Podría cobrar 300 euros más, pero tiene claro que no le compensa. Prefiere que sus inquilinos estén a gusto y fidelizarlos. También que no estén ahogados. «Yo me emancipé con 23 años y ahora eso es imposible», dice
20 feb 2023 . Actualizado a las 17:19 h.David Romero no debería ser noticia. Pero desgraciadamente, lo es. Y es así porque su caso es un rara avis. De los que ya no quedan y están en peligro de extinción. Se trata de un propietario de un piso en alquiler que ha decidido cobrar un precio muy ajustado y que no pretende enriquecerse a toda costa, sino que valora más que sus inquilinos estén desahogados y puedan acceder a una vivienda en unas buenas condiciones. Raro, ¿eh? Todo surgió por un tuit que colgó en el que se veía una conversación por WhatsApp con su inquilina, donde ella le informaba de la renovación del contrato y él le decía que no le iba a subir el precio. Se viralizó. Tuvo más de un millón de visualizaciones. Por algo será. Y se abrió el melón de un problema que está ahogando a las familias: la burbuja del alquiler.
David sabe que no es el único caso, dice que mucha gente le ha escrito para contarle que también comparte la misma filosofía, pero aun así, todos ellos están en las antípodas de la mayoría de los alquileres. «Son ochenta metros, tiene tres habitaciones, un baño y una terraza. Lo reformé yo entero. La cocina tuve que financiarla porque no me llegaba el dinero. Y está completamente nueva», explica David, después de contar que decidió comprar este piso como inversión, para el día de mañana dejarle un legado a su hija, y que no tenga problemas de alquiler: «Lo compré cuando murió mi madre, hace cuatro años. Somos cinco hermanos y vendimos el piso de ella. A mí me tocó una quinta parte. Unos 40.000 euros, más o menos. ¿Y qué hice con ese dinero? Pues busqué un piso porque si no lo inviertes, te lo acabas gastando».
Aun así, no le llegó para pagar el piso entero y tuvo que pedir una hipoteca. Él ahora paga dos: «¿Qué pasa? Que la del piso que compré se paga sola y por eso lo hice también. Y, ¿por qué no quiero ganar más dinero? Porque así me llega. Yo lo que quiero es que esta gente tenga un proyecto de vida y pueda vivir. Son menores de 30 años, son jovencitos y son encantadores. Además son dos currantes».
Hace tres años que David les alquiló el piso a Nerea y a Christian y nunca les ha subido el alquiler. «Es más se lo he bajado. Solo 25 euros, es simbólico, porque más no se lo puedo bajar. Pagan 500 euros al mes con comunidad incluida», dice. «Yo creo que ellos están contentos conmigo y yo con ellos. Son unos chavales responsables, me cuidan el piso. ¿Qué más quiero? Podría ponerlo como piso turístico y ganarle pasta, pero lo que quiero es tener gente fija. No quiero que cada año se me vayan unos, vengan otros y no lo puedan pagar», explica. Además, a él con tal de que le dé para pagar la hipoteca y un poco de beneficio le llega perfectamente. No vive de alquilar su piso. «Evidentemente un poco de dinero le gano, pero no me voy a hacer millonario. Pero bueno, poquito a poquito lo vas metiendo en una cuenta y granito a granito va creciendo».
Comenta también que si lo alquila como piso turístico en la época más fuerte del año, es decir, en Navidad, podría alquilarlo por 700 euros a la semana: «Pero, ¿para qué? En la inmobiliaria cuando les dije que iba a cobrar 500 euros, me dijeron que estaba loco. Podría pedir 800 euros. Tal y como está el alquiler ahora en Vigo es una locura. No hay pisos de alquiler». Incluso relata el caso de una amiga suya, que está buscando piso y vio uno cerca de la zona de donde él tiene el suyo: «Era un piso viejo al lado de mi casa, en el centro de Vigo también, con dos habitaciones y un quinto sin ascensor y pedían mil euros. ¡Mil euros! Eso se llama especulación. Estas cosas me indignan. Si todos tuviéramos un poquito de conciencia social, nos iría mucho mejor. Pero también tenía que haber una ley de vivienda, muchísima más vivienda pública, y poner un tope de mercado».
Tener empatía
David dice que lo hace por «conciencia social» para que la gente pueda tener «un proyecto de vida», y que, afortunadamente, ha recibido muchos mensajes de gente que también se niega a subir los precios de los alquileres: «Es tener empatía y no abusar. Yo me emancipé con 23 años y pude alquilar mi piso. Pero ahora eso es imposible. El futuro que les espera a los chavales es muy negro», añade este comercial.
Ni que decir tiene que Nerea y Christian están muy contentos con David. Ella, que es de Bilbao, explica que en su ciudad natal le resultaba imposible independizarse y que por eso se vino a Vigo. «Yo tengo ahora 30 años y me habría gustado ser madre antes, pero por la situación económica, el alquiler, los sueldos... tampoco he podido formar mi propia familia. Alquileres como los de David nos permiten no malvivir y poder ahorrar un poquito. Te da la libertad para poder mirar al futuro», comenta.
«Ahora puedo plantearme ciertas cosas que antes no podía. Como formar mi familia o ahorrar, no vivir con la soga al cuello. O no estar agobiada todos los días haciendo cálculos para poder llegar a final de mes. Y además, es que no es solo mi caso. Hay mucha gente, amigos y compañeros, que estamos igual. Conozco a una persona que se le ha acabado el contrato de alquiler, y de un momento a otro le han subido más de 300 euros el precio. Y ella está sola y no se lo puede permitir, se va a tener que buscar otra cosa o irse a casa de sus padres, cuando ella estaba feliz en ese domicilio. Y respeto el negocio de todo el mundo», dice, mientras opina que detrás de la falta de natalidad hay problemas de este tipo. «Es la pescadilla que se muerde la cola. Así que estoy más que agradecida de tener un casero como David», apunta.