Sin miedo a nada. La actriz vuelve a meterse en la piel de Olvido diecisiete años después, a la vez que participa en «Caronte», la nueva serie de Telecinco. A unos días de cumplir los 40, confiesa que ha aprendido a vivir muy en el presente
19 abr 2021 . Actualizado a las 08:37 h.A punto de cumplir los 40 años, Marta Larralde (Vigo, 1981) confiesa que está en uno de sus mejores momentos. La actriz viguesa acaba de estrenar Olvido y León, 17 años después de salir la primera parte, León y Olvido. Una película gracias a la cual descubrió a las personas con síndrome de Down y que la unió a Guillem Jiménez, su hermano en la cinta y una persona que califica de muy generosa. Precisamente, la muerte del actor el último fin de semana de febrero supuso para la actriz una pérdida por la que ha llorado mucho. Ahora, saca fuerzas para rendirle homenaje a través de un filme rodado en nuestra tierra de la mano de Xavier Bermúdez.
-Solo con el tráiler queda claro que «Olvido y León» nos va a emocionar, ¿qué supone esta segunda parte para ti?
-Es muy especial para mí. Mi primer trabajo fue Lena, mientras estudiaba Imagen y Sonido en Vigo. Fue de mis primeras inclusiones en el mundo de la interpretación y me enamoré de la profesión. Después llegó León y Olvido, que me ha dado muchas alegrías. Por eso, este reencuentro ha sido muy bonito.
-¿Te preparaste de alguna forma especial, para la primera parte, al saber que ibas a trabajar con una persona con síndrome de Down?
-Sí, claro. Siempre digo que no había tenido antes el gusto de conocer a una persona con esta peculiaridad. Al principio uno se asusta, porque hay muchos estigmas, luego me di cuenta de la suerte que tuve de poder hacer este proyecto con Guillem. Me encontré a un actor lleno de ilusión, con una entrega supergenerosa, que te quiere desde el primer momento. Eso hoy en día no lo hacemos porque tenemos mucho miedo al rechazo, pero él me enseñó eso. Era tan de verdad, que para mí fue un tortazo de realidad, un chute de amor y de buen rollo.
-¿Qué te ha enseñado?
-Sobre todo esa entrega en la vida, luego, como actor, era muy disciplinado. Se sabía el texto a la perfección y controlaba todas las escenas. En los ensayos, que en la primera peli fueron muchos, era un juego constante. Él reaccionaba a todo lo que yo hacía. Como compañero fue un regalo.
-Lamentablemente ha fallecido hace poco, ¿cómo vives la promoción de la película sin él?
-Está siendo durísimo, la verdad. El día de la presentación lo pasé fatal y no paré de llorar. Ahora trato de verlo como un homenaje hacia él. El otro día, que vi la peli en el estreno, fue un torbellino de emociones, porque también hay escenas con mucho humor, pero igualmente lloré lo más grande. Me quedo con que era un ser maravilloso y que tuvo una vida genial, gracias a la suerte de familia que tuvo. Lucharon mucho por él y él cumplió sus sueños, no solo el de hacer una peli, sino dos. Además participó en otros proyectos con directores como Juan Antonio Bayona y tenía su trabajo como administrativo, que le permitió ser independiente.
-¿Hacen falta más proyectos así?
-Por supuesto, es fundamental para la inclusión social. Lo que me gusta de esta peli es que León tiene síndrome de Down, pero Olvido tiene otros síndromes, quizás peores. Los dos son tratados como personas que son, como seres humanos. Y echo en falta en las películas, en las series y en el teatro la representación de estas personas, que son como todos, pero como una peculiaridad, que no determina su vida. Son como tú y como yo, como todos. Personas con sus necesidades, con ganas de amor, cariño y sexo... Eso se refleja en la peli.
-El estreno se produce en un momento complicado en el sector por el covid. ¿Cómo te afecta la pandemia?
-Pues se me cayeron varios proyectos, pero no me puedo quejar porque acabo de conseguir un papel con el que estoy emocionada. A todos nos ha cambiado el ritmo de vida, obviamente, pero siempre digo que en esta profesión uno está es continuamente en crisis porque nunca sabes lo qué va a pasar. Hay meses en los que no trabajas y hay que ser muy hormiguita para tener ahorrado y vivir durante esos períodos.
-¿Cuál es ese proyecto?
-No puedo contar nada aún, pero la verdad es que ya me tocaba porque he recibido muchas veces un no. Entonces, de repente te sale algo así, y llega cuando tiene que llegar. He aprendido a no quejarme. Ahora pienso que si no me dieron un papel fue porque no era para mí. Obviamente, como todos, tengo momentos de bajón y me quejo, pero con la boca pequeña y en confianza. Mi marido es el que me escucha y con el que me desahogo, pero intento vivir muy en el presente.
-Muchos trabajos, como este o «Vivir sin permiso» te trajeron a casa.
-Sí, yo todos los veranos los paso en Cangas do Morrazo desde pequeña, me crie ahí. Mis padres tienen un terrenito con una casa pequeña, le llamamos el chabolo, y el rodaje de Vivir sin permiso fue en verano, entonces me permitía ir desde Vilagarcía allí todos los días. Esas cosas son las que me hacen pensar: ´¡Qué suerte tienes, Marta!
-Ahí trabajaste con Álex González y con Coronado, ¿cómo fue?
-Con Coronado coincidí poco, pero a Álex ya lo conocía porque estudiamos en la misma escuela de Madrid. También conocía a mucha parte del equipo y otros miembros del elenco gallegos. Fue como volver a casa.
-El rodaje de «Olvido y León» también te trajo a Galicia.
-Sí, con la primera estuvimos dos meses en A Coruña. Como buena viguesa, es una ciudad que me encanta. Estuve encantada, yo no tengo nada de esa supuesta rivalidad. Amo mi tierra y toda Galicia. Ahora, para esta, rodamos en Ribadavia, que es una zona que desconocía y esa parte del Miño es preciosa y transmite una energía brutal. Estuve seis semanas viviendo en Laias, que tiene un balneario maravilloso. Además vinieron mi marido, que teletrabaja, y mi hijo, que tiene tres añitos y ahí cumplió dos. Fue una maravilla, todas las mañanas que podía me iba a remar al Miño, que es una zona genial para hacer pádel surf. El peque estuvo yendo a una escuela que hay ahí en Laias, que es maravillosa.
-Has comentado que el momento más brutal de tu vida fue el parto de tu hijo. ¿Sigue siendo así?
-Sí, hombre, a nivel vital fue brutal. Fue una experiencia muy impactante y mi hijo es lo más maravilloso que tengo.
-Te quedan unos días para cumplir los 40, ¿es complicado sumar años en tu profesión?
-Sí, pero a mí siempre me ha costado conseguir los papeles. Igualmente, sigue habiendo desigualdad entre hombres y mujeres, yo no tengo un discurso de queja con eso porque no me ha pasado, pero es lo que dicen mis compañeras y las estadísticas, que hay una brecha salarial. En nuestro trabajo el caché depende de muchas cosas, pero es inaceptable que un hombre en cualquier profesión cobre más que una mujer haciendo lo mismo. En cuanto al físico, nosotras estamos sometidas a esa belleza impecable de estar siempre divinas, sin que se te noten las arrugas. Hace poco me hice una sesión para renovar el material y les dije: Quiero que se me vea la arruga, quiero que se vea la edad que tengo. ¡Basta ya de vender un ideal que no existe! Eso no quiere decir que no me cuide o no me guste verme bien, pero esas exigencias tienen que acabarse.
-¿Y cómo te cuidas?
-Pues me he reenganchado al yoga. Lo hacía antes, pero también corría, luego con el confinamiento me centré en el yoga y no lo he soltado. Me ayuda mucho. No se trata de hacer posturas, eso viene luego, sino de sentirte bien contigo, agradecer lo que tienes y quitarte lo malo de encima. Uno tiene la capacidad de elegir cómo afronta las cosas.