Dani de la Torre: «Rodé esta peli en Galicia porque cuando mi madre estaba enferma, pensé: 'Hazle caso por una vez en tu vida'»

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CARLOS CORTÉS

El director, en medio del éxito de «La Unidad», estrena este 3 de junio «Life is Live», una historia que nos devuelve a los veranos de los años 80 en las aldeas gallegas y que presenta este jueves en las bodegas Regina Viarum de la Ribeira Sacra

02 jun 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Un regreso a los 80 es lo que nos propone Dani de la Torre (Monforte de Lemos, 1975), a esos veranos de niño, de días eternos al calor del sol de tantas aldeas gallegas. Eso y mucho más, con la Ribeira Sacra en todo su esplendor, es lo que ofrece Live is Life, la última película del director, que casi es capaz de verse con el Walkman en las manos escuchando la canción en Vilamelle cuando todavía era un chaval. Con esta historia de aventuras se despide de su madre, que le pidió que la rodase justo antes de morir —«con ella vi mi primera película, y ella conmigo vio su última película», recuerda emocionado—, y vuelve a su adolescencia. Una etapa complicada, confiesa: «Esta película me ha conectado con el chaval que fui, con la adolescencia difícil que tuve».

—La adolescencia es complicada.

—Es difícil, porque asoma ya el adulto que llevas dentro y empiezas a abandonar el niño que eres. Estás en la edad en la que todavía quieres seguir soñando con un montón de cosas, pero ya empiezas a pensar como un adulto y a relacionarte con problemas como los adultos. Estás ahí en un momento en el que no quieres dejar de soñar, pero también empiezas a preocuparte por cosas por las que antes no te preocupabas.

—¿Qué te pasó a esa edad?

—Estaba un poco perdido, no me iba muy bien en el instituto, y como que no sabía qué quería hacer. Estaba difícil, y eso hace que tengas tensiones familiares, discutía con mis padres... Nada grave, aunque sí que fue una adolescencia en la que estaba perdido. Pero siempre me salvaba el cine, poder soñar con esas pelis que veíamos en los 80 que daban muchísima esperanza, que soñabas con encontrarte un tesoro o escapar de los piratas. Regreso al futuro, Karate Kid, Los Goonies... todo este tipo de películas que me marcaron como espectador y que llevo marcadas también a fuego como director.

—A tus chavales de esta peli ya les llaman los Goonies españoles.

—Es que las referencias son las mismas para todos, es el cine que vimos como espectadores y tampoco es que haya mucho más. Son películas que se estrenaron todas muy cercanas y que hicieron que miles de personas fueran al cine. Entonces, las tenemos ahí como películas de cabecera.

—Ahí te quedó «E. T.» para siempre.

—Siempre. Fue mi primera película en el cine, y fue mágico, porque fue en el teatro, en Monforte. Me acuerdo de toda esa gente gritando, tanta gente emocionada, personas fumando en el cine, aquel alboroto... Me encantó la experiencia, me encantó.

—Era característico de la época ese bullicio.

—Sí, la experiencia compartida.

—Quizás para estos chicos a los que has dirigido lo más fuerte de todo fue vivir el estilo de vida de los niños de esa época, ¿no?

—Efectivamente, ellos flipaban. Flipaban con esa libertad, con coger una bici, pasar el día entero y la noche fuera de tu casa. Esa libertad de poder ir a fiestas que no te invitan, meterte con pandillas que no eran la tuya... Esa libertad y ese perder el miedo que hay hoy en día en la sociedad, porque hoy los chavales y nosotros estamos muy expuestos con las redes sociales y con todo. Por eso la gente se monta sus personajes, sus corazas. Lo que han conseguido las redes sociales es que la gente se cierre más para que no le ataquen o para, de alguna manera, vivir tranquilo.

—Todo el día fuera... ¡y sin que les llamara nadie al móvil!

—Claro, sin que los tengan controlados. Si le dices a cualquier padre que su hijo va a estar todo el día y toda la noche sin saber nada de él, a lo mejor te dice que ni de coña. Pero en esa época llegaban chavales de todos los lugares de España, se mezclaban con los chicos el pueblo y había esa libertad, porque sabías que no iba a pasar nada, que iban a estar seguros y que los vecinos los iban a vigilar también. Había esa tranquilidad para las familias que ahora mismo no hay.

—A veces también se les protege de más, ¿vivimos en un estado paranoico?

—Sí, eso es cierto. Pero también es verdad que con la cantidad de información que tenemos, todas las noticias que salen y las cosas que pasan... Pues a mí me da miedo cuando salga mi sobrina que ande sola por ahí. Y es mi sobrina, no me quiero ni imaginar lo que siente mi hermana. Es normal que te preocupes más. En los 80 éramos más ignorantes, naífs o como quieras llamarle, pero porque teníamos esa sensación de seguridad. Había cosas muy duras, como fue la droga, y los padres estaban intranquilos porque sus hijos estuvieran lejos de ella, pero aún así había cierta autonomía de los chavales que ahora mismo no hay.

Con ella vi mi primera película, y ella conmigo vio su última película

—Entonces, ¿eras de los que suspendían?

—Bueno, no era un gran estudiante, la verdad, pero era porque me aburría en clase. Yo siempre andaba en las nubes, disociando, pensando en mis cosas... Soñando despierto, que es un poco lo que me marcó también y lo que me ayuda a hacer cine.

—La verdad es que «Live is Life» es Galicia por los cuatro costados.

—Galicia sale muy bonita, toda la zona de la Ribeira Sacra. Y además, es una historia muy emotiva. Nos lleva un poco a ese cine de los 80 que había antes. Es un revival, pero con una historia nuestra. Es una peli muy especial.

—Lleva el sello de tu madre.

—Sí, porque es una película que me recomendó mi madre cuando estaba enferma. Me ha liberado mucho hacerla, me ha conectado con el chaval que fui, con la adolescencia difícil que tuve y, sobre todo, a la hora de volver a los sitios a los que iba con mis amigos cuando era niño. Es muy bonito volver a vivir las experiencias, aunque sea en las bicis de otros chicos.

—Los niños suben a una montaña para buscar una flor mágica capaz de curar a su amigo.

—Sí, y al padre de uno de ellos, que está malo. Lo hacen con ese espíritu de clan, de pandilla, de si cae uno caemos todos, si está mal uno lo estamos todos. Eso es algo muy bonito que sucede en la peli, y que desprende esos valores que todavía tenemos las personas, esa bondad, esa amistad, esa camaradería que se respira en la pandilla. Y ahora mismo ese cine no se hace.

—¿Pasó de moda?

—¿Sabes qué pasa? Que ahora mismo estamos en una época muy oscura. Las pelis son oscuras, los personajes no son ni buenos ni malos, los buenos rayan siempre algo malo... Es un poco retorcido. Y parece que no puedes mostrar los sentimientos ni mostrar nada. Me preocupa un poco eso, porque creo que la gente joven necesita valores, necesita ejemplos, y sobre todo poder soñar que hay cosas mejores.Las pelis son desesperanzadoras casi todas. Parece que esto no va a cambiar nunca, que luches lo que luches va a ser todo una mierda.... Y oye, yo creo que hay esperanza y que hay que darles a los chavales la ilusión de que pueden cambiar las cosas y que pueden soñar con lo que quieran ser para que lleven la vida mejor.

—¿Y tú cuál eras en la pandilla?

—Yo era muchos y no era ninguno, tenía un poco de todo de los que están ahí. Albert Espinosa y yo hemos hecho una composción de personajes con nosotros y con los amigos que teníamos de chavales. Hay retales de todos ellos.

—¿Cómo eran tus veranos?

—Yo iba mucho a mi aldea, que es un pueblo que se llama Vilamelle, en Pantón. Pasaba etapas allí con chavales que venían de Madrid, de Barcelona... de todas partes. Y luego, en Monforte de Lemos, tenía mucha gente de fuera también. Iba mucho ahí, íbamos a la piscina juntos, en bici... Era muy chulo poder juntarnos cada uno de un lado.

—Y ese clásico de: «Le dije que iba a dormir a tu casa».

—Sí, sí, ¡claro! Igual un padre llamaba a otro y le decía: «A mí me dijeron que se iban todos a casa de este». Y el otro le contestaba: «¡Pero si a mí me dijeron que iban a casa del otro! Serán cabrones», ¡ja, ja! Eso pasaba.

—La vida está llena de señales que solo detectas tú. ¿Tuviste muchas?

—Sí, yo he tenido señales de todo tipo, o intuición, como en este caso la tuve para saber que tenía que hacer esta película. Además la rodé porque fue algo que me pidió mi madre cuando estaba enferma, y pensé: «Hazle caso a tu madre por primera vez en tu vida». He tenido esa señal de que me iba a venir bien esta película, sobre todo por vivir una experiencia en mi pueblo, en los lugares a los que iba de niño, y para despedirme de mi madre y decirle adiós.

—Dijo que te dejaras de tiros.

—Sí, «déjate de tanta acción y cuenta algo bonito, con bondad, que tú eres muy buena persona», me decía, «y haz algo que emocione al espectador y que tenga valores bonitos». Fue lo que me llevó a Live is Life. Yo le conté que me la habían ofrecido, y a Albert Espinosa ya le seguía y le admiraba... Fue un viaje muy bonito.

—Es que ella te guio en todo, porque fue la que te llevó al cine por primera vez a ver «E. T.».

—Sí. Mira, con ella vi mi primera película, y ella conmigo vio su última película.

—¿Cuál fue?

La sombra de la ley, que era mía.

—Una señal también.

—Sí, sí, una señal. Ella estaba muy orgullosa de mí, de que hiciese cine, de que me fuese bien, y la verdad es que estaba muy feliz con todas las cosas que estaba haciendo. De alguna manera, también esto es un homenaje a ella.

—La historia se ambienta en la noche de San Juan. ¿Qué has quemado tú en la hoguera?

—Y lo sigo haciendo. Quemo sobre todo malos deseos, malas vibraciones o malas noticias... También puedes buscar una etapa nueva en tu vida, que se arreglen los problemas que tienes tú o alguien cercano al que quieres. Es un momento del año en el que mola hacer simbólicamente ese volver a empezar en algunas cosas, o intentar cambiarlas si no están bien. Uno de los niños en la peli tira las notas, pero yo físicamente nunca tiré nada. Aunque al saltarla sí que pensaba siempre en lo que me hacía feliz.

—Es tu tercera película, pero como no lleve algún Goya será la primera decepción. Llevas dos premiadas de tres.

—Bueno, no, no me espero nada. Te lo digo de corazón. No es una peli de premios, es una peli de público, de disfrutar, de entretenerte, de emocionarte en el cine, que es para lo que la hago yo. Y los premios no puedes pensar en ellos, porque no van a llegar. Y si llegan, pues bienvenidos sean. Hay muchas películas españolas buenísimas, ¿y por qué la tuya va a ser mejor que la de los demás? No lo espero. Evidentemente, si llegan me pondré contento, y si no llegan no pasa nada. Lo importante es que la peli la vea la gente, que se emocione, y para eso hacemos cine.

—¿Pasar de dirigir a Tosar a un grupo de niños noveles fue como coger un equipo y enseñarle a jugar?

—Y han jugado bien, eh. Fue duro, porque la película no pivota sobre un gran actor, no es lo mismo dirigir a Luis con niños o a Marian Álvarez con niños que dirigir a niños solos. Ellos son la película. Lo he pasado muy bien, fue en plena pandemia el rodaje, y fuimos como un equipo, como un campamento allí todos en la Ribeira Sacra.

—Lo de traer esta historia a Galicia fue un ingrediente tuyo que no estaba previsto.

—Sí, yo le pedí a Albert poder traer a Galicia la película, que estaba ambientada en Cataluña, y poder hacerla mía. Mostrar de paso mi tierra, que nunca había sido fotografiada en cine, y la verdad es que él según vio las fotos de la Ribeira Sacra se enamoró del paisaje, de la montaña, de los embalses, de las viñas, de todo. Y yo creo que es bonito mostrar lo bonita que es tu tierra en el cine, ponerla en valor y que la gente te vea en todo el mundo. Que cualquier persona pueda sentirse atraída, igual que nosotros vemos otros lugares del mundo y nos atraen, y vengan a visitarla.

—Dices que no hay ningún género que fusione mejor al niño y al director que el de aventuras, ¿no?

—Sí, porque estás jugando siempre. Y me desnudé completamente, esto tiene mucho de mí: el lugar donde yo crecí, retales de mis amigos y vivencias únicas. Es la peli que más se parece a mí de las que he hecho.

—¿Y la próxima? ¿Volveremos a los tiros?

—Estoy en «La Unidad» 3, que empiezo a rodar en agosto. Luego tengo una serie sobre el crimen organizado en Marbella, que la estoy escribiendo con Alberto Marini [con quien creó La Unidad en Movistar+], Nacho Carretero y Arturo Lezcano. Y después tengo una película para el año que viene, un thriller para Atresmedia Cine protagonizado por una mujer y que es muy potente.

—Confirmado entonces, volvemos a los tiros.

—No... Bueno, en «La Unidad» sí. Y en lo otro, bueno... puede ser, también, ¡ja, ja, ja!

—La primera temporada de «La Unidad» también fue un despliegue de localizaciones gallegas.

—Sí, he rodado mucho en Galicia. El desconocido en A Coruña, La sombra de la ley parte en A Coruña y parte en Barcelona, La Unidad en A Coruña, Ferrol, Monte Neme y otros muchos sitios... La verdad es que soy un privilegiado. Poder llevar los rodajes a mi tierra es una maravilla y un orgullo para mí. Y, siempre que pueda, intentaré tirar para aquí, claro.