Los mayores gallegos se digitalizan. Rosina, Luisa, Manuela, Pilar y Conchita aseguran que aprender a manejar algunos dispositivos les ha hecho más fáciles sus días. Ellas suman más «gadgets» que muchos «millennials»
13 dic 2021 . Actualizado a las 18:29 h.Rosina Domínguez (1937) es todo un personaje. Una mujer sabia, con una vis artística, y sobre todo «una abuela digitalizada», así se considera. A sus 84 años, dice que le «falla un poquito la memoria», pero como ella mismo apunta «no es para darle mucha importancia». A esta viguesa nada la detiene. Participa en coros, hace gimnasia y lee novelas de todo tipo. Pero, además, ha incorporado las nuevas tecnologías a su rutina diaria. «En un principio no quería el móvil, hasta un día que me caí en el cementerio y me abrí la frente. Andaba sola; sangraba mucho y no había nadie alrededor. Tampoco tenía un teléfono para pedir ayuda», cuenta. Y al llegar al hospital se dijo: «Me voy a comprar un móvil porque si me pasa algo, puedo pedir ayuda yo misma. Desde entonces, no salgo más sin él de casa», asegura.
A esta elocuente abuela le gusta muchísimo leer, y prefiere el e-book. ¿Cómo es eso?, le pregunto. «Tengo mi libro electrónico, ya hace… ¡yo qué sé!, pongámosle 15 años». Al principio no estaba muy convencida de comprarlo porque prefería el impreso. «Pero al final, lo compré. Y claro que eché mucho de menos el olor del papel, el pasar las hojas, confiesa, pero después me acostumbré y ya no lo suelto. No quiero leer nada que no sea en mi ebook» —se ríe—. ¿Y no es más difícil para la vista?, le digo. «Ah, la ventaja es que puedo poner la letra en función de lo que yo necesito y con el libro de papel eso es imposible, entonces sí que me cuesta leer», afirma. Además, otra cosa buena que tiene «es que cuando leo de noche, si me quedo dormida con él, al no manejarlo en un tiempito se apaga solo y no me molesta. Me he despertado con las gafas puestas y el libro encima. Ahora mismo, estoy leyendo Trajano 3, la novela La legión perdida de Santiago Posteguillo», concluye.
NOTICIAS, SIRI, GOOGLE MAPS
Rosina también ha aprendido a acortar distancias «con solo apretar una tecla», asegura. «Hablo por videollamada con mi hermana que vive en Buenos Aires. Y no es lo mismo ver que solo hablar, eso es un gustazo», agrega. Pero también, le da otros usos. «Si tengo que despertarme a una hora determinada, pongo la alarma. Igual para una cita médica o si me toca algún medicamento. Eso es vital para una persona mayor que viva sola, —insiste— para mí fue indispensable». «Con el móvil —continúa—, con que manejes Internet para saber las noticias, el Facebook, o el Whatsapp que es más completo, ya tienes». Y en Google ella encuentra lo que quiere. «De cocina, de costura, dónde está Argentina y lo que sucede con el volcán de La Palma. Vamos, que sale todo. Además, usando el micro llamas a Siri o Alexa y le dices: ‘¿Mañana qué tiempo va a hacer?, o ¿cuál es el restaurante más cercano que tengo de comida turca o japonesa?’. Cualquier cosa que le preguntes te contesta, eso es estupendo, lo dice con certeza. Y está también ese que te ayuda a llegar a los lugares, —se queda pensando—... ¿Google Maps?, le digo. Ese mismo, también lo uso», afirma con alegría. Entonces, ¿se considera una abuela digitalizada? «Por supuesto», —se ríe— y seguidamente me cuenta que su sobrina se compró un móvil y es ella quien le ha explicado cómo manejarlo. «O sea, que le enseño yo a mi sobrina, que tiene 67 años», repite con cierto asombro y orgullo.
«LAS AULAS ME SALVARON»
Desde 1999, la Asociación Cultural Gallega de Formación Permanente de Adultos (Ategal) se ha convertido en un espacio irreemplazable para Rosina. Allí se siente como en casa. «Cuando falleció mi esposo quedé perdida. Mi sobrina con la que vivo hoy me sacó del sofá y me habló de las aulas. Pensé que me vendrían bien y así fue», recuerda. «Al principio las clases eran de cultura general, de Historia del Arte, Inglés, Francés, música y teatro. Todavía se dan, pero ahora también nos enseñan a manejar Internet, el móvil, el ordenador, la tablet y también… —rebusca otra vez en su memoria— ¡Ah, ya, hacemos cursillos online!». Fue así como «me puse mi Whatsapp, Facebook, Instagram... bueno, todo. Yo manejo todo ese cotarro y también hago videollamadas grupales con mis amigas». Por eso resalta que en las aulas son como una familia. «Allí te quitas la depresión, y tenemos el apoyo de nuestra monitora Macarena. Total, que las aulas me salvaron la vida y ayudarían a mucha gente que está sola», asegura.
De nuestra conversación, Rosina se despidió encantada. Pero al cabo de una hora tenía un mensaje de audio suyo por Whatsapp. Me mandaba un par de los tantos títulos que ha leído en su ebook. «Para que completes», decía. Esos detalles no podían faltar.
Manuela y Luisa Fernanda: «Tengo mis citas médicas en la app del móvil»
noelia silvosa
Entre Manuela y Luisa Fernanda, de 79 y 65 años respectivamente, suman más apps, redes sociales y gadgets que muchos millennials. Colaboradoras habituales de la Asociación Cultural Gallega de Formación Permanente de Adultos (Ategal), están a la última. El móvil, la app de Sergas Móbil en el caso de Manuela, Google Drive, WeTransfer, Facebook, Instagram, Telegram, un smartwatch y hasta un sistema de telealarma en el de Luisa Fernanda, las asisten en su día a día. Pero sin duda, lo que más le gusta a la segunda es Alexa: «La llevas en el móvil y te informa de todo. Me encanta, la uso cada mañana y le pregunto por el tiempo, las noticias, el santoral... La tengo en el teléfono», indica. Su hijo Alfonso Alvar, que es informático, desarrolló la telealarma para que siempre la lleve encima. «Yo estoy en un sitio determinado y con pulsarla, ya saben dónde es. Me caigo, me desoriento o me pasa algo, y con darle al botón rojo la otra persona ya recibe un mensaje con mi ubicación», explica.
Tan puestas están en esto de las nuevas tecnologías que ambas participan en el ensayo piloto de Asiste, la futura aplicación de la Xunta para el fomento del autocuidado, la autonomía personal y el apoyo a los cuidadores y personas cuidadas. «También tiene un servicio para llevar el control de la medicación, llevamos varios meses probando cómo funciona y ya hicimos de cuidadas y cuidadoras de la otra. Sigue en fase de estudio y saldrá próximamente», apuntan.
Lo primero que hace Manuela por las mañanas es leer la prensa digital. También controla sus citas médicas vía aplicación. «Ahí tengo la medicación, las citas pendientes, la historia clínica y las analíticas», asegura ella, que también se maneja mucho con Google Maps. Lo que no tiene, más allá del WhatsApp, son redes sociales. No es para nada el caso de su compañera de aula, que es ya toda una experta en varias de ellas. «Tengo Facebook, Instagram y Telegram para estar al día. De hecho, Telegram parece más seguro que el WhatsApp y las fotos pierden menos calidad», indica Luisa Fernanda, que además está hecha toda una reportera y disfruta tomando las imágenes y los vídeos de las actividades de Ategal, por lo que el WeTransfer y el Drive son otras de sus herramientas fetiche: «Los edito y les pongo música y texto con unos programas que tengo en el ordenador». Sus paseos diarios están más que monitorizados. «Llevo un reloj inteligente para caminar cada mañana y controlar las pulsaciones y el oxígeno en sangre», mantiene.
«Con estos años aún nos queda mucho por aprender», señalan estas dos amigas unidas por la tecnología. Pero lo cierto es que ya saben más que muchos con menos años.
Pilar Quintano: «Tengo dos Alexas, en el baño y en la salita»
yolanda garcía
Son serviciales, generosas. Pura amabilidad. Aunque una es humana y la otra un altavoz inteligente, yo me quedo con la primera, con Pilar Quintano (Valencia de Don Juan, León, 1943). Saluda a Alexa con un «buenas tardes» y el dispositivo, correspondiéndola, le contesta: «Me pillas repasando los episodios de Friends». Quizás su dueña no haya visto nunca la serie, pero la tecnología la mantiene al día. En todo. Y la ayuda en el hogar. Mejor dicho, la ayudan, porque tiene dos, una en el baño y otra en la salita. En la cocina anotó en una pizarra las instrucciones claras que debe dar a Alexa para que active otro aparato, un robot de limpieza rebautizado: «Alexa, enciende a Juanina. Cuando termina dice Juanina: 'Acabé la limpieza, voy para la base'. Se coloca, y ya está». Pilar también consulta a Alexa sobre cómo poner en marcha el aparato del aire que le regalaron por el Día de la Madre. A su marido, José Luis, dice, le gusta pedirle canciones de Julio Iglesias o Juan Pardo en el baño. «Yo no soy musiquera», señala Pilar comentando a modo de anécdota la visita reciente del hijo de un sobrino. El niño, con 9 años, no conocía a Alexa y en ese primer encuentro él ya le espetó: «Ponme la Quinta Sinfonía de Beethoven». Ya no paró de preguntarle...
«Es muy graciosa»
«Si no te entiende, Alexa te dice: 'No encuentro tal cosa'», señala Pilar. «Para recordarme tomar la medicación no me hace falta, pero sí para cualquier cosa que necesito. Le digo, por ejemplo, que a las 11.00 me avise para llamar a alguien o un día que a lo mejor pongo la comida por la noche para que a tal hora me avise. Cuando llega el momento, pone una musiquilla y ya sé qué es», comenta. Alexa identifica a Pilar perfectamente, tanto que «un día alguien se puso a hablarle y el altavoz le dijo: 'No te reconozco la voz'». «Es muy graciosa», describe Pilar por algún que otro episodio en el que la propia Alexa se «metió» en la conversación telefónica con su hija, cuando hablaban ambas del dispositivo. «Si estoy viendo la tablet y quiero que se apague la televisión, pero no tengo el mando conmigo, le pido a Alexa que la apague. O que apague la luz», señala, reconociendo que «sí, nos estamos volviendo muy cómodos» con tanta tecnología. Pero Alexa, sentencia Pilar, «es un cielo».
Conchita Rodríguez: «Con el Skype no dejé de ver a mis bisnietos»
liliana g. abad / s.f.
Para Conchita Rodríguez (1930, Ourense) la tecnología ha sido también ese puente que la mantuvo unida a las personas que ama. Así lo vivió durante el confinamiento. «Gracias al móvil la cosa fue más llevadera», recuerda. «Porque tengo una familia grande que vive por toda España y pudimos mantenernos conectados. Y si hoy nos lo quitan quedamos desnudos, fue un alivio», asegura. Desde entonces, y a sus 91, maneja con destreza la aplicación skype. «Aprendí a usarlo para hablar con mis hijos que viven fuera, incluso con los 10 nietos y cinco bisnietos que tengo, y lo mejor que tiene es que nos vemos por imagen —dice—, y así no me pierdo verlos crecer».
En su juventud fue maestra y luego trabajó en servicios sociales hasta que se jubiló. Y una vez en casa, tuvo curiosidad por aprender informática, por lo que se apuntó a clases. Al poco tiempo llegó a las aulas de la Asociación Cultural Gallega de Formación Permanente de Adultos (Ategal), siendo de las primeras alumnas fundadoras. «Allí fui a cursos de nuevas tecnologías, inglés y memoria. Y también nos enseñaron cómo acceder a la aplicación del Sergas para pedir una cita médica», cuenta Conchita. Además, «utilizo Whatsapp, me entretengo con la tablet. Y si tengo alguna duda procuro ir a Internet e informarme. Ahora mismo no me encuentro desfasada, normalmente estoy al día», asegura.
Esta abuela de voz dulce vive con una de sus hijas, María del Mar, que reconoce que su madre empezó a usar Internet primero que ella. «Es muy activa. Utiliza también el Facebook, envía vídeos, documentos, revisa su correo electrónico y se guarda notas en el móvil para recordar tanto sus medicamentos como cualquier otra cosa», señala María. A lo que Conchita agrega: «Siempre estoy haciendo algo, si no son sudokus, estoy con una sopa de letras o escribiendo cosas mías porque me gusta escribir y leer, aunque la vista ya no me acompaña mucho. Procuro no estar impasible, no es lo mío», insiste.
Y termina confesando que ella es de las que apoya que los mayores aprendan y se integren en las nuevas tecnologías. «Tengo amigas bastante más jóvenes que yo, que me dicen: 'Yo no quiero esas complicaciones con el móvil'. Y creo que es muy importante estar al día con esto, porque nos hace la vida más sencilla a la hora de avisar de cualquier problema, reservar un billete de viaje o pedir una cita médica», concluye con una sonrisa.