mal.
—¿Qué dice la Disciplina Positiva?
—Explica por qué no está funcionando el método conductista. Estás educando como te educaron, pero la vida ha cambiado totalmente. Decimos las mismas ‘frases de madre’ de toda la vida, pero no se puede educar igual en el siglo XX que en el siglo XXI. Parece obvio, pero no nos paramos a pensarlo. Hoy hay herramientas diferentes para conseguir los mismos valores que tenían nuestros abuelos y pasaron de padres a hijos. Los valores no cambian. La forma de enseñarlos ha de cambiar para que sea efectivo.
—¿Qué tiene de especial este libro comparado con muchos de crianza?
—El libro es mi testimonio. No es una guía, no es un catálogo de herramientas educativas. He querido transmitir lo que apliqué en casa y difundo en las charlas, en las formaciones. Lo que hice, lo que sentía y los resultados que tuve.
—Muchos saben la teoría, pero la clave es llevarla a la práctica, la vida real.
—La Disciplina Positiva es como un idioma nuevo, un proceso continuo; no la aprendes en tres meses y ya no la precisas. Es la metodología de una teoría que sostiene que hay otra manera de relacionarse con las personas y eso se tarda toda una vida en aprender.
—Más con los hijos, que cambian rápido de bebé a niño a adolescente...
—Ellos van creciendo, madurando, y las herramientas van cambiando o se dejan por el camino porque ya no hacen falta. Cuando le enseñas a un niño las rutinas, estas van cambiando pero ya han aprendiendo a llevar la rutina. Y suponen también un cambio en el adulto, porque si mamá o papá no aprenden, no aprende nadie en la familia.
—¿Cómo repercute el confinamiento y la pandemia en la vida familiar?
—Creo que hemos tenido la oportunidad de tener la conexión. Hemos estado más tiempo con ellos, pero también es verdad que ha sido un tiempo de mucha incertidumbre y mucha gente lo ha pasado mal, por enfermedad, a nivel logístico, económico... Ha sido una temporada muy complicada para todo el mundo, pero los niños ya estaban ahí, con nosotros en casa. Creo que mucha gente ha entendido esa proyección emocional. Hay familias que lo pasaron fenomenal y lo han aprovechado. Esos días juntos han sacado mucho en limpio. Sin embargo, otras familias que me llamaron me contaron que para ellos ha sido un caos, que los niños se portaran mucho peor, que los hermanos se pelearan más... Depende de la conexión emocional que tengamos. Las emociones de nuestros hijos son, en gran medida, nuestras emociones, en forma de espejo. Si vemos eso, es cuando todo empieza a funcionar. En el confinamiento, una abuela me comentó: “La gente ha descubierto que tiene hijos”. Antes no teníamos tiempo material para buscar esa conexión o fortalecerla. O para comprenderla, al menos. Supongo que ha sido positivo en muchos casos y revelador para todo el mundo.
—Vayamos al día a día. Tengo un niño. Le repito 50 veces que se vista... No reacciona, hasta que acabo la paciencia.
—Es una pregunta súperinteresante, porque la Disciplina Positiva explica mucho sobre el funcionamiento cerebral. Antes no se conocía tanto cómo era el desarrollo del cerebro. Es importante saber a la hora de educar que el cerebro humano no está preparado para cumplir órdenes. Cuando recibe un imperativo se activa el mecanismo de resistencia. No es que el niño no quiera hacerte caso o no te esté escuchando, es que no va con la naturaleza humana obedecer a una orden. ¿Qué pasa? Que hemos aprendido a obedecer, por miedo, por castigos, por presión, por complacer... Pero el cerebro, como aprende, es creando pensamiento. Si cambiáramos las órdenes por preguntas... Si le dices “¡cálzate!” está recibiendo un imperativo. Si le dices “vamos a salir a la calle. ¿Qué te hace falta?”, su cerebro pensará “¡anda, los zapatos!”. Hasta que el cerebro no haga suyo el aprendizaje, te pasarás toda la vida diciendo “¡cálzate!” antes de salir. Con la Disciplina Positiva aprendemos a hablar en preguntas a nuestros hijos y a desterrar el imperativo. De la otra forma, los padres nos colocamos en una posición de oposición. Hay una barrera, el niño no está captando que tú le estás enseñando a vivir, está captando que le estás obligando.
—¿Por qué estresa tanto hoy criar, comparado a la época de padres o abuelos, que también tendrían sus dificultades?
—Por la estructura social que se ha organizado, que obliga a trabajar a papá y a mamá. El estrés no nos lo provocan los niños, sino la vida que llevamos. Muchas veces es incompatible con la necesidad humana, intentamos lo imposible y al final acabamos descargando en los niños ya que la gestión emocional no es igual con un desconocido que con alguien de nuestra familia. Paradójicamente, es más fácil saltar con alguien a quien quieres que con una persona que no conoces.
—¿Cómo se puede sobrellevar esa ira, ese estrés, sin sentir culpabilidad?
—Hemos crecido con cerebro reactivo y cuando fuimos pequeños no se nos habló de gestión emocional. No actuamos, reaccionamos. Pero si aprendemos, en vez de aferrarnos a la culpa, y lo intentamos compensar después, ver el error como un motor de aprendizaje... ¡Eso crea una conexión con tus hijos!
—¿Puede ser confuso educar en casa de una forma y que en el colegio sea otra?
—En los centros educativos, en general, se continúa con el método conductista. La Disciplina Positiva nos enseña a dar a los niños herramientas para la vida. No los estamos educando para crear una burbuja de nuestra Disciplina Positiva. En el cole, si les castigan, les enseñamos a respetar las decisiones del maestro o la maestra y a intentar entender por qué ha pasado, para qué y aprender a que no nos castiguen. Todas las herramientas les van a enseñar a vivir en un mundo conductista, tú les vas a enseñar habilidades para que tomen decisiones y sepan manejarse en cualquier situación. Esa misma pregunta se da en relación a las parejas: ‘Yo aplico esto, pero mi pareja no’. Tú le vas a enseñar a respetar.
—En una situación como la del covid, ¿es más necesaria la Disciplina Positiva?
—Sí, más que nunca. En Disciplina Positiva explicamos a los padres qué es realmente ‘mal comportamiento’, qué pasa. Cuando lo entienden, lo enfocan de forma más compasiva y comprensiva. En esta época les estamos exigiendo muchísimo a los niños, ¡muchísimo! No pueden hacer cosas vitales como moverse, tocarse, relacionarse. Hay que hacer el esfuerzo doble por entenderles, si en algún momento se desbordan, explotan, etcétera...